Es habitual que, mientras alguien nos comparte su historia, nuestra mente nos lleve a decir algo así como: “Yo en tu lugar haría esto”. Si empezamos a prestar atención, nos daremos cuenta de cuántas veces llegamos a conclusiones superficiales y precipitadas, sin tener casi información y hablamos desde nuestra propia experiencia en lugar de escuchar realmente al otro.
Sonia Díaz Rois es mentora, coach experta en gestión de la ira y autora de ‘Y si me enfado, ¿qué?’ (2024) y habla de la importancia de que muchas veces creemos que somos empáticos cuando, en realidad, solo estamos siendo simpáticos.

Sonia Díaz, retrato
La experta habla de que es común querer interpretar la empatía, pero que la empatía se escucha. Que en vez de suponer y dar por hecho, debemos preguntar antes. “La empatía exige un esfuerzo consciente por comprender lo que siente el otro sin filtrarlo a través de nuestra propia historia. No se trata de ver el mundo desde nuestra perspectiva y asumir que el otro siente lo mismo que sentiríamos nosotros, sino de intentar comprenderlo desde su propia realidad”, expone Díaz.
Además, la simpatía nos deja en la superficie del problema que tiene la otra persona. Lo que hacemos es reaccionar desde nuestra propia experiencia y hacemos una interpretación de lo que le ocurre al otro y se cae en frases como “te entiendo perfectamente”. “Ahora bien, esto no significa que la simpatía sea negativa.

La empatía y escuchar sin juzgar es fundamental para tener mostrar madurez emocional
De hecho, puede ser un puente hacia la empatía”, confiesa la experta. Además, el hecho de conectar con alguien a partir de una experiencia similar nos acerca ala otra persona, de todos modos, hay una línea muy fina entre entender y proyectar.
Dimensiones de la empatía
En primer lugar, está la empatía emocional, que nos permite sentir lo que experimenta otra persona. Por ejemplo, al ver a alguien llorar, podemos sentir tristeza, aun sin conocer la causa.
En segundo lugar, encontramos la empatía cognitiva, que es más racional y nos ayuda a comprender lo que siente el otro sin necesidad de haberlo vivido. Esta forma de empatía se desarrolla al hacer preguntas y tratar de ponerse en el lugar del otro desde una perspectiva analítica.

Empatía
Por último, está el interés empático, que no solo implica sentir o comprender, sino que nos impulsa a actuar. Es la dimensión que nos motiva a ayudar y generar un impacto positivo en la vida de los demás. “Las neuronas espejo nos hacen sentir; las preguntas nos ayudan a comprender. Y cuando sentimos y comprendemos, podemos actuar con verdadera empatía”, expone Díaz.
Las claves para una empatía real
Observar sin interpretar: No des por hecho lo que siente el otro solo por su expresión o comportamiento. Obsérvalo con curiosidad, como si no tuvieras ni idea de lo que le ocurre.
Escuchar sin interrumpir: Escuchar parece fácil, pero la mayoría de las veces estamos más pendientes de lo que vamos a responder que de lo que el otro dice. Escuchemos con verdadera presencia, sin anticipar nuestra respuesta.
Preguntar sin asumir: No hagamos preguntas condicionadas por nuestra experiencia. En lugar de decir “¿Te sientes así porque...?”, preguntemos “¿Cómo te sientes con esto?”