Vanesa Lorenzo se fue a París a los 19 años y a los 20 estaba en Nueva York. Tenía una cara “muy comercial”, que le abría puertas de agencias y marcas de moda. Acababa la década de los noventa y las modelos altas y voluptuosas daban paso a otras más bajas y delgadas como ella.
El estrés de las campañas y los viajes lo combatía con yoga. Es su camino hacia el bienestar, un aprendizaje sin fin que cada día le descubre cosas nuevas que daba por descontadas. “Aprender a respirar es una de las cosas más difíciles que hay”, dice.
Aprender a respirar es una de las cosas más difíciles que hay
Vanesa Lorenzo recuerda con cierta nostalgia el mundo de la moda de hace diez y veinte años, cuando había más tiempo para producir una campaña y la inteligencia aún era un valor.
Hoy en día, cree que la moda “se ha vulgarizado mucho” porque “todo es inmediatez” y prima que “no tengas que pensar mucho para entender una imagen”. Cuanta más piel muestre la modelo, mejor. Así se consigue un mayor impacto emotivo con un menor esfuerzo intelectual.
Época dorada
Lorenzo recuerda con nostalgia el mundo de la moda de hace veinte años, cuando había más tiempo para producir una campaña y la inteligencia aún era un valor
Lorenzo se siente esclava de las redes sociales. Cree, además, que son adictivas y favorecen el machismo. Pone el ejemplo de las chicas que han de jugar con su sensualidad para conseguir una audiencia que los chicos obtienen reafirmando sus valores masculinos. Esta sexualización de las redes cree que supone “un paso atrás”.
Suerte del yoga para salir adelante, de las ideas y los proyectos que encadena. Acaba de publicar su segundo libro, que aborda el difícil tema de la educación de los hijos, y ya estaría pensando en el siguiente si el yoga no le hubiera enseñado a frenar.