En unas semanas tengo que viajar a Barcelona por diversos motivos y qué locura, señores. Me asombra a mi misma sorprenderme aún, tras años de trenes arriba y abajo, por lo difícil que sigue resultando ir y venir desde València. ¿Nada ha cambiado en los últimos 15 años? Las comunicaciones siguen siendo más lentas de lo que necesitamos en el arco mediterráneo, aunque imaginamos, porque vemos las obras en marcha y sabemos de los planes de Adif, que las cosas avanzan, ¿no? Eso sí, el tren que saldrá de València para dejarme en Sants lo hará tras tres horas y nueve minutos de trayecto. En ese tiempo, si me fuera a Madrid, ya me habría dado tiempo a llegar y a comerme bien a gusto un bocadillo de calamares.
Antes de comprar el billete de tren he intentado incluso ir en avión, pero entre la ecoansiedad, el tiempo que se necesita para pasar el control de seguridad y los accesos ahora en obras al aeropuerto de Manises, he pensado que da igual: “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
Aún así, y ya con el billete en la mano, la salida no será de Sorolla, sino de la Estación del Norte porque desde el 5 de noviembre hasta el 22 de diciembre, los Euromed tendrán parada en la calle Xàtiva por la nueva fase en los trabajos que está realizando Adif para la creación del Canal de Acceso a València. Es que cuando los empresarios dicen que no ven luz al final del túnel, me lo creo. Porque túnel hay, pero qué lejos se nos está haciendo, ¡qué lejos! El jueves, a media mañana, acuden a Barcelona para reclamar, empresa y sociedad civil, que se agilicen las obras del corredor mediterráneo. Reiteran que es una red ferroviaria “de vital importancia para todo el país”.
“Cuando los empresarios dicen que no ven luz al final del túnel, me lo creo. Porque túnel hay, pero qué largo se nos está haciendo, ¡qué largo!”
Imaginaba ayer el caos si el descarrilamiento del tren en el túnel entre Atocha y Chamartín que se dio el pasado sábado hubiera ocurrido en algún tramo del corredor mediterráneo. Venga trenes suprimidos, gente indignada y billetes por devolver y aún así, ayer lunes “la normalidad” había regresado a las comunicaciones entre Madrid y la Comunidad Valenciana. Desde esta periferia nuestra, que “la normalidad” sean trenes a menos de 30 euros y una oferta más amplia que pliegues tiene un abanico me sigue pareciendo insultante. Ya, ya sé que están en ello por estos lares, pero ¿y todo lo que perdemos, lo que hemos perdido y perderemos mientras? No sé si se paga con dinero o con kilos de paciencia.
“Mamá, no vengas en tren”, se escuchaba el otro día en la estación. Tiene narices tener que decirle a tu madre que se coja un Blablacar para llegar antes. Yo sé que habrá un día que de mi puerta a la tuya, querido amigo de Barcelona que me lees, habrá un tren eficiente que llegará en hora. Rezo para que por entonces yo aún tenga salud y ganas de ir a verte.