La revolución del bikini: una larga lucha entre el decoro y la libertad sexual

MODA CON HISTORIA

De las reivindicaciones feministas de Annette Kellermann a principios del siglo XX al bikini de Úrsula Andress en los años 60

Monroe competition at Newquay. Women taking part in a marilyn monroe look alike contest. September 1959 (Photo by Sunday Mirror/Mirrorpix/Mirrorpix via Getty Images)

Jóvenes en bikini y bañador en un concurso de parecido con Marilyn Monroe, en 1959 

Mirrorpix via Getty Images

¿Se imagina estar en la playa y que un policía se le acercara para medirle el trozo de muslo que deja al descubierto su traje de baño? Si superara los 15 centímetros, contándose desde la rodilla, la invitaría a taparse y, en caso de negarse, tendría que abandonar la playa. Si se resistiera, quizás acabaría en la comisaría. Esto que ahora parece impensable ocurría hace solo un siglo y la decisión final estaba en manos de hombres y mujeres policías -las autodenominadas sheriffettes- que patrullaban como guardianes del orden y la ley. Este control ocurría en playas tan lejanas entre sí como las de Rockaway (Nueva York), las de West Palm Beach (Florida) y las del lago Michigan, en Chicago. ¿La razón? El traje de baño que mostraba los brazos y los muslos de las mujeres se propagaba rápidamente por las costas de Estados Unidos, escandalizando a las autoridades. Y así fue como los policías de la playa se convirtieron el último bastión de la moralidad.

Anette Kellerman

Anette Kellerman reivindicó el traje de baño femenino en 1907 

Esta pequeña revolución indumentaria fue posible gracias al arrojo de Annette Kellermann, una nadadora y actriz australiana afincada en Estados Unidos que en 1907 apareció en una playa de Boston con un traje de baño de una sola pieza para reivindicar que las mujeres también tenían derecho a usarlo. Acabó en comisaría, hubo mucho revuelo mediático y con su detención la policía consiguió el efecto contrario: que muchas mujeres apoyaran a Kellermann y que, además, la imitaran. Y así fue como, finalmente, el traje de una sola pieza sustituyó a los engorrosos vestidos y pantalones de baño –en muchas ocasiones confeccionados en lana– que las mujeres se veían obligadas a usar desde la época victoriana para darse un baño de mar. La hazaña de Kellermann también tuvo consecuencias en la moda de la época. El éxito de sus películas le permitió comercializar estos trajes de baño de una sola pieza bajo su propia marca y convirtió los deseados Annette Kellermann en el germen de la industria de la moda de baño.

Felices años veinte

Tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, se popularizó el turismo de élite y también se puso de moda tomar el sol

Los felices años veinte dejaron atrás los horrores de la Primera Guerra Mundial. En esta década se popularizó el turismo de élite y también se puso de moda tomar el sol. El bronceado de la piel ya no estaba mal visto, al contrario, señalaba una vida ociosa y acomodada. Los diseñadores de moda tomaron buena nota de las nuevas costumbres que generaban nuevas necesidades. Así fue como Coco Chanel lanzó sus colecciones de punto para pasar un relajado día de playa. O como Jacques Heim empezó a diseñar vestidos y caftanes con los originales tejidos con motivos geométricos de Sonia Delaunay. Y es que la pintora francesa de ascendencia ucraniana también hizo sus pinitos en moda, incluyendo entre vestidos y abrigos una línea de bañadores estampados que llegó a confeccionar en tricot, pero que también pintó sobre lienzo.

Trajes de baño diseñados por Donia Delaunay en 1928

Obra 'Swimsuits' (1928) de Sonia Delaunay 

Uno de los principales fabricantes de ropa de baño de la época era la empresa norteamericana Jantzen, famosa por el logo de la chica nadadora con bañador rojo y gorro a juego. Sus anuncios publicitarios, bellamente ilustrados en el estilo art-deco, revelan diseños tan innovadores y visionarios como el Sunaire, un bañador de una sola pieza que ópticamente jugaba a ser dos, al mostrar discretamente parte de la cintura. Poco después, en 1932, Jacques Heim presentaba en París el Atom, publicitado en aquel entonces como el traje de baño más pequeño del mundo, de ahí su nombre. El diseño de Heim –confeccionado con tejidos de algodón de sus vestidos de noche- estaba formado por dos piezas: un top y un culotte que cubría todo el estómago, y aunque decoroso, iba un paso más allá que el Sunaire de Jantzen. Pero antes de la implosión del bikini, al traje de baño de una pieza aún le quedaba mucho recorrido, sobre todo gracias a la influencia del cine.

Diseño de Jacques Heim

En 1932 Jacques Heim presentaba en París el Atom, publicitado en aquel entonces como el traje de baño más pequeño del mundo

Antes que actriz, Esther Williams también fue nadadora profesional y llegó a participar en espectáculos acuáticos en Los Angeles junto a Johnny Weissmuller. Los estudios MGM se fijaron en ambos jóvenes y él se convirtió en el mítico Tarzán y ella en la Sirena de América gracias a exitosas películas de temática acuática como Bathing Beauty (1944) y Millian Dollar Mermaid (1952). Esta última era la favorita de la actriz californiana, pues estaba inspirada en la vida de su admirada Annette Kellerman, creadora también de la natación sincronizada.

PARIS, FRANCE - JULY 05:  A model walks the runway wearing a 1946's french swimsuit designed by Louis Reard during the Bikini Restrospective at Piscine Molitor on July 5, 2015 in Paris, France.  (Photo by Richard Bord/Getty Images)

Fotograma de Millian Dollar Mermaid (1952), protagonizada por Esther Williams 

Richard Bord Getty Images

Muy consciente de su imagen, Esther Williams se involucró personalmente en el diseño y confección de los trajes de baño que lucía en pantalla: debían destilar glamour pero, al mismo tiempo, debían ser funcionales y facilitar sus espectaculares acrobacias acuáticas. Más que en las costureras de los estudios de cine, confió en el buen hacer de Cole of California, una firma de ropa de baño pionera en utilizar látex y cremalleras, y de la que Esther Williams fue imagen desde 1948, protagonizando muchos de sus anuncios publicitarios. Además, sentaron las bases del traje de baño pin up, una estética que ha llegado a nuestros días y que sigue inspirando a muchas marcas.

En aquella época también dejó huella Rose Marie Reid, una diseñadora canadiense afincada en California que incorporó muchas innovaciones –tanto de patronaje como de acabados- en la ropa de baño. Basta recordar el impresionante bañador de lamé dorado que lució Rita Hayworth en Gilda (1946) y que fue su trampolín para seducir a Marilyn Monroe, Jane Russell y otras bombshells con sus elegantes y sensuales diseños, que aparecieron en muchas películas de temática beach party. Su fama fue tal, que en el máximo apogeo de su marca, Rose Marie Reid llegó a producir hasta 10.000 bañadores diarios.

The new 'Bikini' swimming costume (in a newsprint-patterned fabric), which caused a sensation at a beauty contest at the Molitor swimming pool in Paris. Designer Louis Reard was unable to find a 'respectable' model for his costume and the job of displaying it went to 19-year-old Micheline Bernardini, a nude dancer from the Casino de Paris. She is holding a small box into which the entire costume can be packed. Celebrated as the first bikini, Luard's design came a few months after a similar two-piece design was produced by French designer Jacques Heim.   (Photo by Keystone/Getty Images)

Homenaje al primer bikini en el Hotel Molitor de París en 2015 (Keystone/Getty Images)

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Pero la bomba atómica de la moda de baño no explotó en una playa de California sino en una piscina pública de París. Corría 1946 y el ingeniero suizo Louis Réard –reconvertido en diseñador de moda gracias al negocio de lencería de su madre- se empeñó en confeccionar el traje de baño más pequeño del mundo, yendo mucho más lejos que el Atom que Jacques Heim ya había presentado una década antes y que no prosperó. 

Gran escándalo

Un caluroso 5 de julio, en la piscina Molitor de París, el ingeniero Louis Réard presentó un minúsculo traje de baño de dos piezas sobre el cuerpo de una joven 'stripper'

Un caluroso 5 de julio, en la piscina Molitor de París, presentó un minúsculo traje de baño de dos piezas sobre el cuerpo de una joven stripper, porque ninguna modelo había aceptado posar con el ombligo al aire. De hecho, fue la joven Micheline Bernardini la que le dio el nombre de bikini, al comentarle a su creador que aquel traje de baño con el que posaría ante la prensa “sería más explosivo que la bomba de Bikini”, en referencia a las pruebas nucleares que días antes el ejército norteamericano había realizado en el pequeño atolón del Pacífico.

The new 'Bikini' swimming costume (in a newsprint-patterned fabric), which caused a sensation at a beauty contest at the Molitor swimming pool in Paris. Designer Louis Reard was unable to find a 'respectable' model for his costume and the job of displaying it went to 19-year-old Micheline Bernardini, a nude dancer from the Casino de Paris. She is holding a small box into which the entire costume can be packed. Celebrated as the first bikini, Luard's design came a few months after a similar two-piece design was produced by French designer Jacques Heim.   (Photo by Keystone/Getty Images)

El bikini de Louis Réard que presentó la stripper Micheline Bernardini en las piscinas Molitor de París en 1946 

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Razón no le faltó a la joven stripper: el bikini de Louis Réard cayó como una bomba y consiguió muchísima repercusión mediática, pero tampoco logró triunfar en las playas (aunque a Micheline Bernardini le consiguió miles de admiradores). Era 1946, Europa acaba de salir de la Segunda Guerra Mundial y se intuía una moda de posguerra más bien conservadora. El clímax de esta nueva ola de decoro culminó en 1951 con la prohibición de desfilar en bikini en los certámenes de belleza, después que la sueca Kiki Hakansson ganara la primera edición de Miss Mundo y la coronaran en bikini. Siguiendo la pauta marcada por el papa Pio XII ante tal atrevimiento, algunos países católicos como España, Italia, Bélgica y Portugal también prohibieron que las mujeres pudieran usarlo.

Por otro lado, el elegante bañador de una pieza que tan bien lucía Esther Williams en gran pantalla se convirtió en el rey del decoro desde mediados de los años cuarenta hasta finales de los cincuenta. Y las actrices como Marilyn Monroe que osaron posar con un dos piezas lo hicieron siempre con un diseño que tapaba el ombligo, como mandaban los códigos de decencia de los estudios de Hollywood y las revistas de moda de la época. En cambio, la actriz francesa Brigitte Bardot tuvo menos reparos y fue de las primeras en posar con el bikini de Louis Réard y lucir ombligo tanto en la playas de Cannes como en la gran pantalla. Y ahí están The Girl in the Bikini (1952) y también Y Dios creó a la mujer (1956) para dar fe de una osadía que poco a poco inspiró a más y más mujeres anónimas. Al fin y al cabo, ¿quién no deseaba parecerse a BB?

Brigitte Bardot, 1953

Brigitte Bardot en bikini en la plata de Cannes en 1953 

©Patrick Morin/Rue des Archives vía Wikimedia Commons

Finalmente, la bomba que dejó caer Louis Réard en los años cuarenta, explotó. Y lo hizo en la década de los sesenta, en un ambiente de libertad sexual y de un empoderamiento femenino que también se empezaba a vislumbrar en las películas de Hollywood. Basta con recordar a Úrsula Andress emergiendo de una playa caribeña con un bikini blanco en la película Dr. No (1962), una escena mítica que Halle Berry –otra chica Bond- emuló con un bikini naranja cuarenta años más tarde en Muere otro día (2002). Y no solo la gran pantalla había abierto la veda al ombligo, también lo hacían firmas textiles y las revistas de moda. La década más prodigiosa ya estaba preparada para creaciones más surrealistas como la colección de bikinis que Salvador Dalí diseñó para la empresa norteamericana Jack A. Winter y que se presentó en un abarrotado desfile en París en 1965, aunque la excéntrica colección del artista catalán no llegó a producirse comercialmente.

Gran explosión

La popularización de la prenda se produjo en la década de los sesenta y se plasmó en las películas de Hollywood

Pero que aquellos eran tiempos para creaciones extremas lo captó muy bien el diseñador austríaco Rudi Gernreich cuando presentó el monokini, una prenda tipo culotte con unos tirantes que dejaban literalmente los pechos al aire. Una sesión de fotos que el fotógrafo William Claxton le hizo a la modelo Peggy Moffitt -ataviada únicamente con un monokini- y que publicó la revista Women’s Wear Daily en 1964 dieron la vuelta al mundo. El escándalo estaba de nuevo servido y el furor por esta nueva y liberadora prenda hizo que la policía de Nueva York tuviera la orden de detener a cualquier mujer que la llevara puesta. Y las mismas directrices se aplicaron en las playas de Saint-Tropez, en la Costa Azul francesa.

DR. NO, Ursula Andress, 1962 
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Ursula Andress en la película 'Dr. No' (1962) 

GTRES

 

Lo que nadie imaginaba es que la audacia de Rudi Gernreich, activista gay muy crítico con la iglesia y el conservadurismo, había abierto la puerta al topless, una práctica que encontró su caldo de cultivo en los años 70, cuando el mantra era Make Love, Not War. Y así, a medida que subía el amor por el propio cuerpo y el ajeno, se rebajaban los centímetro de tela del bikini, hasta implantarse el minikini, la versión más diminuta del diseño de Louis Réard. La puntilla la dio en 1974 Carlo Ficcardi, un diseñador italiano residente en Brasil al crear el tanga, inspirado en la minúscula indumentaria de una tribu indígena. Esta revolucionaria e ínfima prenda conquistó primero las playas brasileñas y, luego, las del mundo entero, en las que a día de hoy conviven todas los estilos de moda de baño posibles y en la que es parece impensable que una sheriffette se le acerque a medirle el muslo.

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