Se siente adoptada por el Mediterráneo, pero nació junto a un mar mucho más frío, el del Plata, que apenas recuerda. Hija de arquitectos, sus padres le cantaban Frank Sinatra a modo de nana, y de ahí esa melodía en su voz cantarina. Nunca perdió del todo la niñez, que asoma a menudo a través de su capacidad de asombro y de su humor, pero si algo la caracteriza es su naturalidad, libre de imposturas.
Me cuenta que su hija pequeña, Erika, vive dentro de un musical: le canta al mar, a las plantas… no es de extrañar como buena hija de su madre, capaz de alimentar mil y una fantasías. Ha escrito tres libros para niños, columnas para La Vanguardia y monólogos de humor para la televisión. Es socia fundadora de la firma de decoración Lo de Manuela, y ahora arranca un programa de televisión sobre sostenibilidad, Planeta R.
Nunca se ha conformado. Siempre ha querido explicar la vida desde la verdad, y ello le valió una crisis en su trayectoria como modelo, una profesión en la que cumple treinta años.
¿Cómo sienta eso?
A los 15 años hice mi primer casting, y me rechazaron por flaca. ¡La única vez que me ha pasado! Fui a la agencia Group a acompañar a una amiga, y me cogieron a mí. Todo me ocurre de rebote. Me dijeron “tu vida puede cambiar” y yo me reí. Recuerdo que ese día vi allí a Judit Mascó, que iba a cobrar, y se me paralizaron las piernas. Luego trabajamos muchísimo juntas... Y así empecé a desfilar y a hacer Gaudís…
Y enseguida empieza su carrera internacional.
Primero me fui a Milán, luego a París y finalmente a Nueva York. Allí, el día que iba a estrenarme en un desfile para Custo Barcelona, el 11-S, cayeron las Torres Gemelas. Tenía un proyecto para Armani, y… todo se frenó. Aunque de esas he tenido varias.
Todas intentamos luchar contra los cambios del cuerpo...¡es horroroso!”
Hizo campañas internacionales, trabajó con Bruce Weber y Peter Lindbergh, pero hizo una carrera a su manera. Y reivindicando sus dos kilos de más.
No fue tanto una decisión propia como que, al encontrarme las barreras que mi cuerpo me imponía, me vi obligada a buscar alternativas. No quiero parecer una llorica, pero las mujeres que hemos vivido dentro de la moda hemos estado absolutamente martirizadas por el físico. Y hemos sufrido un maltrato psicológico bestial. He ido dibujando mi carrera gracias a que se han ido cerrando puertas. Y esas salidas son las que me han dado la vida. Y tú lo sabes porque yo empecé a escribir en Marie Claire. Escribir me ha dado vida. Me dije “dejo la moda. La moda no me quiere y yo no me quiero”, y busqué la forma de quererme. Hice un taller de literatura, otro de pintura, me apunté a la escuela de Nancy Tuñón…y, de repente, me encuentro bien, pierdo peso y vuelvo a tener una etapa dulce con la moda.
¿Siente el peso de la imagen, la lucha contra el paso del tiempo?
Parece que nosotras estamos condenadas a sufrir. Hay un momento en que el cuerpo nos cambia, y todas intentamos luchar contra eso y… ¡es horroroso! Nos gusta cuidarnos, sí, y cada una se hará la cantidad de cositas que se tenga que hacer, pero llega un punto en que estamos angustiadas, y eso está mal. Seguimos estando como en un momento de esclavitud máxima que potencian las redes.
También ha hecho televisión y papeles en el cine. ¿Se reivindica como actriz?
No, no me reivindico como actriz. Ni como escritora. Ni como modelo. Pero, al mismo tiempo, podría luchar para que se me respetase en los tres ámbitos. Pero soy muy dura conmigo misma: llevo el síndrome de la impostora de camiseta.
¿No ha podido con él?
Tengo una dualidad. Por un lado pienso que lo que tengo me lo he ganado, y, por otro, que en algún momento van a descubrirme y me van a echar… Yo me quito hierro, pero si alguien me lo quita, ahí sí que me altero (risas).
¿Ha hecho psicoanálisis?
Sí. Casi toda mi vida. Mi madre me llevó a los cuatro años. Porque era muy celosa de mi hermano y no dormía bien. Es que en Argentina es una exageración: vamos al psicólogo desde pequeños…
Es una especie de gimnasio para la mente…
Para mí ha sido algo positivo y lo recomiendo encarecidamente. No sé por qué cuando se habla de psicoanálisis, se piensa que es para locos. Pues no. Es para tener una vida sana.
Álex (Corretja) y yo somos distintos; a mí su disciplina me viene bien y a él mi locura le gusta”
¿Y cómo llegó Álex Corretja a su vida?
Me lo fui encontrando en muchas etapas de mi vida, pero no llegó hasta que tenía que ser. Los dos somos de Sant Cugat, y ahí coincidíamos. A los dos nos habían pasado cosas muy parecidas. Y empezamos a remar contra viento y marea junto con nuestros hijos. La familia es la base de todo. Es lo único realmente importante y lo único que queda.
Han hecho una campaña juntos para Cortefiel ¿Sienten admiración mutua?
Sí. Álex es un gran compañero y un gran profesional. Somos distintos, pero a mí su disciplina me viene bien. Y a él mi locura le gusta.
Estrena también un programa en La 2, Planeta R. ¿Se siente a gusto con la etiqueta de comunicadora?
No me gustan las etiquetas, en general.
Pero cuando le preguntan, a qué se dedica, ¿qué responde?
Autónoma. Y eso es una putada en este país. A ver, diría que soy ‘postmodelo y alrededores’.
Fotógrafo: Félix Valiente
Estilismo: Beatriz Moreno de la Cova
Ayudante: Diego Grimaldi
Maquillaje y peluquería: Carmen de Juan para Chanel