Se requieren todas las uvas de una cepa para servir una sola copa de uno de los vinos dulces más afamados del mundo, el icónico Château d’Yquem. Ya disfrutaban de este vino blanco de Sauternes (Burdeos) reyes y zares, y también personajes cono Napoleón Bonaparte, Marcel Proust o Iósif Stalin. Thomas Jefferson documentó que, después de probar un Château d’Yquem, el presidente George Washington encargó inmediatamente 30 docenas de botellas.
Una sola botella ronda el precio de unos 620 euros, aunque en 2021 el coleccionista Christian Vanneque, propietario de un restaurante en Bali (Indonesia), llegó a pagar en una subasta hasta 84.700 euros por una botella de la añada 1811. Este Premier Cru Supérieur Classé de la denominación Sauternes Contrôlée suma ya 400 años de trayectoria. Desde la bodega explican que “la historia del Château d'Yquem es como una novela, una saga épica llena de acontecimientos y personalidades pintorescas que abarca más de cuatro siglos”.
Vino de reyes y zares
El presidente George Washington encargó 30 docenas de botellas después de probar un Château d’Yquem
La distribuidora Primeras Marcas ha ofrecido en Barcelona una memorable cata vertical de esta joya líquida perteneciente, desde finales del siglo XX, al gran grupo del lujo Louis Vuitton Moët Hennessy. Se han podido degustar botellas de las añadas 1983 (extraordinario, con una grandísima acidez), 1990, 2005, 2013, 2015 (muy interesante) y 2020 (que salió al mercado el pasado 23 de marzo).
Son vinos que se ofrecen a precios de hasta 1.600 euros. También se ha podido catar la añada del 2016 de su vino Y (pronunciado ee-grek en francés). El clima no les ha permitido siempre poder elaborar Château d’Yquem. No se produjo en las añadas de 1910, 1915, 1930, 1951, 1952, 1964, 1972, 1974, 1992 y 2012.
El placer de degustar Yquem es difícil de describir, como se reconoce desde la misma bodega. Y es que ofrece una gran variedad de sabores bien equilibrados que generan aún más armonías y complejidades con el tiempo. Se afirma desde Château d'Yquem que la impresión que queda recuerda a una cita de Frédéric Dard: "el silencio que sigue a una pieza de Mozart, en la que el oyente queda impregnado de la música".
Esto refleja el hecho de que permanece en el paladar por un tiempo notable. Para describir el posgusto tremendamente largo de Yquem se hacen servir de la expresión francesa “il fait la queue du paon” (se extiende como la cola de un pavo real). El director de Primeras Marcas, Philippe Eberlé, afirma que “Yquem es la quintaesencia de los vinos de Sauternes: un magnífico equilibrio entre complejidad y acidez que nos ofrece vinos absolutamente deliciosos”.
Yquem es la quintaesencia de los vinos de Sauternes: un magnífico equilibrio entre complejidad y acidez ”
Yquem exhibe notas que van desde el albaricoque (orejón), el membrillo, el dátil, la miel o la almendra al higo, la rosa, el lichi, la cáscara de naranja amarga o mandarina, la vainilla, el azafrán o el café en grano tostado. Las cosechas jóvenes de Yquem se disfrutan mejor, según la bodega, servidas a 9°C, mientras que es preferible servir las más viejas a una temperatura de 12°C. En las mejores añadas tiene un potencial de envejecimiento de más de un siglo.
La propiedad es extensa. Está situada en una colina donde también se levanta el castillo que le da nombre. Cuentan con 104 hectáreas plantadas de viñedos en suelos arcillo-arenosos con piedras calizas, con sémillon en un 80% y sauvignon blanc en el 20% restante. Durante la edad media la propiedad perteneció al rey de Inglaterra, que también era duque de Aquitania en ese momento. En 1453, el suroeste de Francia volvió a quedar, gracias a Carlos VII, bajo el dominio de la corona francesa.
Un siglo y medio después, en 1593, un descendiente de una familia noble local, Jacques Sauvage, recibió la propiedad feudal de Yquem. Los archivos del departamento de Gironda, así como los del castillo, muestran que en esta época ya existían prácticas vitivinícolas especiales y vendimias tardías. Unos años más tarde, la familia Sauvage construyó el château y se dedicó pacientemente a plantar el viñedo actual, parcela a parcela. La familia se convirtió en propietaria total de Yquem en 1711, durante el reinado de Luis XIV (cuando ya habían recibido el estatus de nobles).
En 1785, Françoise Joséphine de Sauvage d'Yquem se casó con el conde Louis Amédée de Lur-Saluces. Tres años después, en 1788, el conde falleció tras un accidente de equitación. Su joven viuda se convirtió así en cabeza de familia y mostró una perspicacia extraordinaria en el manejo de la propiedad. El vino ya era muy apreciado por famosos conocedores de la época.
Acérrima opositora a los excesos de la Revolución Francesa y encarcelada en dos ocasiones, Françoise Joséphine logró conservar la propiedad familiar y hacer prosperar a Yquem. Construyó una nueva bodega en 1826 con su mayordomo Garos, un paso audaz en la época, transformando la finca en un verdadero negocio y desarrollando su reputación internacional.
Cuentan que, en otoño de 1847, el marqués de Lur-Saluces fue invitado por el zar de Rusia a una partida de caza y antes de partir dio instrucciones de no recolectar nada en su ausencia. El invierno ruso hizo que la partida de caza se prolongase durante varias semanas. Cuando el marqués pudo regresar a su propiedad se encontró con la sorpresa de que todo su viñedo había sido afectado por la conocida como podredumbre noble, causada por un hongo patógeno (Botrytis cinerea) que había deshidratado sus uvas. Al prensarlas se obtuvo el dulce elixir de Château d’Yquem.
Detrás de la podredumbre noble: se requiere humedad para desarrollar el hongo y viento para secarlo”
El director técnico de la bodega, Lorenzo Pasquini, afirma que “la gente conoce poco y mal la magia que hay detrás de la podredumbre noble: se requiere humedad para desarrollar el hongo y viento para secarlo”. Se combina, pues, un conjunto único de condiciones climáticas y geológicas para formar un raro equilibrio. Todo ello lleva las uvas “a otro nivel de complejidad, con una gran capacidad de viajar en el tiempo”. Además del azúcar y la acidez, Pasquini remarca los toques salinos y amargos.
Yquem pasó por un largo período de prosperidad en la segunda mitad del siglo XIX. En 1859, el gran duque Constantino, hermano del zar Alejandro I de Rusia, gastó 20.000 francos en un barril de 900 litros de Yquem, es decir, casi cuatro veces el precio vigente en ese momento. Japón, que se abrió al comercio exterior durante la dinastía Meiji, también descubrió los placeres de Yquem. Hay constancia de que en la zona de Sauternes ya a finales del siglo XVII se producían vinos dulces, pero no está claro si estos vinos eran botritizados.
Se cree que el poco atractivo de un vino producido a partir de uvas podridas podría haber llevado a los productores a ocultar su origen. Todo cambió a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la producción de vino dulce botritizado en Tokaj (Hungría) empezó a ser ampliamente aceptada en el mercado. Entonces se comenzó a hablar abiertamente de la podredumbre noble en el viñedo de Sauternes, cuya reputación pronto se elevó hasta rivalizar con la de los vinos dulces de Tokaj.
Su producción se sitúa solo entre los 9 y los 10 hectolitros por hectárea. Todo en Château d’Yquem gira alrededor de un trabajo meticuloso, tanto en el viñedo como en la bodega. En la época de vendimia, un equipo de hasta 150 personas trabaja entre 6 y 8 semanas, ya que la recolección manual se realiza grano a grano. Solamente se vendimian las bayas sobremaduradas, repitiéndose este proceso hasta 11 veces en una sola cepa. La fermentación se prolonga entre cuatro y seis semanas, y la crianza es de más de dos años en barricas nuevas de roble francés.