Jonathan Haidt, profesor de la Universidad de Nueva York: “Para una infancia sin móviles solo hacen falta 4 normas”

Mamás y papás

El experto recomienda a los padres ser reflexivos y tratar de retrasar lo máximo posible la entrega de dispositivos a lo más pequeños

Las redes sociales pueden aumentar el riesgo de problemas de salud mental.

Las redes sociales pueden aumentar el riesgo de problemas de salud mental.

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En esta sociedad de hoy, es casi imposible ver a un adolescente sin su móvil. Da igual dónde miremos, allí estarán, chateando con sus amigos, mirando sus redes sociales, tomándose selfie, grabando vídeos para compartir en Internet. Da igual que estén solos o que estén juntos -porque no hablan entre ellos salvo para compartir sus opiniones sobre mensajes o vídeos-, concentrados como si no sucediese nada más en el mundo exterior.

Una afición por los dispositivos tecnológicos por la que los padres cada vez están más preocupados y, por qué no, alarmados. Los niños cada vez piden antes tener un smartphone para poder acceder a Internet, y muchos no saben cómo reaccionar para no parecer autoritarios: quieren decir “no”, pero también dar la libertad necesaria a sus hijos.

"Un smartphone es un dispositivo multipropósito con el que el mundo puede llegar a sus hijos”, explica Haidt.

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Los problemas de salud mental aumentan, y muchos educadores se aferran a esto para fomentar la prohibición de este tipo de dispositivos entre los más pequeños, que cada vez sienten más la presión social y de sus compañeros, al verse “fuera” del grupo -el famoso FOMO (fear of missing out) o miedo a perderse lo que está sucediendo-, lo que dificulta las relaciones en casa.

Jonathan Haidt, profesor de la Universidad de Nueva York y autor del libro The Anxious Generation (La generación ansiosa), es uno de los principales representantes de un movimiento liderado por educadores que buscan mantener a la infancia sin teléfonos móviles inteligentes. El docente, dada su experiencia, tiene no obstante algunos consejos para los padres que luchan con esta situación en casa, asegurando que para solventar este problema solo se necesitan dos cosas: que los padres trabajen juntos y cuatro sencillas reglas.

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Los niños cada vez son más pequeños pidiendo tener un dispositivo.

Otras Fuentes

“Muchos padres se sienten tan impotentes porque actúan solos, sobre todo al decir “no” a nuestros hijos”, explica Haidt al canal CNBC en el Foro Económico Mundial. “Cuando afrontamos esto como individuos, quedamos atrapados. La única salida es a través de la acción colectiva”. 

Haidt dijo que solo se necesitan “cuatro normas simples” que pueden ayudar a los padres a retrasar la entrega de teléfonos inteligentes a sus hijos y adolescentes. “Dos de ellas necesitan de autoridad paterna, las otras no”, explica Haidt. “Cuatro normas sencillas y si la mayoría de nosotros las ponemos en práctica resolveremos el problema”.

1. No permitir smartphones antes de los 14 años

“Conviene recordar que un teléfono inteligente no es realmente un teléfono. Pueden hacer llamadas telefónicas con él, pero es un dispositivo multipropósito con el que el mundo puede llegar a sus hijos”, señala Haidt. “La solución puede estar en dejarles tener un teléfono sin acceso a Internet”, recomienda.

2. No permitir que los niños accedan a las redes sociales antes de los 16 años

“Las redes sociales son totalmente inapropiadas para menores... Así que nada de redes sociales hasta los 16”, dice Haidt, señalando todas las investigaciones existentes que muestran cómo las redes sociales afectan la confianza de los jóvenes.

3. Los colegios, sin móviles

Para el docente, los centros educativos deberían ser espacios 100% sin dispositivos electrónicos. Una normativa que tendría que venir directamente desde el gobierno. “Lo que estamos viendo es que todos los maestros odian los teléfonos, los niños no pueden aprender cuando están en TikTok, con videojuegos y pornografía durante la clase”, insiste.

4. Promover que los niños tengan más tiempo libre para jugar

Como padres, es su trabajo que su hijo disfrute de su ocio, y es su responsabilidad encontrar espacios donde pueda desarrollar esos juegos, pero en la vida “real”. Haidt insiste: “Los niños necesitan mucho más juego libre e independencia en el mundo real”, asegurando que “tenemos que devolverles a los niños una infancia emocionante”.

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