“30 años de propina”, bromeó Sandra Ibarra. “Como dice mi amigo Jorge Font, la vida no se puede alargar, pero se puede ensanchar. Y no hace falta hacer cosas muy excepcionales”, aseguró. “Si superamos un cáncer, la vida después ha de ser extraordinaria”, matizó en otro momento. Ella supervivió a la enfermedad –con todas sus letras– dos veces. La primera a sus rabiosos 20 años, la segunda a sus también prometedores 27. En ambas, decidió vivir el cáncer, no padecerlo, “aunque hay días insoportables”, aseguró. Y en ambas, también, la médula transplantada de su hermano pequeño consiguió curarla. Ahora, a sus espléndidos 50 años, festeja tres décadas desde el día en que todo se volvió lóbrego. Por suerte, la luz la ciega en el presente y es ella quien quiere alumbrar a los demás.
“Fue un 10 de marzo de 1995. Era viernes y a mi madre le dijeron una frase terrible: “si supera este fin de semana, podemos hablar de tratamiento”. Superé el fin de semana, fueron bien los ciclos de quimioterapia y, al mes, prácticamente la enfermedad había remitido. Me dieron el alta el 7 de abril y, al día siguiente, estaba celebrando, no que cumplía 21 años, sino que había llegado a cumplirlos”, relató. En diciembre de ese mismo año llegó el transplante de médula, gracias a una suerte compatibilidad con su hermano del 99%, y, a los tres meses, estaba haciendo su primer desfile –peluca en cabeza, pastilla en sangre– en esa “pasarela de la vida” que llama ella. El resto se hizo solo.
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Desde la Fundación Sandra Ibarra, trabaja por el bienestar de pacientes y supervivientes de cáncer, lo que ha convertido en su razón de vida.
La modelo curada
“Ese desfile fue noticia. Una modelo de Valladolid que se había curado. ¡Era noticia que te curaras! De hecho, fui la única paciente de mi planta que lo hizo en las dos ocasiones. Salí en algunas revistas, me llamaron muchas periodistas y acudí a programas de televisión para contar que tenía leucemia, que era de Medina del Campo y que me estaba curando en la Seguridad Social, porque los pocos casos que se conocían entonces eran de personas que se habían ido fuera”, contó Sandra Ibarra.
El pasado 28 de octubre, Joana Bonet, directora de Magazine La Vanguardia, volvió a viajar a “Planeta Cáncer: Aquí para vivir”, en el marco de los Diálogos Magazine. Antes lo había hecho junto a Luz Casal en Madrid y Ana Locking en Barcelona. Dos mujeres que, como ella, son supervivientes de cáncer de mama. En esta ocasión, en la tarde de un Bilbao lluvioso, en el Hotel Ercilla, viajó acompañada de la modelo, publicista y creadora de la Fundación Sandra Ibarra, a quien entrevistó delante de las más de 60 pacientes de cáncer de mama que asistieron al tercero de los encuentros organizados por La Vanguardia y Novartis. Una compañía farmacéutica que desea apoyar a sus pacientes, no solo farmacológicamente, sino también tejiendo en torno a ellas una red de cuidados para que puedan vivir mejor durante o tras la enfermedad. Motivos, por desgracia, tienen.
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Un referente. Desde la Fundación Sandra Ibarra, trabaja por el bienestar de pacientes y supervivientes de cáncer, lo que ha convertido en su razón de vida.
Hacia adelante
Más de 35.000 personas son diagnosticadas de cáncer de mama cada año. De ellas, el 30% desarrolla metástasis, variable para la que aún no existe cura. Pero eso no impide vivir mirando hacia adelante. Ese es, justo, el objetivo de Novartis con su proyecto “Aquí para vivir”. Para todas esas mujeres ha elaborado su Guía de ejercicio físico, nutrición, sexualidad y cuidado personal en colaboración con Solti, Geicam, Aecmm, Fecma, Invi, Gepac y Amoh. No hay duda de que el cáncer es la enfermedad de nuestro siglo y por eso Sandra Ibarra también tuvo palabras para los políticos.
“Ayer se publicaron los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que dicen que estamos ya en los 296.000 casos de cáncer al año, que la incidencia sigue siendo muy alta y que hay un 4% de cánceres evitables. Hace falta que invirtamos en salud y no en enfermedades. Esto va de la salud de todos y no de beneficencia. De trabajar por el bien común y por la calidad de vida de las personas”, recalcó.
La vida no se puede alargar, pero se puede ensanchar
“Escuela de Vida”
Ella hace ya un tiempo que ha puesto empeño en esto. Fue unos años después de superar su segunda leucemia cuando decidió entregar por completo su vida a promover la investigación, la prevención y la concienciación del cáncer. La Fundación Sandra Ibarra nació en 2008. “Empezamos impulsando la investigación, porque la solución está en los laboratorios”. También creó la aplicación Escuela de Vida. “Trabajamos todas las áreas de la salud: desde la mental hasta la laboral, por si has perdido tu trabajo o no puedes recuperarlo. Si eres mujer y tienes más de 50 años, la misión es imposible. Es una comunidad digital en la que, además, los pacientes pueden compartir experiencias y apoyarse”.
Son muchos los frentes que Sandra Ibarra abre cada día: en las universidades, en los hospitales… Y cada vez más los éxitos que celebra. “Hace ya casi diez años empezamos a detectar que había un nuevo paciente del sistema sanitario para llenar de atención: el superviviente de cáncer. No hay médicos expertos porque somos los primeros supervivientes, antes no había. ¿Y dónde acabamos cuando te dan el alta? En la atención primaria, donde hay muy buenos profesionales, pero, a lo mejor, no tienen esa formación necesaria para detectar que ciertos síntomas hay que revisarlos. Hay que hacer ese seguimiento”.
Sandra Ibarra anunció el acuerdo que su Fundación ha alcanzado recientemente con HM Hospitales para empezar a trabajar en este terreno de la sanidad del superviviente. “En lo público, llevo años pegándome con consejeros y comunidades, y no he conseguido nada”.
Hace falta que invirtamos en salud y no en enfermedades
Un espejito
De todo charlaron Joana Bonet y Sandra Ibarra en el tercer encuentro de “Planeta Cáncer: Aquí para vivir”. De tomar conciencia de la finitud para celebrar la vida, de la necesidad de la ayuda psicológica al paciente y la familia, del derecho al olvido oncológico –para poder pedir una hipoteca o contratar un seguro– y de poner en valor a los supervivientes de cáncer a la hora de contratarlos; del trauma silencioso cuando se acerca la fecha de la revisión; de la humanización de todo (la relación médico-paciente, el lenguaje y los espacios). “¿De verdad es necesario decir “te vamos a hacer una punción con aguja gorda”?”, cuestionó Joana Bonet. Y de que pongan un espejito en el box de espera. “Recuerdo un congreso de pacientes en el que se estaban hablando cuestiones muy sesudas sobre grandes avances. Una paciente se incorporó y dijo: “yo lo que quiero es un espejito para colocarme la peluca después de la prueba de mamografía. Lo que quiero es salir con dignidad””, contó –y emocionó– Sandra Ibarra.