Volver a mirar la tierra como material base de construcción aprovechando la tecnología. Es la preocupación de la arquitecta Maite Sainz de la Maza Benet, una de las doce mujeres que forman el núcleo del proyecto Lleida tierra de mujeres transformadoras, con el que la Delegació del Govern pretende promover una agenda compartida de mujeres del ámbito rural que trabajen "para superar al agropatriarcado, romper con la doble discriminación por el hecho de ser mujeres de pueblo y visibilizar a las mujeres rurales más allá del sector primario".
“Construir con tierra es algo que antiguamente se había hecho mucho, sobre todo aquí en la zona de Lleida, donde hay muchas cabañas de piedra seca. Con los años ha caído en el olvido, entre otros motivos porque la normativa es estricta y no había material estandarizado”, afirma la arquitecta. Dice también que es una arquitectura tachada de pobre: “Los pobres construían con la tierra que es con lo único que tenía mientras los ricos utilizaban otros materiales como la piedra o el ladrillo”.
A estandarizar material de tierra se ha dedicado en los últimos años junto a su socio ingeniero geólogo Macari de Torres. Diseñan materiales naturales, un trabajo con el que han ganado premios como el Terra Ibérica en la modalidad de Innovación por su proyecto de investigación Alive Earthblock. Es un bloque prefabricado de tierra cruda con erosión controlada para la restauración del patrimonio construido con tierra. Lo hace desde su estudio para el que ha elegido un nombre que es toda una declaración de intenciones.
El hecho de encontrar otras mujeres que también están haciendo otros proyectos interesantes es como un chute de energía”
Se trata de materiales que De la Maza Benet considera “interesantes para el medio ambiente” porque no llevan cocción y no generan residuos. “Significa -explica- que el día de mañana, cuando el edificio acabe la vida útil se puede tirar al sueño y se puede directamente incorporar en el medio otra vez, vuelve a la tierra sin necesidad de gestionar”.
Defiende beneficios para la salud, “porque es un material que transpira y es muy aislante acústico”. Argumenta que de ahí viene el concepto “más sordo que una tapia” y habla también de su capacidad de inercia térmica, que permite acumular la energía y dejarla ir poco a poco. Y pone un ejemplo: “Es esa sensación que tienes cuando entras dentro de las casas de pueblo antiguas. En pleno verano, fuera hace un calor horroroso y en cambio dentro se está muy fresquito sin necesidad de aire condicionado, lo cual significa que al final esto también repercute como un beneficio porque minimiza el coste energético del propio edificio”.
Ella vive en una casa construida con material de tierra en Els Alamus, pueblo en el que también tiene su estudio. Para fabricar, busca socios industriales y tierra cercana a la fábrica, lo más cercana posible al lugar de las obras. “Podemos utilizar cualquier tierra que haya en cualquier sitio, toda menos la orgánica. La primera capa, la que se utiliza para el cultivo, es la que nosotros no queremos, vamos un poco más abajo.
Ahorro
En la crisis económica de 2008, con presupuestos más bajos, había más clientes que querían rehabilitar en lugar de tirar el edificio
Su apuesta por recuperar patrimonio con materiales de tierra mirando al pasado empezó a tirar cuando la economía más flojeaba. En la crisis económica de 2008, con presupuestos más bajos, había más clientes que querían rehabilitar en lugar de tirar el edificio. Económicamente les salía más a cuenta. Viviendas en Barcelona, Alicante o Mallorca, muros de tierra, comercios en Santander o la reforma del Ayuntamiento de Ivars d’Urgell son algunos de sus proyectos.
A ella, participar en Lleida, tierra de mujeres transformadoras le permite poder reivindicar el patrimonio arquitectónico de tierra de Lleida ,“dar herramientas para construir como lo hacían nuestros antepasados, aprovechando las nuevas tecnologías y dejando una arquitectura más sostenible”.
“A veces cuando estás en un mundo así, como rural, un poco aislado de las cosas que pasan, te sientes como sola. El hecho de encontrar otras mujeres que también están haciendo otros proyectos interesantes es como un chute de energía”. Ve en el grupo “un potencial increíble”. “Es -asegura- gente que está haciendo cosas muy interesantes y que a veces te abren los ojos a ver otras cosas o ver las cosas de otra manera”.
“Yo creo -concluye- que este este grupo me ha aportado la energía y la fuerza de saber que podemos transformar el mundo rural con proyectos arraigados”.