Se denomina “turistocracia” al sistema político regido por gobernantes que viven por y para el turismo, dando la espalda al resto de la sociedad. Existen diferentes modelos “turistocráticos”, nos vamos a centrar en el caso más grave y agudo, el denominado C.A.C.A, acrónimo de: Cruceros, Apartamentos, Caspa y Alcohol. Afortunadamente no todos los países y regiones apuestan por la C.A.C.A., que se ceba en los sistemas pilotados por políticos poco preparados para la gobernanza. Son varias las comunidades autónomas del reino de España que hacen bandera de la C.A.C.A., caracterizándose por:
- Abolir la tasa turística nada más acceder al poder.
- Ignorar el impacto negativo que ocasiona en el tejido social el turismo sin control.
- Nombrar como máximo responsable de Innovación, Industria y Comercio a un señor o señora que anteriormente estuviera al frente de la patronal turística. Aunque eso sería difícil de explicar en una región civilizada que aspira a tener protagonismo en Europa.
- Dedicar la máxima capacidad de inversión pública, fondos europeos incluidos, al sector turístico. O sea, depositar todos los huevos en el mismo cesto.
- Priorizar los usos del agua hacia el turismo en un contexto de sequía y crisis climática, considerando de mayor importancia estratégica las piscinas y los campos de golf, que los regadíos y la ganadería.
No hagan mucho caso, son chorradas mías. Es poco probable que una administración avanzada como la nuestra cometa semejantes tropelías, porque se expondría a una reacción violenta del pueblo llano hacia el turismo, en un corto y medio plazo. Los efectos serían percibidos claramente en la misma legislatura de su aplicación. Posiblemente, en el peor de los escenarios, el primer año la gente ya saltaría al cuello de los políticos.
La expulsión de los vecinos de los barrios por los alquileres desorbitados y la presión inmobiliaria, ejercida por fondos de inversión extranjeros para obtener beneficios inmediatos, no puede ser tan mala. Como tampoco lo sería una macroeconomía extractiva que destruyera pequeños negocios sin devolver en forma de impuestos lo que sustrae de la economía local.
Pero pongámonos distópicos…
- Sin vecinos no hay votantes que eligen al alcalde, como diría M. Rajoy.
- Sin vecinos no hay masa crítica para generar fiestas patronales y actividades culturales. Porque no vamos a nombrar fallero mayor al primer pasajero de Ryanair que baje del finger, ni a montar un altar de Sant Vicent en La Marina a pie de crucero.
- Sin comercio local la ciudad pierde identidad cultural, dinamismo económico, vida e iluminación en las calles, y también el ayuntamiento con los apartamentos dilapida tributación en actividades económicas, sobre todo con los ilegales. Esto es pan para hoy, hambre para mañana, pero el pan se lo comen muy lejos, aquí no caen ni las migajas.
Es pan para hoy, hambre para mañana, pero el pan se lo comen muy lejos, aquí no caen ni las migajas.
En conclusión, los políticos que optan por la turistocracia son tontos, pero no unos tontos cualquiera, son los más tontos de la clase política, que ya es decir.
En este contexto reivindicativo, me gustaría terminar haciéndome eco de la difícil situación por la que atraviesan la mayoría de pequeños hosteleros que conozco, debida a la impepinable devolución de los créditos ICO concedidos en pandemia. Los está reventando. Ya veremos cómo acaba la corrida, porque hasta el rabo, todo es hostelero.