Joaquín Sorolla Bastida (1863-1923) se pasó la vida buscando la luz y atrapándola en sus cuadros. Pero nunca se contentó ni paró de trabajar. En sus 60 años porfió por hallar el estudio ideal: lo consiguió finalmente, pero antes le tocó agitar su pincel mágico en muchas buhardillas o en talleres que no tenían las condiciones que deseaba.
Buscando la luz
La vida de Sorolla es una búsqueda del estudio ideal en el que reine la luz y no haya humedad ni sea frío
Primero en Roma, luego en Asís (donde le profetizaron “la gloria”) y sobre todo en Madrid. En uno de los primeros que tuvo, justo antes de trasladarse a la casa del pasaje de la Alhambra, la luz “era fría, oscura y triste”. Goethe, en su lecho de muerte, gritó “luz, más luz”.
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El libro de autor de edición limitada 'Sorolla, íntimo' que ha producido la editorial Artika
Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor valenciano, ha pasado sus años explicando la vida y obra de Sorolla, completándola a base de investigar, rastreando cuadros perdidos, intentando imaginar aquellos recuperados pero hechos añicos.
Bajo el influjo de “solo sé que no sé nada” Pons-Sorolla ha escrito no menos de cuatro monografías sobre su bisabuelo, siempre desde distintos puntos de vista. Ahora es actualidad porque firma un libro de autor, de factura exquisita, compendio de artesanía y tecnología, en el sello Artika, la editorial que en los últimos tiempos ha creado libros-objeto dedicados, entre otros, a Fernando Botero, Miquel Barceló, Lita Cabellut.
Grandes maestros en papel
Antes del volumen dedicado a Sorolla , Artika presentó un libro monumental de Miguel Ángel en el British Museum
Uno de los últimos, el dedicado a Miguel Ángel, fue presentado en el Museo Británico. “Da gusto trabajar con un equipo tan profesional y tan encantador y que ofrece productos tan buenos”, halaga. Esta es la tercera colaboración de la experta con la editorial. Antes había publicado Paisajes de Sorolla y El mar de Sorolla. Ambos están agotados.
¿Le da la sensación de que, cuanto más sabe de su bisabuelo, más querría saber? ¿Qué acertijos no ha desentrañado todavía?
Sí, creo que eso es algo que nos ocurre a todos los que investigamos. Estoy segura de que hay un montón de cosas que me quedan por saber de él, y sigo aprendiendo y me sigue sorprendiendo cada día.
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La familia al completo:Clotilde y Joaquín Sorolla con sus hijos: María (de pie, abuela de Blaca-Pons Sorolla), Elenita y Joaquinito
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Dorso del libro de autor “Sorolla íntimo”, que ha publicado la editorial Artika
¿Cuál es el Santo Grial, la obra perdida de Sorolla, que fue muy prolífico, y que aún espera ver con sus propios ojos?
Bueno, hace apenas un año me llegó una obra que he buscado toda mi vida, Boulevard de París, una obra muy temprana, muy diferente, de 1890, y que desde que se inauguró la exposición Sorolla. Cien años de modernidad pueden contemplarla en Las Galerías de las Colecciones Reales de Madrid. Se expuso en la Exposición Nacional de Madrid de 1890, en la que le concedieron una segunda medalla.
¿Qué más pistas tenía?
Sorolla habla de ella en diversas entrevistas a lo largo de su vida, como “su primera obra ya francamente naturalista y a la que procuró llevar la sensación de vida que él veía”, según sus propias palabras. En mis libros la he reproducido siempre con una fotografía antigua de mala calidad, esperando encontrarla algún día. No se sabía de ella desde antes de la Guerra Civil. Y la obra se conserva intacta.
Hace apenas un año me llegó una obra, ‘Boulevard de París’, que había buscado toda mi vida”
¿Qué óleos importantes faltan entonces para completar el álbum Sorolla?
Entre los numerosos cuadros que me encantaría encontrar, si no es que han desaparecido, están los retratos que hizo Sorolla a Archer Huntington y a su esposa Hellen de Huntington con su perro, en Biarritz, la primera quincena de junio de 1912. Datos que conocemos por las cartas que escribe esos días a su mujer Clotilde.
¿Hay imágenes en el estudio?
No, de ellos no hay siquiera una imagen. Parece que nunca llegaron a Nueva York, lo que ha hecho pensar en la posibilidad de que se hundiera el barco en el que se transportaban. Pero es pura hipótesis. Y asimismo me gustaría conocer el retrato que hizo también a Hellen Gates Huntington en Nueva York, en 1909, del que sí se conserva una estupenda fotografía en blanco y negro.
(Nota primera: la familia Huntington es la impulsora de lo que hoy se conoce como Hispanic Society of America, sita en Nueva York. Archer Huntington, arquitecto, era hijo de un multimillonario americano que durante cinco décadas no solo fue coleccionando obras de arte e incunables únicos, sino que también encargó obras, como la serie de regiones de España, en gran formato, que completó el propio Sorolla. Huntington ya empezó a imaginar un “museo español” en su primera visita a la Península, en 1892. Muchos detalles de su evolución se saben por las cartas y diarios secretos, nunca publicados, de los que se conserva una parte)
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Estudio del natural (Clotilde con traje negro). Mujer de espalda con vestido negro apoyada sobre una silla roja, pintado hacia 1905
En algunas de sus conferencias habla de cuadros perdidos, quemados... ¿Cuántos serían?
Obras de importancia, destruidas, quemadas, de las que hay referencia fotográfica de algún modo, tengo nueve catalogadas.
(Nota segunda: Pons-Sorolla es bisnieta y nieta de pintores. Sus abuelos fueron María Sorolla, la hija mayor de Joaquín, y Francisco Pons Arnau, uno de los discípulos más destacados del maestro. La experta recuerda un artículo de Vicente Blasco-Ibáñez que describe al pintor como un “hombre de tranquilas costumbres, dedicado por completo al arte y la familia, apenas sale de casa ni frecuenta el mundo. Su estudio parece el interior patriarcal y tranquilo de una antigua casa holandesa”. Sorolla siempre buscaba un mejor estudio o casa, hasta que concibió el palacete de la calle Miguel Ángel, para trabajar mejor y por los suyos. “He vivido siempre al amor de la familia, apartado de todo lo que no fuera el afecto de los míos y la labor artística… Pintar para mí es un placer inmenso”.
Joaquín Sorolla era un trabajador incansable porque le apasionaba; la pintura, era su felicidad”
Por lo que explica en sus libros, Sorolla era un trabajador incansable, por sus bocetos, sus estudios, sus obras finales... Era su carácter, era así por la familia.
Creo que era un trabajador incansable porque le apasionaba; la pintura, era su felicidad. Como decía el escritor y diplomático Ramon Pérez de Ayala, que le conoció bien, para él pintar era vital, como la respiración, y si no pintaba se moría… Su afán por ver, atrapar y reproducir lo que veía era desmedido. Murió para la pintura con 57 años, y yo tengo recogidos en el catálogo razonado unas 4.200 obras en óleo, acuarela y gouache, y el número de dibujos que realizó está rondando los 8.000. Una producción increíble.