Porno inmobiliario: por qué nos gusta ver casas que nunca nos podremos comprar

Análisis

Fisgonear casoplones que jamás nos podremos permitir es el nuevo deporte

Nos permite escapar de nuestras ordinarias vidas y fantasear con otros escenarios de lujo donde seríamos más felices y delgados. ¿Es bueno? ¿Es malo? Es adictivo

'Deconstruction', obra del fotógrafo Zachary Balber, que durante años trabajó para agencias inmobiliarias de Miami y en su proyecto paralelo 'Intimate Stranger'

'Deconstruction', obra del fotógrafo Zachary Balber, que durante años trabajó para agencias inmobiliarias de Miami y en su proyecto paralelo 'Intimate Stranger'

Zachary Balber

“208 metros cuadrados… Exterior… Cinco habitaciones… Tres baños… Despacho, salón, comedor… Garaje… Conserje las 24 horas… Más de un millón de euros. ¿Cómo te quedas? Ya veo, te has puesto como una moto”. La cita es de un artículo del escritor Isaac Rosa para Diario.es donde cuenta su adicción –larga y crónica, le ha durado 15 años– de mirar pisos que no se puede permitir.

En una entrevista le preguntaron a Sofia Coppola qué hacía para relajarse: “Me tomo una copa de vino mientras hago porno inmobiliario en las páginas de The New York Times”, contestó sin pudor alguno.

8 de cada 10 usuarios del portal Idealista fantasea con viviendas de lujo para relajarse

Tengo una amiga que suele sortear el estrés de su visa a fin de mes mirando en Idealista villas de más de un millón de euros en la costa mediterránea. ¿Se va a mudar de comunidad autónoma? Para nada, pero le gusta fantasear con otra vida y, sobre todo, con otra cuenta corriente. El porno inmobiliario (encontrar alivio mirando casas de altísima gama que uno nunca se podrá permitir) es un fenómeno democrático y aspiracional que está por encima del éxito y las clases sociales.

Precisamente una encuesta del portal Idealista ha puesto cifras al estado de la cuestión en España. Una encuesta entre sus usuarios asegura que 8 de cada 10 ha utilizado sus servicios para “fantasear con viviendas de lujo con el único objetivo de curiosear y relajarse”. La mayoría de los encuestados (84%) reconoce hacerlo una vez a la semana, pero hay un 18% que se engancha al porno inmobiliario varias veces al día. Las casas que disparan las fantasías son, según Idealista, los áticos urbanos de diseño (26%), las mansiones con piscina (22%), las villas en la costa (22%) y los cortijos con terrenos inmensos (16%).

Entre 2013 y 2019 Zachary Balber fue contratado por algunas de las más notables agencias inmobiliarias de Miami para tomar imágenes de propiedades en venta. Tras un periodo de carencia para evitar problemas legales, nació 'Intimate strager'

Entre 2013 y 2019 Zachary Balber fue contratado por agencias inmobiliarias de Miami para tomar imágenes de propiedades de lujo en venta. Así nació 'Intimate strager'. Titulada 'Back to back two back'

Zachary Balber

Mientras se admiran luminosos áticos de tres millones de euros la vida experimenta un upgrade –como cuando en el último minuto te sientan en la cabina de business con un billete de clase turista, y te sientes un elegido de los dioses–. De repente nos sobra espacio, tenemos un vestidor enorme, pasamos la tarde en un gran jardín, somos felices viendo los atardeceres desde la terraza, y nuestros problemas desaparecen cuando nos apoltronemos en un salón diáfano con tres sofás nude, todos italianos y ninguno de ellos pegado a la pared.

La ansiedad y la tensión arterial se reducen. Normal. La proyección habitacional genera bienestar y es barata, casi gratis si descontamos la conexión a internet. Por unas horas no solo fantaseamos con otras vidas, sino que nos instalamos en ellas por unos días.

El porno inmobiliario nos permite imaginar una vida en la que todo es tan perfecto como el escenario”

Pablo LópezCasa Josephine Studio

“Es adictivo –reconoce Pablo López, de Casa Josephine Studio–, no solo miramos casas inalcanzables para vivir, sino terrenos donde construir. Es una forma sencilla de ficción escapista que nos permite imaginar una vida en la que todo es tan perfecto como el escenario, pero no creo que sea una actividad estéril, nos ayuda a definir nuestro ideal de belleza y es una manera de educar el gusto”.

Hemos alcanzado el paroxismo de esta adicción colectiva con los realities inmobiliarios que nos programan las plataformas, donde los agentes –tan guapos que parecen que han superado cuatro castings para vender un piso–, nos cuentan sus dificultades para complacer las expectativas de los ultrarricos y nos enseñan con prolijidad las mansiones que sus clientes descartan. También nos muestran sus miserias y dramas. Y hay que reconocerlo, nos encanta pensar aquello de que los ricos también lloran, aunque lo hagan en un Lamborghini o desde una villa en la Toscana.

'Avedon Smiles' de la serie de 150 fotografías 'Intimate strager' del fotógrafo Zachary Balber, que se expuso en la Art Week and Art Basel Miami Beach el pasado mes de febrero

'Avedon Smiles' de la serie de 150 fotografías 'Intimate strager' del fotógrafo Zachary Balber, que se expuso en la Art Week and Art Basel Miami Beach el pasado mes de febrero

Zachary Balber

Nuestra malsana curiosidad también se satisface cuando fantaseamos con que si tuviéramos ese casoplón lo hubiéramos amueblado mejor, no hubiéramos puesto esa lámpara y, desde luego, quitaríamos esas cortinas. Los realities inmobiliarios nos enseñan que en las mansiones de los ultrarricos no se arriesga y se va a lo genérico. Con un millón de euros revestirán su cocina con el mármol más feo, invertirán en el perro azul de Jeff Koons o en el sofá Togo de Ligne Roset. Somos pobres pero tenemos buen gusto, ¡ese tipo de premio de consolación nos sienta tan bien!

Las plataformas producen series que nos enseñan hasta el último baño de las casas de los famosos. Lo sabemos todo del chalet de Georgina y de la mansión de Kendall Jenner, nuestras pupilas están saturadas de infinity pools y de bañeras exentas. Le podríamos llamar también porno de la riqueza, y en eso fue un maestro insuperable Truman Capote, que probablemente diría que las casas son un indicador ambiguo del dinero, que hay que mirar otras cosas. Su buen ojo lo llevo a alcanzar la máxima destreza sociológica y a formular su magistral sentencia: “lo que distingue a los verdaderamente ricos de los simplemente ricos es el tamaño de sus verduras: los muy ricos siempre sirven las zanahorias diminutas y los guisantes microscópicos”. Mirando esas casas, Capote diría pegando un respingo: “Bah, las islas de mármol de la cocina se pueden pagar a plazos”. 

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