Al amanecer, había imágenes

Al amanecer, había imágenes
Salut Ibáñez

Ya ha pasado un mes desde la tragedia ocre. Un mes en el que se ha dicho mucho. O nada, según se mire, pues queda mucha verdad que contar.

Resulta llamativo un dato. Ha sido desde el mundo de la cultura desde donde ha surgido el primer relato de autenticidad. No es necesario explicar más acerca del contenido de la crónica de los hechos acaecidos el fatídico 29-O expuesta en el Senado por el escritor valenciano Santiago Posteguillo. El estremecimiento que invade tripas y corazón al escucharle es suficiente para cerciorarse de la certeza de sus palabras y de que mucho ha quedado en la sombra. Suficiente también como revulsivo para, contra los fragmentarios y dudosos discursos oficiales, buscar luz por vías alternativas más desinteresadas como la cultura y el arte. Ambos nos conceden el don del conocimiento y el de la catarsis.

“Gran ocra amb incisions”. Antoni Tàpies, 1961.

“Gran ocra amb incisions”. Antoni Tàpies, 1961.

Christie´s

En la exposición de Posteguillo, una frase recurrente hilvanaba su narración: “al amanecer, no había nadie”, refriéndose a los tres amaneceres que hubo que esperar hasta la llegada del primer auxilio, que fue el de los voluntarios. Cierto, no había nadie, pero había imágenes. Unas imágenes que intuimos que pueden existir, a raíz de la écfrasis que hace el escritor de lo que vio. Unas imágenes quizás censuradas pero que algún día hablarán y contarán lo que se ha callado. Captadas con la fotografía o analizadas mediante otro tipo de arte, nos aportarán un conocimiento más franco y ético de lo sucedido.

Susan Sontag, en su ensayo Ante el dolor de los demás, hace una interesante reflexión sobre el impacto de las fotografías de guerra en el espectador. Esto no ha sido una guerra, pero los efectos de devastación son los mismos. Algo se vuelve real al ser fotografiado, dice. Las imágenes agitan. Denuncian, conmueven y provocan el sentimiento de la empatía al evocar un dolor compartido. Apunta Sontag que las personas somos a menudo incapaces de asimilar el sufrimiento de quienes tenemos cerca; pero que, a partir de determinada edad y madurez nadie tiene derecho a la ingenuidad y al defecto moral de la superficialidad y la insensibilidad, que parece ir unida al olvido. Las fotografías cumplen la función esencial de mantener la memoria. Y además posibilitan padecer también desde lejos el sufrimiento de los demás, reflexionar y actuar.

El alma precisa apagar la cal, la rabia. El artista catalán Antoni Tàpies señalaba que el arte puede ser fuente de conocimiento -de la realidad más profunda-, de ética y de comportamiento humano. Este era el propósito de su trabajo: influir y hacer reaccionar. Gran ocra amb incisions es una pintura matérica cuya superficie terrosa aparece herida, como una premonición de la riada. Sometida a arañazos, cortes, grietas, arrugas; son lesiones infligidas por el artista, como un desfogue de ira que pretendiera contagiar y aliviar al espectador. Una superposición de oscuras cintas parece presagiar un duelo grande, tanto como las grandes cicatrices representadas. Del uso de materiales de la naturaleza, emanaría su afirmación de que la solidaridad brota al ver que la diferencia que hay entre nosotros es la misma que hay entre dos granos de arena.

Algún día todo se sabrá. Algún día algún arte lo gritará con imágenes. Será un arte crudo, incómodo pero sincero. Será duro, pero no sufriremos la náusea de la flagrante falacia"

Ahora, todo parece diluido en las noticias. Pero el barro es todavía muy espeso porque queda mucho por hacer. La realidad sigue siendo otra.

Algún día todo se sabrá. Algún día algún arte lo gritará con imágenes. Será un arte crudo, incómodo pero sincero. Será duro, pero no sufriremos la náusea de la flagrante falacia.

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