Vuelve el tartán: la tendencia que reinventa el estampado preferido de la realeza británica
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Los cuadros escoceses regresan este otoño para dotar de elegancia a las prendas icónicas de la década de los noventa
“Tienes una vida más interesante si usas ropa impresionante”, dijo en más de una ocasión la gran Vivienne Westwood, fallecida hace poco menos de dos años. Díscola e iconoclasta, empleó las raíces textiles y de estampación históricas de Gran Bretaña para precisamente provocar al establishment y atacar a los códigos culturales imperantes de su época, de legado aristocrático.
“Westwood, y su pareja a finales de los setenta, Malcolm McLaren, mánager de la banda The Sex Pistols, se apoderaron de los cuadros escoceses, el conocido tartán, y lo convirtieron en símbolo del punk. Ahora bien, como siempre termina ocurriendo en el mundo de la moda, al final este estampado ha sido despojado de toda rebeldía y ha recuperado sus atributos de elegancia y tradición familiar”, expone Maximilian Dunn, antropólogo y docente en la escuela londinense Central Saint Martins.
Este invierno son muchas las casas de alta costura que han vuelto a apostar por el tartán, especialmente en sus propuestas de abrigos y trajes chaqueta. “Sin lugar a duda estamos viviendo un retorno de la estética de los noventa y ha regresado con fuerza el armario de esa década, formado por chalecos, maxifaldas, vestidos tubo y trajes de inspiración masculina. Los cruces de rayas verticales y horizontales en diferentes tonos, despojados de cualquier asociación con el desaliño punk o grunge, emergen casi como si procediesen de un armario royal; el tartán es el estampado elegido para que toda prenda sea regia y envidiada”, revela Sophie Robertson, fashion buyer para Net-A-Porter.
Esta temporada vemos también como los cuadros se adueñan a menudo de todo el outfit. Firmas como Chanel, Helmut Lang o Loro Piana mostraban en pasarela looks con el mismo patrón de rayas entretejidas tanto en abrigos y trajes como en bufandas anudadas al cuello, gorras e incluso botas y salones de tacón bajo. Ya lo decía Westwood: “Yo soy la prueba. No se puede dar la espalda a la tradición”.