Que hoy martes, en la ciudad de Alicante, Ferran Torrent reciba el Premi de les Lletres Valencianes de manos de un president de la Generalitat que milita en el Partido Popular es un síntoma de normalidad que a todos parece extrañar.
No es para menos. Durante los 20 años que gobernó anteriormente este país, el PP no brindó un trato normalizado a los creadores artísticos y literarios que hacían uso del idioma calificado de “propio” en el Estatuto. Ese que compartimos con catalanes y baleares, según precisa el diccionario de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, la institución normativa dimanante de la misma Generalitat.
Que la derecha autóctona ha mirado con suspicacia a los creadores culturales en valenciano es irrefutable. Y no solo eso. También ha enaltecido trayectorias de personas vinculadas a entidades pseudocientíficas, abanderadas del secesionismo lingüístico; lo que explica, sin ir más lejos, la concesión de la Alta Distinción de la Generalitat de 2024 a Amparo Cabanes, una persona estrechamente vinculada a quienes denuncian que Torrent no escribe en “valenciano auténtico”, eso que otros han bautizado como “valenciano de la calle”. Paradojas de la vida, los adalides de la valencianidad más pura siempre se expresan en la lengua de Cervantes.
Tampoco contribuye a la normalidad que el jefe del Consell, en una sala de prensa de La Moncloa, se niegue a responder una pregunta porque se refiera al “País Valencià”. Más aún cuando está harto de reunirse con sindicatos y partidos políticos que lucen dicho apelativo en su nombre o lo mencionan a menudo. Miles y miles de valencianos gobernados por Carlos Mazón sienten más cariño hacia esa fórmula que hacia una “Comunitat Valenciana” nunca ratificada en las urnas, por mucho que él asegure la contrario. Convertir “País Valenciano” en una suerte de escudo preconstitucional resulta pueril. Los redactores del Estatuto la incorporaron en su preámbulo al mismo rango que la histórica denominación de “Reino de Valencia”. Está en sus raíces.
Convertir “País Valenciano” en una suerte de escudo preconstitucional resulta pueril"
Es indudable que la mayor parte de los ciudadanos, hoy, no se sienten interpelados por la forma “País Valenciano”, pero el president debiera respetar a los que, en base a un profundo amor a esta tierra, sí que la mantienen viva. Sobre todo teniendo en cuenta que el ucedista Emilio Attard —entrevistado por Miquel Alberola en El Temps, en octubre de 1991— llegó a confesar que “la imbecilidad de Comunidad Valenciana fue mía” y que al escuchar “la Comunidad tendrá frío” le chirriaban los oídos.
Aunque, bien visto, podría haber sido incluso peor. De haberse redactado ahora, en el siglo XXI, quizá nos llamaríamos La Terreta. Así, a secas. Como un campito de caquis. A mucha distancia del país normal que tantos sueñan. Ese que, por ejemplo, premia a Ferran Torrent desde unas coordenadas ideológicas opuestas