Los zapatos feos (y ultracómodos) que crean tendencia
Fashion week
Los analistas dan por sentado que en 2026 estaremos más cansados que nunca, y los vaticinadores de tendencias, que ese estado de ánimo nos conducirá a este modelo de calzado
Durante años, las marcas de moda (y las que no son de moda, pero quieren parecerse a ellas) han confiado en las predicciones de tendencias de la plataforma WSGN. Creada en 1998, al principio se limitaba a aspectos como los colores o estilos que estarían en boga a uno o dos años vista; con el tiempo sus informes se han hecho más complejos. Como nosotros.
En la actualidad ofrece a sus clientes análisis sobre nuestro estilo de vida, nuestras aspiraciones y nuestros anhelos, con un enfoque que va de lo global a lo regional en un proceso en el que hacen uso de macrodatos e inteligencia artificial. WSGN es capaz de saber cómo nos sentiremos en el futuro, y de indicar a las marcas la mejor manera de acercarse a nosotros para conseguir que sigamos consumiendo.
Uno de sus últimos informes se centra en The Great Exhaustion (en castellano, El Gran Agotamiento), un concepto acuñado por el profesor de ciencias de la computación Cal Newton a principios de este año. ¿Qué significa? Que estamos cansados y que en 2026 lo estaremos todavía más. Quemados. Exhaustos.
Las investigaciones de Newton se centran en el trabajo, en las consecuencias de trabajar más por menos. También acabarán con nuestra energía la incertidumbre política, las notificaciones del móvil, la avalancha de información que no es tal cosa, el no saber qué ha sido creado con IA y qué no, la gente que dice una cosa y hace la contraria o [inserte aquí el motivo que se lleve por delante su paciencia]. ¿Cómo lograr que compremos cuando estamos extenuados de hacerlo? ¿Cómo convencernos de que gastar el poco dinero que ganamos nos hará felices, cuando llevamos años haciendo adquisiciones por impulso a través de las redes sociales y acabando inevitablemente decepcionados?
Bienvenido a la era del valor saludable añadido. WSGN prevé que querremos alejarnos de los móviles y divorciarnos del consumismo, así que a las firmas les tocará llamar nuestra atención a través de otros soportes y convencernos de que no compramos para sentirnos mejor, sino para estar mejor. La ropa deberá ser beneficiosa para nuestra salud. Los analistas de tendencias señalan a un peculiar diseño de calzado en concreto como el ejemplo perfecto. Presentado a mediados de la década de los 2000 por la compañía italiana Vibram, el modelo FiveFingers estaba dirigido a aficionados de los deportes náuticos, ya que su suela con cinco dedos evita resbalones en superficies mojadas. Los runners del mundo se apropiaron de ellos cuando se puso de moda correr descalzo.
En 2015 Vibram comenzó a colaborar con la marca japonesa Suicoke en versiones de sus zapatos que experimentan con el diseño sin sacrificar la funcionalidad, y diez años después tal vez haya llegado el momento de que el público general dé el paso y se los calce.
El modelo FiveFingers, como las zapatillas Berefoot que protegen el pie mientras permiten caminar como si se fuese descalzo, son hoy cosa de unos pocos y todavía resultan desconcertantes a la vista, pero no es la primera vez que un zapato de estética cuestionable se gana el favor del consumidor por cuestiones de comodidad y funcionalidad. Ya nadie se sorprende al cruzarse por la calle con un par de sandalias Birkenstock, ni siquiera con unas Crocs.
Puede que le resulte poco probable que la silueta se popularice, pero nadie esperaba en su momento que lo hiciese el modelo más polémico de Maison Margiela que ha conseguido que hoy miles de personas vayan por la vida con algo entre los dedos. Presentado por el diseñador belga en 1989, el zapato Tabi imita un calcetín japonés del siglo XV que, por separar el primer y segundo dedo, se consideraba que favorecía el equilibrio de cuerpo y mente.
El zapato Tabi imita un calcetín japonés del siglo XV que, al separar el primer y segundo dedo, se consideraba que favorecía el equilibrio de cuerpo y mente
La gente los lleva hoy por una cuestión de estética (y de pertenencia). Tanto, que no todos los tabis de ahí fuera llevan la etiqueta de Margiela: varias firmas los comercializan a precios significativamente más bajos que los 750 euros que cuesta la versión más económica de los originales.
Si ha llegado hasta aquí moviendo negativamente la cabeza con escepticismo, antes de echar a correr en dirección contraria, recuerde que todas las predicciones sobre el futuro, salvo las relativas al tiempo, tienen algo en común: en sus pies está la posibilidad de evitarlas. Y en su mano la de elegir qué hacer con su cartera.