Fue ayer día de Sant Jordi, el día del Libro, que se celebra con gran pasión y participación en Barcelona, y mañana comienza la Fira del Llibre de València, seguramente el evento cultural más importante que podemos disfrutar a pie de calle los valencianos. Suelo visitar la Fira todos los años, que se sigue instalando en los Jardines de Viveros, y no negaré el placer de caminar cerca de las casetas observando los títulos, novedades y clásicos, que se exponen al visitante esperando que alguien los adquiera y, más importante, que los lea. Una fiesta de la que participan personas de todas las edades, y me agrada ver a muchas de estas con bolsas repletas de libros acabados de comprar. El libro, ese objeto lleno de palabras escritas sobre páginas, en ocasiones con ilustraciones o fotos, sigue gozando de una salud razonable, a pesar de tener ya muchos siglos de edad. Es una buena noticia.
No hay espacio en esta columna para subrayar todas las ventajas que tiene abrir un libro y leerlo. Pero me gustaría señalar dos, con dos ejemplos. Recientemente presenté en Carcaixent la última novela de Ferran Torrent Memòries de mi mateix (Columna). El escritor valenciano destacó que leer es una excelente manera de no sentirte solo, pues a través de las historias narradas, de los personajes, de sus diálogos, de sus problemas, de sus sentimientos, se pueden vivir experiencias que te reconfortan con la realidad hasta hacerte sentir acompañado. Estoy de acuerdo.
Para el segundo ejemplo tomo como referencia la biografía, abultada y densa, que Andrew Roberts ha escrito sobre Winston Churchill (Crítica). En sus páginas, se confirma que el político británico, liberal y conservador, fue un visionario sobre los efectos que tendría para las democracias occidentales la banalización de los movimientos radicales, de derechas e izquierdas, que se estaban extendiendo en las principales potencias para convertirse en dictaduras. No solo en Alemania o Italia, también en Francia e incluso en el Reino Unido hubo partidos simpatizantes del fascismo o el nazismo (como el monarca inglés Eduardo VIII que mantuvo puentes con Hitler) o del comunismo. Churchill observó desde 1930 que el liberalismo democrático debía combatir con dureza las dictaduras porque observaba que estas iban a aniquilar el Estado de Derecho y convertir a los ciudadanos en sujetos sin ninguna libertad, cosa que él odiaba. Años después, la filósofa alemana de origen judío Hanna Arendt confirmaría, sin citarlo, las advertencias de Churchill.
Toda dictadura primero prohíbe los libros; porque son el mejor alimento para asumir la condición de ciudadanos críticos, que es la base de toda sociedad democrática y liberal"
Es importante leer. Porque ni las redes sociales, ni los videos de TikTok, ni los mensajes de WhatsApp ayudan a comprender el mundo con la profundidad y el rigor que nos permite un libro. Por eso lo primero que hace toda dictadura es elaborar una lista de libros prohibidos, porque son el mejor alimento para asumir la condición de ciudadanos críticos, que es la base de toda sociedad democrática y liberal.