Lo comentamos en grupo este fin de semana de celebración del fin de año. Un edificio de más de una docena de alturas del nuevo PAI de Patraix, barrio de València, ha vendido todas sus viviendas antes de iniciarse su construcción. Pisos de dos habitaciones a 250.000 euros y de 300.000 euros los de tres; ambos con plaza de garaje. Uno que es curioso, más por personalidad que por oficio, averigua que una empresa se ha quedado con casi todas las viviendas para ofertarlas de alquiler una vez estén construidas. En este mismo barrio, hace apenas tres años era posible encontrar alquileres de 500 euros al mes por pisos completos; ahora es un milagro encontrar algo por menos de 900 euros. No exagero, pueden consultarlo en cualquier aplicación dedicada a buscar piso.
En este diario llevamos tiempo explicando los efectos de la gentrificación y turistificación, además de la especulación del mercado, en las vidas de muchas personas, especialmente jóvenes. Se está produciendo un éxodo de València hacia la periferia metropolitana o, como también valoran algunos, la realidad está expulsando a muchos valencianos de su ciudad para acoger a los residentes temporales, de días e incluso de horas. Lo peor es que los datos conocidos la semana pasada sobre la situación del precio de la vivienda en las grandes ciudades augura que 2024 va a ser igual o peor que 2023; el mercado no da tregua, ni tiene piedad.
Pero pasan los años y nada parece paliar la situación. El Gobierno español abanderó una Ley de la Vivienda que no solo no ha resuelto el problema, si no que lo ha agravado: la decisión de aplicar las mismas mediadas a los grandes tenedores como a los pequeños propietarios es un grave error, pues ha llevado a muchos particulares a retirar sus viviendas del mercado del alquiler ante el temor a no poder hacer frente a inquilinos morosos o, directamente, irresponsables. En las ciudades, las medidas para reconducir la situación son apenas perceptibles. En el caso de València, el anterior gobierno de izquierdas no hizo casi nada para afrontar el problema, y el actual, del PP y Vox, ha puesto algún parche pero aún no ha definido cuál va a ser su estrategia en beneficio de aquellos que desean, sencillamente, vivir en València. Ante tanta indecisión el “mercado” sigue su camino.
Los que tenemos hijos sabemos que va a ser imposible que en poco tiempo, y aún teniendo trabajo, puedan adquirir una vivienda con sus recursos o alquilarla en solitario. Solo aquellos que dispongan de recursos familiares podrán soñar con poder independizarse de sus padres; otros, la mayoría, se quedarán junto a sus progenitores hasta muy avanzada la edad.
2024 debería ser tomado como el año de la vivienda y el de observar nuestras ciudades como algo más que un producto "fast food" para turistas ansiosos"
2024 debería ser tomado como el año de la vivienda y el de observar nuestras ciudades como algo más que un producto fast food para turistas ansiosos. De no hacerlo, también nosotros acabaremos huyendo, si no en lo físico sí en lo afectivo o sentimental. Porque no será ya nuestra ciudad aunque vivamos en ella.