En el imaginario de la crianza hay dos escenas genuinamente españolas. Una es la de los padres-bocadillo; esos progenitores que sostienen pacientemente la merienda del hijo con el fin de que la ingiera, no sea que sufra de inanición por no hacerlo. La otra son esos padres y madres que, ante la mínima brisa, persiguen a la prole con la chaqueta, la bufanda, el jersey o la prenda de abrigo que se tercie. El acicate de esta urgencia es uno de nuestros miedos más arraigados: que la criatura pase frío o, aún peor, experimente lo que popularmente se conoce como un “golpe de aire”.
Junto al corte de digestión, el golpe de aire es uno de esos conceptos que lleva décadas salpicando las infancias de los niños españoles. Y aunque el primero está en franco retroceso, el segundo sigue gozando de una excelente salud. Sorprendentemente, en un país de clima templado, con inviernos cada vez más suaves y veranos más y más tórridos es el frío, no el calor, uno de los grandes temores de los padres.
Este miedo al resfriado, la gripe -u otra enfermedad-, por experimentar el viento o una temperatura menor de dieciocho grados está muy arraigado. Y en tiempos de pandemia, en los que la mejor receta contra el contagio es procurar una ventilación sostenida en las aulas (incluso en los días más fríos), la desazón nos invade.
Quien esto escribe también ha perseguido a sus retoños con el jersey por el parque (seguramente, porque a su vez fue perseguida por su madre y su madre, por su madre, y así hasta el inicio de los tiempos). La del “¡ponte la chaqueta!, vas a constiparte” es una frase que, invariablemente, se topa con la respuesta “¡Pero si NO tengo frío!” de la criatura objeto del abrigo.
Los niños toleran mejor las bajas temperaturas. Su confort térmico se alcanza a temperaturas más bajas que las de los adultos”
Y esta negativa no es rebeldía infantil sino algo natural: los niños tienen menos frío que los adultos. Así lo recalca el doctor Juan Antonio Ortega, de la Asociación Española de Pediatría (AEP): “Los niños toleran mejor las bajas temperaturas. Su confort térmico se alcanza a unas temperaturas más bajas que las de los adultos y por eso nos sorprende que nos digan que tienen calor, que no quieren ponerse más ropa”. Esto, añade, ocurre por una característica propia de la infancia: “Su temperatura corporal central es más elevada y a tasa metabólica, mayor”. Es decir, los niños consumen más energía por unidad corporal y eso hace que su temperatura sea más elevada y toleren mejor el frío.
Así que, a excepción de los niños muy pequeños (“ellos sí son extremadamente vulnerables y pierden rápidamente el calor”, dice Ortega), los niños en edad escolar son mucho más resistentes de lo que pensamos. “También, ellos se mueven más”, nos recuerda.
De hecho, insiste este experto, más que al frío, los niños son mucho más vulnerables a los aumentos bruscos de temperatura. El golpe de calor sí que es una amenaza que tener en cuenta: “En nuestro país las muertes de niños por golpes de calor son más importantes. En la etapa infantil, sobre todo, lo que se ven son hipertermias”. Por contra, las hipotermias en niños son rarísimas: “Solo en algún caso de recién nacidos, que han tenido un parto urgente y no han sido cubiertos a tiempo”.
Y ¿qué ocurre con el “si te enfrías, te constipas”, otro mantra de nuestra crianza? “Si te enfrías te constipas… ¡Si hay virus! Si no, no”, responde el pediatra. “El problema de los virus es que estén o que no estén. Y si estás al aire libre, la dilución del aire hace que prácticamente no estén presentes ni la covid ni cualquier otro virus respiratorio”.
Que corra el aireRecomendaciones de la Asociación Española de Pediatría
1La ventilación natural tiene que ser constante y continua. No vale abrir y cerrar unos minutos, al inicio y al final de la clase, como se señalaba hace unos meses.
2En invierno se puede conseguir un ambiente agradable y una calidad óptima del aire dentro del aula manteniendo una apertura de ventanas de unos 15-20 cms.
3En los días ventosos será suficiente con una apertura de las ventanas de entre 3 y 10 cm.
4Los alumnos, aquí sí, van a tener que abrigarse. Es importante destacar que protegen más el número de capas que el grosor.
5En los días fríos, ingerir más calorías y tomar bebidas calientes ayudan a mejorar el nivel térmico.
6La AEP recomienda un sensor para medir el nivel del CO2 del aula. Este no debería pasar de 700 partes por millón (500 ppp sería el óptimo). “Y eso se hace jugando con esa apertura parcial de ventanas que, en el 95-97% de las ocasiones, es suficiente”, resume el doctor Ortega.
Juan Antonio Ortega es el coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la AEP. Esta organización acaba de lanzar, junto a la Concapa (la Confederación española de padres y madres del alumnado), una campaña a favor de la ventilación natural en las aulas para prevenir la Covid. Un gesto sencillo que, insiste Ortega, funciona muy bien: “Está comprobado que el riesgo de transmisión del virus es veinte veces menor en espacios abiertos o en áreas ventiladas”. La ventilación natural, asegura, es mucho más efectiva que la instalación de los filtros HEPA para purificar el aire: “Eso es llenar de trastos los coles”, dice.
Sin olvidar que “gracias a la mejora de la ventilación y a la calidad del aire, en las aulas no solo no va a haber covid sino, también, ni gripe ni otros virus respiratorios”. Las medidas de ventilación, explica el doctor: “Han disminuido un 80-90% las patologías respiratorias que se veían de año en año”. También ha desaparecido “ese olor a hacinamiento, a esa humanidad cargada”, tan característico de la escuela.
Gracias, en gran parte, a la ventilación, los centros educativos no se han convertido en el foco de contagio que se temía al inicio del curso. Pero el frío y el hecho de que muchos colegios opten por cerrar las ventanas (a veces, presionados por los padres), pueden hacer que esto cambie. De ahí la campaña de la AEP, acompañada de un video explicativo , para afrontar el reto de mantener la ventilación natural de las clases a pesar del descenso de temperaturas.
Miedo atávico
Tenemos un miedo casi irracional al frío, un temor que no se da en países donde el clima es mucho más duro
Y, para ello, hay que superar el miedo al frío. Un temor que no se da en otros países con climas mucho menos benévolos que el nuestro. “Sí, es un miedo muy nuestro, casi atávico; que no se explica”, reflexiona el doctor Ortega. Un posible origen serían los coletazos de la teoría miasmática. Esta teoría, surgida varios siglos atrás, sostenía que las enfermedades eran causadas por los miasmas o “malos aires”: efluvios malignos que desprendían los cuerpos enfermos, las materias corruptas o las aguas estancadas y eran transportados por el aire.
Los miasmas pasaron al olvido cuando, a mediados del siglo XIX, Pasteur demostró que los microorganismos son los causa de muchísimas enfermedades. Pero el miedo al golpe de aire persiste y aquí se sigue evitando que los niños jueguen en el exterior cuando caen cuatro gotas, mientras que en el norte de Europa les ponen un chubasquero y… ¡a la calle! “No hace mal tiempo sino que se lleva la ropa inadecuada”, escribió el caminante y autor inglés Alfred Wainwright. En lugares como Escocia se fomenta el currículum al aire libre, que empieza a abrirse paso en España a través de las escuelas-bosque e iniciativas como La escuela a cielo abierto .
Sin embargo, la desconfianza persiste. Los niños, mejor bajo techo y con la calefacción a tope. “Sí, creo que aquí existe una asociación que los espacios cerrados son más seguros”, reflexiona Ortega, que lamenta “la desconexión de la naturaleza” de nuestra sociedad. “Se vive como algo peligroso, sucio, ajeno, no como una oportunidad”. Y, especialmente en tiempos de pandemia, el exterior no solo es el lugar más seguro para jugar, sino que el aire fresco incentiva la concentración y aumenta el rendimiento escolar. “Esta comprobado. Por eso, desde la Sociedad Española de Pediatría instamos a los ayuntamientos a poner los parques urbanos a disposición de las escuelas durante la jornada escolar”. En Murcia ya están en ello. Más de cien escuelas públicas se han adherido al programa Aire Limpio, que incluye medidas como la planificación de la ventilación de las aulas y acondicionar espacios exteriores para realizar actividades educativas al aire libre, como parte de la rutina escolar.