Vivir en in iglú. En el palacio de Buckingham. En una habitación dedicada a la actriz Farrah Fawcett o en una casa subterránea con piscina y un jardín de plástico y rocas que nunca verá la luz. Estas son cuatro de las propuestas editoriales de la revista Nest, que se publicó en Estados Unidos de 1997 a 2004. Eran los años del auge de las revistas de decoración: esa época antes del crack provocado por las hipotecas basura, en la que millones de personas hojeaban sus páginas satinadas en busca de inspiración para decorar sus primeras o segundas residencias.
Sin embargo, los contenidos de Nest poco o nada tenían que ver con los de las clásicas publicaciones especializadas en interiorismo. Su editor, Joseph Holtzman, era un joven artista rebosante de curiosidad que sentía una especial querencia por lo inusual. Por ello, Nest se considera, entre otras cosas, precursora de las revistas indies, además de una de las publicaciones más sorprendentes que han existido. Como ejemplo, el artículo de portada de su primer número, dedicado a la habitación en New Jersey de Raymond Donahue, un fan de la actriz Farrah Fawcett. Donahue estaba obsesionado con ella desde niño y empapeló su cuarto con portadas en las que aparecía la que fue sex-symbol de los 80. De su experiencia con el equipo de Nest recuerda las muchas horas que se pasaron haciendo fotos y la repercusión que tuvo aquel primer número.
Porque el que los contenidos fueran atípicos no significaba que el trabajo detrás de cada uno de los veintiséis números que se publicaron no fuera exhaustivo. Tanto en el aspecto visual como en los textos. Entre los colaboradores de Nest hay fotógrafos y autores de primera fila, como Robert Polidori, Catherine Opie, Nan Goldin, Patti Smith, John Banville, Muriel Spark e, incluso, el conde Charles Spencer, que además de ser hermano de lady Diana es periodista.
Las grandes casonas británicas también encontraron su espacio en la revista, con artículos dedicados al palacio de Buckingham, fruto de la compulsión decorativa del rey Jorge IV o a la mansión en la campiña del séptimo marqués de Cholmondeley, explicada al más puro estilo ¡Hola!.
En Nest se mostraron las casas de los más ricos y de los más pobres e ignorados. Como las celdas de cuatro internas en una prisión de mujeres de Nuevo México, el interior de un orfanato en Rusia y una cabaña construida con cajas de Coca-Cola en Harlem. A los artistas y diseñadores también se les dio su espacio: la revista mostró la casa de Louise Bourgeois en Nueva York y la de Cesar Manrique en Lanzarote y recuperó un fabuloso reportaje sobre el palacio romano del pintor Cy Twombly.
También mostró a sus lectores los salones (obviamente rococó) de la casa en Las Vegas del pianista Liberace, el interior de un submarino de la Navy y la vivienda que una vecina de Annandale, Virginia, compartía con ciento catorce gatos. Las cosas se hacían, literalmente, por amor a la singularidad, al arte y la imaginación, aspectos que se cuidaban en cada número. El marketing no existía, pero sí la ironía. La revista cambiaba constantemente de formato e incluía desplegables, perforaciones en sus páginas, detalles metálicos e, incluso, algunos toques de purpurina.
Cuando, en 2007, Nest dejó de editarse por puro cansancio de su director, ya se había convertido en una revista de culto. Más de una década después, la editorial Phaidon publica un libro dedicado a ella: The Best of Nest, editado por Todd Oldham, fotógrafo y ex diseñador de moda, que fue colaborador. Con más de quinientas páginas, el libro recopila algunos de los mejores reportajes de una publicación rebosante de creatividad que, sin pretenderlo, se convirtió en un éxito rotundo.
'The Best of Nest. Celebrating the Extraordinary Interiors from Nest Magazine'
Todd Oldham. Editorial Phaidon. www.phaidon.com