Una historia de la sanidad pública

La salud es uno de esos bienes que damos por sentados hasta que la perdemos. Esta semana, mi hija (de 20 años) ha estado ingresada en el hospital Dr Peset, con una neumonía severa y un principio de septicemia. Fueron días de mucha angustia (sobre todo las primeras 48 horas) y preocupación, pero también de esperanza gracias al increíble trabajo del personal sanitario y a un sistema público que no tiene precio cuando está en juego la vida de un ser querido. Hoy mi hija está en casa, recuperándose, y no puedo evitar reflexionar sobre el coste de lo que hemos vivido y el papel esencial que juegan los impuestos para sostener este tipo de servicios.

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Hospital Doctor Peset de València

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En tiempos de bienestar, es fácil criticar el pago de impuestos. Puede que, por tu edad o tus creencias, pienses que la sanidad pública es un agujero negro donde se pierden recursos, o que no tiene impacto directo en tu vida. Pero aquí está la realidad: en algún momento, a lo largo de tu vida, la sanidad pública te salvará. Podrá ser una intervención quirúrgica, un tratamiento inesperado o, como en mi caso, la atención de emergencia para un ser querido. Y no será una sola vez; es posible que ocurra en más de una ocasión. Entonces, te pregunto: ¿cuánto crees que vale tu vida? ¿Cuánto vale la de tu hija, tu madre o tu pareja?

En mi caso, la vida de mi hija estuvo a punto de esfumarse en 72 horas. Si no hubiera sido por el acceso inmediato a la sanidad pública, hoy estaríamos contando una historia completamente diferente, una historia que nadie quiere imaginar. ¿Cuánto vale eso? Para mí, la respuesta es clara: no hay cifra que pueda medirlo.

La hospitalización de mi hija puso en perspectiva algo fundamental: los recursos médicos y humanos que se desplegaron para salvarla no son baratos. Desde la atención de los médicos y enfermeras hasta los equipos avanzados y medicamentos administrados, cada elemento del proceso tuvo un costo significativo. Sin embargo, nuestra preocupación como familia nunca fue financiera, sino exclusivamente centrada en su recuperación. Esa tranquilidad, esa posibilidad de concentrarnos en cuidarla y no en como pagar la factura del hospital fue un alivio que vino gracias a los impuestos que todos contribuimos en pagar.

Es cierto que la gestión de los recursos públicos no siempre es perfecta, y hay debates legítimos sobre cómo mejorarlos. Pero si hay algo incuestionable, es el valor intrínseco de un sistema de salud que esté disponible para todos, sin importar su nivel de ingresos o circunstancias personales. La sanidad pública no discrimina; acoge y salva vidas de manera igualitaria. Y esto, en un mundo donde los costes médicos pueden arruinar a familias enteras, es una bendición que debemos proteger.

A quienes se preguntan si merecen la pena impuestos, les invitaría a reflexionar sobre esta simple realidad: llegará el día en que la salud pública será el pilar que sostenga tu vida o la de alguien que amas. Ese día, no pensarás en cuánto pagaste en impuestos, sino en la inmensa suerte de vivir en un lugar donde nadie se queda atrás en su hora más vulnerable.

Pagar impuestos no es solo una obligación ciudadana; es un acto de solidaridad, un compromiso con el futuro, y, sobre todo, una manera de garantizar que, cuando la vida te ponga a prueba, alguien estará allí para salvarte. La sanidad pública no es un gasto inútil, es el escudo que nos protege a todos. Y algún día, espero que tarde mucho, lo entenderás. Yo ya lo tengo claro.

La sanidad pública no es un gasto inútil, es el escudo que nos protege a todos. Y algún día, espero que tarde mucho, lo entenderás. Yo ya lo tengo claro."

Ah ¡¡ no puedo terminar esta pieza sin felicitar y poner en valor a todo el personal de la quinta planta (primera) del hospital universitario Dr Peset en la ciudad de Valencia, donde el trato ha sido exquisito, nada que envidiar al de un hospital privado. He convivido con ellos 7 días y 6 noches. Mis felicitaciones. Entre todos ellos han conseguido que mi hija, hoy , vuelva a ser mi hija. Y a todo el equipo de neumólogos y hematólogos que han trabajado y se han preocupado mucho más allá de sus obligaciones. A todos ellos mi más sincero agradecimiento. No recuerdo el nombre de todos, ruego me disculpen, pero si me acuerdo del médico neumólogo que le dio el alta médica, Alberto Garcia. En nombre de toda mi familia, muchas Gracias Alberto.

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