"Me siento una 'outsider'"
Miren Arzalluz
Su vida, como la de su padre, era la política, pero todo cambió cuando Miren Arzalluz fue elegida por sorpresa directora del Galliera, el museo de la moda de París, meca de la alta costura. La misión, renovarlo a fondo, está cumplida. Sólo falta la moqueta roja.
Hace casi dos años, la capital mundial de la moda registró un movimiento sísmico inesperado: la politóloga e historiadora vizcaína Miren Arzalluz (41 años) se convertía en la directora del Palais Galliera, museo de la moda de París, de titularidad pública, una de las más importantes del mundo. La elección rompía unos cuantos esquemas en el siempre rígido establishment museístico parisino: una mujer que no había sido directora antes, que no era francesa ni funcionaria. Inicialmente, Miren pareció seguir, de algún modo, los pasos de su padre, Xabier Arzalluz (1932-2019), que marcó la historia del PNV y el País Vasco durante décadas. No fue exactamente así. Lo mejor del nombramiento de esta gran experta en el modisto Cristóbal Balenciaga, fue su cometido: cerrar a cal y canto el museo con el fin de renovarlo corporal y espiritualmente y crear una colección permanente que el Galliera no había tenido nunca. “Me siento un poco rara, un poco outsider”, confiesa Arzalluz, jovial, en su despacho de la avenida Pierre I de Serbie, en el que domina el forjado desnudo que diseñó Gustave Eiffel. En la oficina cuelga una sola foto, la que muestra a una jovencísima Gabrielle Coco Chanel, a quien se le dedicará la exposición de reapertura a inicios de esta primavera. Arzalluz ve la luz al final del túnel de un trabajo invisible, silencioso y reflexivo que transita por muchos caminos a la vez, el de la industria, el del arte y el de la política. ¿Qué es la moda, señora Arzalluz? “Balenciaga, Zara y un chándal?”, responde. Pespuntes de una cita a medida con Magazine.
¿Cómo fue el inicio? Fue un “Dios mío, ¿dónde me he metido?”
No fue el primer día, pero sí el primer mes, cuando vi el reto. Me cogieron como relevo de un proyecto que ya estaba en marcha. Tenía ilusión y me daba respeto. Llegó en un momento muy ambicioso del museo, de decisión de cierre, de ampliación, y reforma, de cambio de estrategia. En enero hará dos años que estoy en capilla.
“Me siento muy libre. Me han contratado para que proponga con libertad y tenga iniciativa dentro de una línea: los museos no dejan de ser muy políticos, la cultura también”
¿Cómo le ha pasado el tiempo?
Lento y rápido: hay veces que parece que lleve aquí cinco años, por la intensidad en la que se sucede todo y la cantidad de cosas que he tenido que hacer y aprender, como el funcionamiento de la administración francesa o la relación con la industria de la moda, que para mí es nueva. Ha sido tan intenso que parece que haya pasado mucho tiempo y hay días que te dices “pero si parece que llegué ayer”.
¿Ve la luz al final del túnel?
Sííí (risas). Sí veo la luz, al principio no, ¿eh? Y más que un túnel era una avalancha, cuando te viene un alud no eres capaz de ver la batalla diaria, sólo la guerra entera y es angustioso. Una vez te metes en la nieve vas día a día, progresando.
Hay quien pensará que gestiona un museo vacío.
Me encanta esa pregunta de “¿qué hacéis?”. No paramos, preparamos la reapertura, la programación de los próximos tres años, los proyectos paralelos, las exposiciones fueramuros, como la que tenemos en el museo Bourdelle... Estamos trabajando en las itinerancias para el 2021, en las giras. Todavía recibimos peticiones de exposiciones pasadas como la de Martin Margiela o como la de Balenciaga. Aquí no hay ningún día normal y eso es guay. Aprendo cada día y el reto es muy grande porque vamos a reabrir con una colección permanente, algo complejo que el museo no ha tenido nunca.
¿Es sufridora?
Un poco sí lo soy. Espero que llegue una edad que ya no sufra. No hay nada que me quite el sueño, pero sí siento responsabilidad.
¿Qué será el nuevo Galliera?
La colección permanente será una historia de la moda y será permanente entre comillas, porque las piezas textiles son efímeras y difíciles de conservar. Tenemos telas desde el siglo XVII hasta hoy.
“Moda son las tendencias, la industria; moda es Balenciaga, Zara y un chándal. ¿Si es arte? Casi todos los creadores dicen que no hacen arte sino otra cosa”
¿Le han dado mucha libertad?
Sí, me siento muy libre. Me han contratado para que proponga con libertad, que tenga iniciativas, pero dentro de una cierta línea. Los museos no dejan de ser muy políticos. Y la cultura también lo es. Hay que presentar y defender propuestas en un sistema de validación más fuerte que en otros museos.
Usted, a su manera, es pionera: mujer, joven, no es francesa, ni tampoco funcionaria…
Lo que me siento es un poco rara, un poco outsider, pero también me halaga que apuesten por alguien que no forma parte del sistema, que tampoco tiene una trayectoria de 35 años, ni ha sido directora de museo antes, que habla la lengua así así, que no es funcionaria ni pertenece al cuerpo de conservadores de patrimonio del estado, que es una élite cultural. Conmigo han hecho una apuesta no sé si decir valiente. Siento la responsabilidad de demostrar que han tomado la decisión acertada.
Ya se sabe que todo puede llegar a ser arte. En ese dilema, ¿dónde queda la moda?
Es un debate abierto, pero hemos dejado de hablar de ello porque no llegamos a ninguna conclusión. Quizá haya que madurar el debate hasta llegar a las misma conclusiones que con la fotografía o el cine. Pero no hay consenso.
Y los interesados, ¿qué dicen?
Un factor importante en el debate es que casi todos los creadores de moda niegan que lo que hacen sea arte. Casi todos dicen: “Yo no hago arte, hago otra cosa”. A mí me resulta particularmente difícil llevarle la contraria al creador.
Es muy difícil constreñir el concepto de moda.
Porque es muy vasto. Moda son las tendencias, la industria, moda es Balenciaga y Zara y un chándal. Es un fenómeno, una industria de sueños, pero una industria que tiene un enorme componente creativo en los que hay creadores que a partir de lo que expresan producen inquietudes. Hay creaciones de Balenciaga que son más objetos que vestidos, que son los que fácilmente podemos comparar a una escultura o una obra de arte en general.
“Con la moda, hay mucha gente que se siente identificada, pero no intimidada como con el arte en mayúsculas. El público entiende que tiene una opinión”
Es un mundo donde la artesanía, la pompa y el hedonismo se juntan creando algo bello.
Hay muchas respuestas. Lo que sí me molesta es que tengamos que llegar a la conclusión de que la moda es arte para justificar que se exhiba en los museos. Que no se considere arte, no es menos merecedor de ser mostrado en un museo.
¿Va a los desfiles? ¿Aprende?
Voy para intentar entender lo que pasa, lo que rompe, lo diferente. Pero no acudo ni a la décima parte de los desfiles de la Semana de la Moda. Nosotros compramos piezas contemporáneas.
¿También de esta temporada?
El Palais tiene una relación con la revista Vogue, que organiza desde hace seis años una gala anual en beneficio de las colecciones del Galliera con el fin de subrayar la importancia de la moda contemporánea. Con los fondos que se recaudan en la gala, que no es la del Met de Nueva York pero sí muy digna, adquirimos lo que nos ha parecido más interesante de las últimas tres temporadas. También proponemos a muchas casas de moda que nos donen determinadas piezas que ya hemos identificado y nos interesan. Es un sistema que funciona muy bien.
La moda se ha hecho un hueco en museos que antes apostaban por otras artes más clásicas.
Ha habido un boom, estamos los museos que nos dedicamos en exclusiva a ello y somos muy pocos; los de artes decorativas, y luego los del arte contemporáneo a pesar de que no tengan colecciones. Hay un salto cualitativo desde la muestra de Armani en el Guggenheim de hace casi 20 años, que fue un auténtico terremoto y provocó un escándalo. Había quien se preguntaba cómo algo tan frívolo, comercial, efímero, es decir lo opuesto a una obra de arte podía entrar en el museo… todo eso está superado.
Y el público acude en masa....
Con la moda, hay mucha gente que se siente identificada, pero no intimidada como con el arte en mayúsculas. El público entiende que tiene una opinión propia. Es algo a lo que nos sentimos muy cercanos, algo que llevamos literalmente pegado al cuerpo. Y luego está ese componente del espectáculo, de quien lo ha llevado, su historia, la del creador, o una ocasión histórica en que fue protagonista…
“A mi padre siempre le pareció fantástico el cambio que hice de la política a la moda; a mi madre, más prudente y la racional de la familia, le sorprendió más”
En la película Midnight in Paris, Owen Wilson se traslada cada noche a los locos años veinte. Allí conoce a Marion Cotillard, que en cambio suspira por L’âge d’Or de Lautrec y Gauguin. ¿Y usted?
A mí me gustaría vivir en el periodo de entreguerras y hasta 1939. Durante la guerra, mucha gente se refugió en Biarritz, allí tampoco me importaría vivir. En esa vida hubiera sido muy difícil hacer lo que hago, pero siempre hubiera intentado ser historiadora. Si me tengo que definir, eso es lo que soy.
¿Cómo se pasa de la London School of Economics a la Courtauld?
Solicitando plaza (ríe). Es cierto que ambas universidades están muy cerca. En realidad ya tenía una cierta tendencia, una inquietud: había ido a exposiciones al Victoria and Albert y había conocido a un amigo que hacía el máster en Historia del Arte en la Courtauld.
¿Fue una visita a una librería lo que la convenció?
Fui con mis padres a la Portrait Gallery y en la tienda había una sección dedicada a la moda que me llamó poderosamente la atención.
¿Antes soñó con la política? ¿Se veía tras los pasos de su padre?
A mi padre siempre le pareció fantástico el cambio de la política a la moda, pero a mi madre que es más prudente y la racional de la familia, le sorprendió más. Era una disciplina de la que nunca había oído hablar. Y le resultaba extraño. Cuando le enseñé todos esos libros, le dije “mira amá”, y efectivamente, ella se acuerda de ese momento y me lo recuerda a menudo: “Pues sí, esto es un mundo que no conocemos y que es maravilloso”.
¿Y su padre? ¿Quería que siguiera sus pasos?
No, a ver… mi padre… bastante tenía ya como para que sus hijos se dedicaran a la política. No era algo que deseaba, pero sí disfrutaba de que compartiéramos una visión y una pasión intelectual, pero para nosotros la historia, la política, las relaciones internacionales formaban parte de una misma inquietud. Él era un historiador frustrado.
En realidad, la historia del vestido es una manifestación política a lo largo de los siglos.
Sí, la relación es infinita, es un temazo. La raíz política en la moda es muy importante, un componente de protesta. Las diferentes modas se ha empapado de las distintas épocas y han reflejado o ideologías o conflictos o momentos históricos concretos y por otra parte también usamos las prendas para expresar identidad, que también es política. Si uno es muy militante encuentra fórmulas para vestirse en línea con lo cree o contra quienes se quiere expresar. Y luego está la simbología que algunas prendas han adquirido como sinónimo de lucha.
El hashtag de su twitter lo dice todo: #BetiBalenciaga. Beti es siempre en euskera.
Sí, no acabo de investigar sobre él. Balenciaga es importante porque es uno de los grandes del siglo XX desde la perspectiva de la moda como expresión artística y también técnica porque era un gran maestro de la costura: la mayoría de modistos no sabían coser. Chanel ya decía que el único modisto era él auténtico, el más innovador. Dominaba el proceso desde el principio a fin, la concepción, el patrón, el montaje, la costura. Hacía cosas que respondían a las necesidades de sus clientas o cosas que respondían a las suyas, a la vía creativa.
Como en tantas facetas, a la mujer le cuesta más. Incluso triunfando, grandes diseñadoras como Jeanne Paquin o Madeleine Vionnet han caído en el olvido con el paso de las décadas..
Estoy de acuerdo. Las mujeres que se dedicaron a la moda, a la alta costura, les costó más y el paso del tiempo ha desvanecido su memoria más que a sus hombres.
Es curioso, porque mucha gente cree, por defecto, que Lanvin o Schiaparelli eran hombres...
Sólo unos pocos se acuerdan de que no. Sí, Lanvin o Schiaparelli eran señoras. Galliera, que da nombre a este palacio era una duquesa. La primera moda que se consideró excepcional fue la alta costura de los cincuenta y esos nombres siguen siendo Balenciaga, Dior... Y sin embargo, el periodo más revolucionario en cuanto al cuerpo y la silueta se produce en ese periodo de entreguerras y las innovadoras fueron mujeres: Vionnet, Chanel, Augusta Bernard... Eso ya ha cambiado y va a cambiar más. En realidad, en la moda está todo por descubrir
Del plástico al celofán
Ahora mismo el glamur brilla por su ausencia en uno de lo museos con más lentejuelas (literales y metafóricas) del mundo. En los muros trepan los andamios. Adentro, el plástico recubre todo. Miren Arzalluz sueña con que lo sustituye por el celofán. Durante meses, los martes, se ha puesto el casco para ver cómo iban las obras. En su despacho no lo lleva... y eso que las vigas que diseñó Eiffel le pasan a milímetros de la cabeza. “Tengo la altura justa para no darme con el forjado, como no llevo tacones normalmente...”. El día de la entrevista no baja a los sótanos sino que sube al tejado. Sesión de fotos. Luz intensa. Aguanta la tortura con elegancia y cruza los brazos tal vez diciendo “aquí estoy yo”. Y sería comprensible porque ha hecho mucho en poco tiempo. Aunque quizás esté pensando: “A ver si esto acaba de una vez”.