Tenían treinta y tantos, luz y carisma. Ambos desafiaban los cánones establecidos...Infatigables, adictos al trabajo, compartían los mismos círculos sociales. Cuando se conocieron estaban a punto de crear sus obras maestras, y eran ya tan temidos como admirados.
El diálogo entre la moda y las artes plásticas se enriqueció hace poco más de un siglo cuando se encontraron dos mitos: Pablo Picasso y Coco Chanel. Así lo recordaría ella, según recoge Alex Madsen en su biografía Coco Chanel (Circe): “Estuvo antipático, pero me fascinó. Te miraba como un halcón presto a abalanzarse sobre su presa. Me dio miedo. Cuando entraba en una habitación, aun sin haberlo visto, sabías que estaba y que te estaba mirando”. Ocurrió en una cena organizada por Cécile Sorel en honor a Diághilev y su compañía tras el estreno de Parade. La partitura estaba compuesta por Erik Satie, los decorados eran obra de Picasso y la puesta en escena de Jean Cocteau.
En el cabaret-bar Le Boeuf sur le toit (El buey en el tejado) se reunía la alta sociedad y la vanguardia artística. Y allí Misia Sert, Paul Morand y Cocteau acercaron a Chanel a André Derain, Arthur Rubinstein y el conde Etienne de Beaumont- quien, más tarde, dirigirá su taller de joyas de Chanel-, y a Picasso. En aquel tiempo, Boy Capel, su gran amor se distanciaba –acabaría por casarse con una aristócrata–, y se refugiaba entre los bohemios amantes del opio, el erotismo y la bisexualidad.
Chanel empezó sus amoríos con Pierre Reverdy –y posteriormente con Stravisnki–. Desde sus ocho talleres y sus boutiques de Biarritz y Deauville se empezaban a anticipar lo que serían “los locos años 20”. Picasso, por su parte, engrandecía su mito al ritmo que el marchante Paul Rosenberg marcaba vendiendo sus cuadros. En 1927, el artista le pediría un favor a Coco: que contratara en su taller a Joselle Gris, la viuda de su colega Juan Gris, quien se convirtió en la colaboradora y consejera de la modista.
Las obras y diseños que ambos produjeron como resultado de su colaboración podrán verse a partir del próximo 11 de octubre en el Museo Thyssen-Bornemisza bajo el título de “Picasso/Chanel”. Comisariada por Paula Luengo, la exposición se compone de sesenta y cinco obras de Pablo Picasso que dialogan con cincuenta diseños de Chanel, algunos inéditos.
La comparación directa entre las creaciones de Chanel y Picasso evidencia su parentesco formal, fruto de aspiraciones e influencias compartidas y de una mutua admiración. Chanel creó el ‘uniforme’ de la mujer del siglo XX, e impuso el atractivo de lo repetitivo, igual que Picasso logró formular un nuevo canon de belleza plástica en el extrarradio de toda oficialidad.
Chanel y Picasso concebían su arte como un juego”
Chanel entendió que el pintor había dado con las claves de un nuevo clasicismo, un lenguaje que, aun siendo producto de la ruptura, nunca pasaría de moda.
“Chanel y Picasso concebían su arte como un juego, postura que expresaron liberándose de cortapisas, infringiendo las reglas, desmontando los prejuicios e inventando nuevas formas al hilo de sus fantasías y deseos” destaca Marika Genty, delegada del Patrimonio de la marca Chanel, en el catálogo de la exposición que se podrá visitar hasta el próximo 15 de enero.
Las colaboraciones escénicas entre ambos ocupan buena parte de la muestra, que incluye además una sección dedicada al impacto del cubismo en la moda y otra titulada “Olga Picasso”, donde se muestran los trajes que la Khokhlova, devota clienta de Chanel, vestía, así como algunos de los famosos retratos que el pintor hizo de su primera mujer.
Resulta fascinante comprobar cómo el lenguaje formal geometrizado y la reducción cromática picassiana se traducen en trajes de líneas rectas y angulosas, en blanco, negro y beige y realizados en tejidos humildes y con texturas austeras por Chanel. Y ver juntos “Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera)” (1922) y el primer frasco de Chanel Nº5 ilustra los vasos comunicantes establecidos entre el arte y la moda, capaces de transformar el estilo de la civilización.