Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo han dejado claro este fin de semana en València que no habrá ninguna iniciativa política para intentar cambiar el modelo de financiación autonómica antes de las elecciones generales, que probablemente se celebrarán a finales de 2023. El presidente español, en un acto en València el sábado, junto a Ximo Puig y Sandra Gómez, y ante una militancia entregada, obvió completamente el tema. Ni siquiera una mínima referencia. El viernes, el líder del PP sí habló, pero para condicionar cualquier cambio de modelo a que él alcance la presidencia del Gobierno: es decir, desde la oposición no va a colaborar para una solución para la que el Gobierno no ha presentado una propuesta, en varios años.
Este es el escenario. La grave crisis institucional del Estado Español, fomentada por la pugna partidista y que ha puesto en jaque a sus instituciones democráticas, no deja margen para cuestiones que, es evidente, no forman parte de la prioridad de la dirección de los grandes partidos ni de sus líderes. Ximo Puig podrá repetir muchas veces que el objetivo no es renunciable, incluso acompañado de toda la sociedad política, económica y civil valenciana. Tampoco Carlos Mazón puede hacer bandera del objetivo, pues su líder lo condiciona todo a ganar las elecciones.
No es el momento, como nunca lo ha sido en los últimos años de pandemia, de crisis económica, de inflación y de guerra. Es más sencillo, no hay voluntad política: ninguno de los grandes partidos quiere abrir un debate que, además, le enfrente a los presidentes de las autonomías que gobiernan. No hay más. Porque los valencianos no tenemos la capacidad instrumental (a través de nuestros representantes políticos en el Congreso) de condicionar las políticas del Estado. Otros sí, con menos diputados y muchos menos votos, pero esa es otra historia.
No hay voluntad política: ninguno de los grandes partidos quiere abrir un debate que, además, le enfrente a los presidentes de las autonomías que gobiernan.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo vendrán mucho por València, Alicante y Castellón en los próximos meses. Esta autonomía se ha convertido en pieza codiciada en las próximas elecciones autonómicas y locales, junto a algunas de sus ciudades como València. Si el PP recupera esta autonomía y su capital, el golpe no solo será electoral y de poder institucional, también simbólico, pues el PSOE habrá perdido todas las grandes regiones españolas. Por eso el presidente del Gobierno hace mítines en esta tierra, por eso sus ministros vienen más que nunca y por eso Feijóo vigila de cerca lo que en la Comunidad Valenciana sucede, trabajando complicidades ante la posibilidad de ganar el próximo 28 de mayo.
Pero en sus visitas, sus mensajes tienen una lectura marcadamente estatal. Porque ambos, Sánchez y Feijóo, desean que el combate se englobe en ese marco, sin apenas apelaciones a todo cuanto sucede en la España periférica, excepto en el caso catalán. Es lo que marca el ecosistema político y mediático, cada vez más centralizado y ajeno a una pluralidad que casi nunca obtiene representación en ese mismo ecosistema. Los dos líderes, y sus partidos, parecen cada vez más ajenos a esas otras realidades, y todos sus esfuerzos se dirigen a calentar, en clave nacional, las próximas elecciones autonómicas y locales, que van a producirse en un contexto de máxima polarización. Intentar avanzar algo en el cambio de la financiación autonómica en estos tiempos es solo una ilusión. Valdría la pena reconocerlo.