Hoy se anunciaban dos debuts en la Feria de San Fermín: la ganadería de Domingo Hernández (divisa del gusto de las figuras) y el torero sevillano Juan Ortega (que cumple diez años de alternativa).
Por la mañana los toros salmantinos depararon un encierro muy rápido (batieron el récord de velocidad, algo que tanto gusta a los medios que no informan de la corrida, como si el encierro fuera una prueba olímpica y sanseacabó ) y sin consecuencias graves entre los corredores habituales y de ocasión.
Mientras eso ocurría, Juan Ortega, en el duermevela de los toreros las tardes de corrida, aguardaba su cita con ellos a las 6 y media de la tarde.
En su ensayo “La libertad del artista”, el profesor de la Universidad de Sevilla, Víctor J. Vázquez, escribe: “Es innegable que el torero crea y expresa en el desarrollo de la lídia algo esencial en su propio yo, su personalidad artística. Dicho en los términos de Juan Belmonte, se torea como se es. En cualquier caso el torero representa una expresión singular dentro del arte contemporáneo por su vinculación entre verdad, riesgo y emoción que está necesariamente presente en una obra donde no es posible la representación y donde el artista pone en juego su propia integridad”.
La plaza de Pamplona es ruidosa, festiva, arbitraria incluso, pero a la vez generosa como pocas y capaz de emocionarse con una media verónica de alhelí o un trincherazo rotundo como con alardes de valor más allá de sutilezas. Por eso ha tenido como preferidos a toreros de muy distintas tauromaquias, de Antonio Ordóñez, El Vit o Emilio Muñoz a Morenito de Maracay ( ¡ay mama Inés, ay mama Inés, todos los negros tomamos café! le cantaban en tiempos de incorrección política) o Juan Jose Padilla, entre muchos.
Juan Ortega es un artista, un torero de Triana de cordobesa austeridad senequista, y hoy hacía por primera vez el paseillo en Pamplona junto a Alejandro Talavante y Daniel Luque, con experiencia de tiempo y triunfos en ella.
Tres expresiones artísticas distintas y una ganadería de postín. Expectación, bullicio, Pamplona. Iruña.
Media hora antes del paseillo los nubarrones dijeron ¡agua va!- como se hacen las cosas en esta tierra, a lo grande- y las peñas se ocuparon de proteger viandas y bebidas, aunque al rato salió el sol, tal que la canción que está en su repertorio “ ¡Eh chipirón, todos los días sale el sol, chipirón! ” y el festejo arrancó puntual ( no estaba Roca Rey en el cartel).
Aquerenciado en terrenos de toriles salió el primero y Alejandro Talavante fue fijándolo en el capote hasta el doble encuentro con el picador, sin mayor historia.
Rodilla en tierra se dobló Talavante de inicio con el toro, que luego embistió con simpleza, pese al empeño del diestro extremeño que basó la faena en la mano izquierda pero sin emoción alguna. Espadazo defectuoso del que el de Domingo Hernández tardó en doblar y a otra cosa.
Corretón de salida el segundo al que Daniel Luque apenas pudo fijar en un par de lances a la verónica y que mostró flojera a su paso por el caballo. Dos chicuelinas y una media en el quite, para dejar constancia de disposición y, tras banderillas -muy bien Iván García-, ya todo pendiente de la muleta.
Brindis a todos, muleta en la diestra y una primera serie templada y a media altura, a la que siguieron otras en las que el toro siguió manifestando su escasa fuerza. Por el pitón izquierdo, ídem de ídem, con Luque muy por encima de las prestaciones del toro, incluido el arrimón final y las bernadinas de mucho ajuste, que calentaron al personal.
Se tiró a matar con decisión pero la estocada resultó con travesía y asome y la posible oreja quedó en ovación.
Soplaba con fuerza el viento cuando salió el de la presentación en Pamplona de Juan Ortega y entre Eolo y las embestidas descompuestas nos dejaron sin ver sus esencias capoteras.
Esencias toreras que si tuvo el inicio de faena, con tres trincherazos que fueron caricia. En los medios y con el toro marcando su mansa condición - acabó en toriles- Ortega lo pasó por ambos pitones sin conseguir que la faena levantara vuelo. Un pinchazo, un estoconazo de efecto fulminante, toro a las mulillas...y a por la merienda.
Bien armado el cuarto y dos faroles de pie de Talavante para recibirlo. Otro toro al que la fuerza no le acompañaba y que, en consecuencia, no fue picado. Nadie protestó y Talavante, tras el brindis, se puso de rodillas para torear en redondo. De pie el torero el que dobló las manos, ahora sí luego también, fue el toro. A La Pamplonesa no le importó y se arrancó con el pasodoble mientras Talavante seguía toreando con loable empeño pero escasa emoción. Estocada al encuentro y ovación.
Serio el quinto y lances a pies juntos de Daniel Luque frustrados porque el toro dobló las manos, también tras un simulacro de suerte de varas.
Alargando las embestidas la apertura de faena del torero de Gerena, que perdía pasos entre pase y pase para ayudar al toro, hasta que, técnico y poderoso, logró incluso una serie de derechazos ligada.
Inciertas la embestidas, Luque tragó por el pitón izquierdo , también de regreso al derecho, incluido un desplante con el rostro entre la asustante cornamenta. El esfuerzo y la capacidad demostrada quedaron sin premio tangible tras pinchazo y estocada, pero sí recogió una ovación que supo reconocerlo.
O el Presidente de turno tenía hora para cenar o no se entiende el apresurado cambio de tercio en cuanto el que cerraba plaza pisó la arena, dejando a Juan Ortega in albis con el capote y, en consecuencia, al público.
Ayudados por bajo luminosos en el inicio de faena y toreo en redondo de suave y armónico trazo. No fue lo mismo en el intento al natural y Ortega volvió a la diestra para , sin perder la compostura, arrancar muletazos a un toro que se fue agriando. Como en su primer turno la estocada en buen sitio llegó tras un pinchazo.
Decepción general como balance.