Tres directoras creativas que pilotan las tendencias en el mundo del diseño
Interiorismo
Cassina, Artemide y Vitra confían en mujeres para la creación y desarrollo de nuevos productos
El siglo XXI consolida la presencia de la mujer en el mundo del diseño. Entre las pioneras se encuentran tres diseñadoras nacidas a final de los años 50 y principios de los 60, justo cuando esta disciplina y la industria que la respaldó daba sus primeros pasos. Son Patricia Urquiola, Hella Jongerius y Carlotta de Bevilacqua, al frente de la dirección creativa de las empresas Cassina, Vitra y Artemide, respectivamente.
Cargo y función que compaginan con el desarrollo de sus propios proyectos de mobiliario, color e iluminación. Es decir, los elementos básicos para construir un espacio a habitar. Su trabajo, al margen de modas, anuncia lo que está por venir. Hemos hablado con ellas para conocer cómo ven el futuro próximo. Más allá de su particular enfoque, todas coinciden en un diseño más consciente respecto al medio ambiente, con implicación emocional y significado para el usuario.
Se diseñará para un uso global, respetando la cultura del origen de los materiales, técnicas y tecnologías”
Todos los diseños de Patricia Urquiola desprenden vigor, similar al que hace gala su autora. Un aroma sofisticado e inédito y, a la vez, familiar, de confort evocador. La reconocida creadora española afincada en Milán, como directora de arte de la prestigiosa Cassina es la encargada de proponer una nueva narrativa para una empresa histórica del diseño, fundada hace 93 años. Entre sus misiones: destacar el fondo de los grandes maestros del siglo XX, con más de 600 prototipos, (Le Corbusier, Wright, Perriand, Ponti, Magistretti), coordinar a los consagrados contemporáneos (Bellini, Starck, los Bouroullec) y apostar por nuevos talentos.
Urquiola prevé cambios sustanciales en los próximos años: “Se diseñará para un uso global, respetando la cultura del origen de los materiales, técnicas y tecnologías. Los límites entre espacios públicos y privados, interiores y exteriores o funciones de usos, serán cada vez menos rígidos”. Opina que se prestará mucha atención a los materiales, a cuantas y que vidas puede tener un producto, a la calidad percibida, no solo tangible sino emocional. Y “se deberán crear nuevos sistemas para compartir productos, adaptando a nuestras necesidades volubles las distintas herramientas que requerimos para vivir”.
Urquiola afirma que lo que le mueve a diseñar es dar respuesta a problemas prácticos, pero también empáticos. Siempre comienza desde cero y no da nada sentado, observando a las personas y las cosas desde un punto de vista inusual. Su curiosidad innata encuentra inspiración en las interconexiones. “Creo firmemente en las contaminaciones positivas que se generan entre disciplinas creativas, desde la moda hasta el teatro, la música, el cine y el arte. La mente nunca deja de diseñar y cada estímulo es importante”.
También forma parte, junto a Starck o Dordoni, de la novedosa colección para jardines y terrazas con la que Cassina se estrena esta temporada. La intención: llevar el mismo confort de los espacios interiores al exterior, creando un hilo conductor entre ambientes. Su Trampoline, que define como una love bed, es una cama de día de 2 metros de diámetro con un baldaquín inspirado en los trampolines elásticos. Un guiño juguetón y algo escenográfico para disfrutar de los espacios al aire libre.
El azul aplana, incluso parece hueco; el amarillo sobresale y puede hacer las superficies más esféricas; el verde es estático y el rojo dinámico”
Pionera en investigar el color y su aplicación al mobiliario, es quien ha construido la biblioteca de color y materiales de la renombrada Vitra, para adaptarse a las creaciones de diseñadores contemporáneos como Jasper Morrison, los Bouroulec o Konstantin Grcic. Y también actualizar los grandes referentes con que cuenta la firma suiza (Eames, Panton, Prouve). Su trabajo se centra en como el color influye en una forma. “El azul aplana, incluso parece hueco –apunta-. El amarillo sobresale y puede hacer las superficies más esféricas. El verde es estático y el rojo dinámico. Con color es posible dar la vuelta a una forma. Pero hay mucho más: el color es arte, es ciencia, el color es un material, es un tema inmenso con múltiples estratos”.
Su libro No tengo un color favorito es una declaración de principios. Y una necesidad de rebelión contra los colores planos de la industria. “Echo de menos, por ejemplo, la pizca de pigmentos rojos en la mayoría de fórmulas de verde, que le dan la intensidad y vida”. Jongerius aduce que la mezcla que hace el pintor artista de esos dos colores es más sensible a los cambios de luz. Una inestabilidad que no gusta a la industria, denominada metamerismo. Pero que ella ve como ventaja, reivindica y denomina “colores que respiran con la luz”.
La diseñadora holandesa, con estudio en Berlín, puntualiza que no trabaja con tendencias de color. Sino que pregunta a la gente como es la luz que tiene en su casa, de mañana o de tarde, a qué horas del día está allí, si prefiere los oscuros o los luminosos, o en que parte del mundo vive. “Todo esto influye en como los colores funcionan para alguien” remarca. Tampoco cree en la moda para el hogar, sino en muebles con una larga vida útil, y en el llamado consumo consciente, más allá de lo “nuevo”.
Ve el diseño como un acto de equilibrio entre lo ausente y lo presente. Precursora de entreverar lo artesanal en los procesos industriales, desde sus inicios su motivación ha sido devolver la escala humana a los objetos que nos rodean. “Con ese rastro de humanidad nos conectamos más a ellos. Al deseo de mantenerlos más tiempo, de repararlos y limpiarlos”. Primero lo denominó imperfecciones. Una etiqueta que hoy ve banalizada, por lo que prefiere hablar de calidad. “Es el oxígeno lo que busco. Su capas, la longevidad, la cultura, la energía de un producto”.
El verdadero valor del diseño italiano es ser capaz de crear una economía del conocimiento a través de la belleza y la emoción”
Fascinada por la luz desde que era estudiante de arquitectura, como directora ejecutiva de Artemide Carlotta de Bevilacqua pone el énfasis en la investigación. Las 29 patentes de invenciones aplicadas a más de 40 productos de su catálogo, durante los últimos cinco años, así lo corroboran. Para ella el ámbito de la iluminación va más allá de diseñar lámparas y tras la revolución Led nos acercamos a la revolución fotónica. “La luz hace visible lo invisible, pero también es capaz de transportar datos e información”. De ahí que, además de productos, la pionera empresa italiana dispone de una nueva generación de herramientas y software como Geo Li-Fi o la aplicación con función de Ritmo Circadiano.
“El diseño de la luz se tornará paramétrico –observa- y definirá una nueva interacción entre el ser humano y el espacio”. Pone como ejemplo el sistema Discovery de Ernesto Gismondi que traduce innovación en percepción emocional. Un elemento totalmente desmaterializado adquiere volumen solo cuando se enciende, revelando una presencia llamativa y una emisión de luz adecuada para cada caso, incluso espacios de trabajo. Puede emitir luz blanca y de color, y es el usuario quien crea sus escenarios personales.
“La luz en la construcción de espacios –señala- involucra a los humanos en varios aspectos: perceptivo, comunicativo, emocional, psicológico e incluso fisiológico”. Recuerda que hoy más que nunca es fundamental para el diseño respetar los recursos limitados del planeta. “Por ello nuestros productos logran el mayor rendimiento a través del uso mínimo de materiales durante la producción y el consumo mínimo durante el uso”.
Es rotunda cuando se le pregunta por sus fuentes de inspiración: “¡La ciencia! Sobre todo es una visión, pero también una investigación rigurosa que abre nuevas fronteras y perspectivas de futuro. Es lo que necesitamos para diseñar mejores alternativas a lo existente”. Aborda el diseño como investigación y cultura. Como la convergencia de la innovación tecnológica constante, el pensamiento científico y el enfoque humanista. “Es el verdadero valor del diseño italiano, capaz de crear una economía del conocimiento a través de la belleza y la emoción de productos innovadores como respuestas a nuestra necesidades del mundo real. Y esto prospera con un enfoque interdisciplinar, profundamente arraigado en la historia italiana desde hace siglos”.