Emma, de tan solo seis años, no duerme bien por las noches. Lleva los horarios cambiados, no ve a sus amigos cada día y además, se aburre mucho porque todos las horas le parecen igual. Lamentablemente desde el 29 de octubre poco ha cambiado su rutina. “No sabe ya qué hacer, no quiere hacer casi ninguna actividad, las manualidades le cansan enseguida y la clase online, de 45 minutos, la sigue como puede... Yo la veo despistarse enseguida”, explica su madre, Lorena Cepas.
Opina que la Conselleria de Educación “no ha hecho nada, no ha puesto soluciones. Podría haber venido a limpiar el colegio mucho antes, como están haciendo ahora los militares, y el colegio habría estado listo”, explica Lorena, que está en constante contacto con otras familias en su misma situación. “La gente está negra, muy cansada. Y no tenemos ninguna confirmación oficial, todo lo que sabemos es de oídas, porque nos dice uno u otro”, reconoce.
Educación no ha hecho nada, no ha puesto soluciones. Podría haber venido a limpiar el colegio mucho antes, como están haciendo ahora los militares"
Espera que las pancartas de bienvenida que están preparando para la vuelta al colegio se puedan usar antes del puente de diciembre, pero “todo es un suponer. Sin certificado de salubridad no pueden abrir”, señala. Ayer Educación, tras reunirse con la alcaldesa Maribel Albalat, confirmaba que “entre finales de esta semana y principios de la próxima” todo el alumnado de Paiporta de todas las etapas educativas en los siete centros afectados habrá retomado la actividad lectiva en su propio centro o reubicado en otro. Entre ellos, está el centro de Emma, el CEIP Jaume I.
Pero mientras espera, Emma se ha juntado algún día en uno de los parques limpios de barro del municipio con algunos amigos. Estar en casa ha sido su única opción porque los dos coches de la familia se inundaron en el garaje del edificio, ya a salvo del lodo, y no han tenido como llevarla a alguno de los centros educativos de acogida que hay en poblaciones cercanas, como Picanya, donde van algunos de sus compañeros. “Podría haberla hecho caminar un día, pero sé que se cansaría mucho de ir y volver, no es poca la distancia... así que está en casa conmigo”.
Ese “con ella” se factible porque Lorena está en ERTE en su empresa, una firma especializada en regalos personalizados que ahora sufre viendo como las celebraciones han quedado aparcadas. Aunque el agua entró con poca altura a las oficinas, y la costosa maquinaria se salvó, los pedidos se han resentido mucho y no hay casi actividad económica, por lo que “estaré en casa hasta... ni idea”, explica. Están mirando para comprarse un coche, pero aún no hay nada decidido. La semana pasada fueron a València a ver alguno y pidieron un Uber, porque el autobús que conecta Paiporta con la capital no les dejaba cerca. Se gastaron 30 euros en la ida y la vuelta.
Tiene muchos terrores nocturnos, y sé de muchos niños del colegio a los que también les pasa"
Y aún así, Lorena mantiene la sonrisa y la fortaleza, sobre todo cuando se dirige a la pequeña, que se esconde entre los brazos maternos dando señales de tedio. Pero hay más cosas detrás. “Tiene muchos terrores nocturnos, y sé de muchos niños del colegio a los que también les pasa, que se despiertan mil veces por la noche nerviosos por si el agua vuelve a venir. Viven con ese miedo constante, creo que será así hasta que esto pase un poco”, comenta Lorena en un apartado.
De la riada recuerda haber cruzado el barranco diez minutos antes de que se anegara su calle, tanto que cubrió los coches hasta el techo. A ellos les pilló en casa, pero no pudieron avisar que estaban bien hasta el día siguiente, cuando andando fueron a las casas de los abuelos, en Paiporta y Benetússer, respectivamente, para asegurarse que el drama no había sido mayor en su familia. “Fue desesperante, pero esperamos que no se repita”, dice esperanzada.
El pasado jueves 28 de noviembre la Conselleria de Educación anunció que quedaban por volver 9.750 alumnos. En los siguientes días ha habido incorporaciones, como las que se produjeron ayer y anteayer en Catarroja, pero hasta este momento no hay nuevas cifras oficiales de cuántos estudiantes siguen sin solución educativa. La Federación de Asociaciones de Padres i Madres de Alumnos Provincia de Valencia lamenta que resulte “imposible tener una idea segura de cuáles están realmente abiertas y qué cerradas, salvo las que tienen que derruírse y reconstruirse”.