Valencianos a dieta

Valencianos a dieta

A vueltas con eso del peso de los valencianos en el Estado, tan manido y manoseado por las preclaras mentes que durante décadas nos fustigamos con ésta y demás cilicios conformantes de la compleja y fútil identidad propia. A ello me trasladó una vez más la vindicación del palleter Salva Enguix ante el todopoderoso Iván Redondo, ambos dos en las páginas de esta honorable y vanguardista publicación: las elecciones generales se las juegan en Barcelona y Sevilla.

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La Senyera durante el desfile del 9 d'Octubre. 

Rober Solsona / EP

Nos retrotraen a ese ominoso 1992, con Madrid, Barcelona y Sevilla bailando el corro de la patata… y por estas latitudes pegando carteles con aquello de Espanya 92 – València 0. Como me repite hasta la lúcida saciedad el decano de la empresa familiar valenciana José Bernardo Noblejas, ya toca de una vez exigir nuevas glorias a España… ya lo de ofrendar se lo dejamos al honor de la Mare de Déu dels Desamparats cada marzo fallero y festivo.

Rememorando también a uno de los titanes en esto de la resistencia cultural valenciana, un tal El Sifoner que este año cumple medio siglo desde su alumbramiento en 1973 actuando como matrona el tocayo Lluís Fornés, va y me suelta hace poco en el bendito riurau de Jesús Pobre: como ser valencianos debe poca cosa y algunos no quieren ser españoles, el mal remedio que nos dan es ser catalanes... Y así de mareados vamos al menos desde 1962...

Por encima de la ideología debería estar la Comunitat Valenciana, marcando perfil propio en defensa del país de los valencianos

Si la identidad es la memoria, que mal vamos los cinco millones de pacientes que residimos desde Vinaròs a Orihuela y padecemos Alzheimer crónico y recurrente. Como dijo aquel… nunca seremos los amos del mundo, ni como otros hemos pretendido serlo, pero si tuviéramos buenos señores… y es de ley poder reclamar esa virtud a nuestros futuros gobernantes. El profesor Vicent Soler me lo recalca con obras y razones: por encima de la ideología debería estar la Comunitat Valenciana, marcando perfil propio en defensa del país de los valencianos.

Es que por suerte o por desgracia somos girondinos y tenemos un país de mínimos, a todos los niveles. Por ello de la importancia de la esfera simbólica y los relatos en aras al orgullo de pertenencia valenciana. Si hemos superado lastres como Aznar, Zapatero, Rajoy o Sánchez, pongamos el acento en ese tridente nacional que siempre saco a pasear: agua para todos y para siempre, financiación autonómica justa y reparadora, conectividad vertebradora de todo nuestro territorio hacia Europa.

Porque como pontificó un joven Jordi Pujol allá en sus primeros pinitos patrióticos: sinó podemos hacer política, haremos país. Igual le contestaría sin cruzar ese Rubicón el ilustrado noucentista Ortega y Gasset... la conllevancia entre España y la periferia, la convivencia entre la Meseta y las Españas… ¿Todo ello sería posible? ¿O hay más separadores que separatistas como señaló Joan Lerma? El que suscribe sólo tiene claro que el susodicho Santiago Abascal es John Wayne… y nos está apuntando.

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