‘Somos mujeres, somos ganaderas, somos pastoras, somos madres, somos compañeras y estamos unidas’. Así se presentan en las redes 58 mujeres ganaderas, casi todas jóvenes, que plantan cara al machismo en un sector en el que tradicionalmente han mandado los hombres. Sin embargo, cada vez son más las chicas que quieren dedicarse por elección a este oficio, sin herencias. Se autodenominan Ramaderes de Catalunya.
La mayoría son jóvenes que llevan en solitario o con unos pocos socios –en ocasiones sus parejas– explotaciones ganaderas extensivas en las que los animales pasan el día en el campo. Apuestan por una ganadería de monta natural, producción ecológica y, en la medida de lo posible, de venta de proximidad. A menudo ven la sorpresa que generan cuando se les ve con su ganado entre montañas y son muchas las que se molestan cuando, a la hora de vender sus animales, quien va a comprarlos les pregunta por su marido para hacer el trato.
La ‘sorpresa’ de ser mujer y pastora
Gemma Armillas tiene un rebaño de ovejas en Algerri (la Noguera). Hasta hace muy poco era ella la que siempre sacaba el rebaño a pasturar. Su pareja se dedica a la agricultura. Ahora han abierto una carnicería y su marido se turna con ella en el pastoreo cuando afloja la faena en la tierra. Cuenta que la imagen de una mujer llevando el rebaño en el campo todavía llama la atención de los vecinos de la zona y de los turistas.
Con frecuencia topa con interlocutores que dan por sentado que es ella quién ayuda en la explotación algunas horas sueltas, cuando en realidad es quien está al frente. “Yo ordeño, yo llevo mis ovejas al campo, hago lo mismo que mi marido muchos días y algunas temporadas más y además llevo tareas burocráticas y la casa”, reivindica.
En Eller, un pequeño pueblo de Bellver de Cerdanya, Sara Gutiérrez y su pareja, Miquel Queralt, sacan a pastar cada día a sus 36 cabras, a las que ordeñan dos veces al día. Unos días las saca ella y otros, él. Se dedican a la elaboración de queso. Coincide con Gemma Armillas en que el sector primario es muy machista y recuerda cómo causaba sorpresa verla cortar hierba con la guadaña.
Como en el caso de muchas mujeres de Ramaderes de Catalunya, Sara no está en este negocio por herencia. Su pareja y ella son barceloneses que se conocieron en la Cerdanya de niños cuando ambos veraneaban allí con sus familias. El rebaño de cabras es una elección personal por la que han abandonado su modo de vida de los últimos años como fotógrafos freelance en el mundo de las motos.
“Trabajábamos en el mundial de motocross, con buenas marcas y nos ganábamos bien la vida, pero queríamos hacer un cambio para vivir en la naturaleza”, explica Sara Gutiérrez. Cuenta que al comercializar un producto ya acabado como el queso y vivir en un pueblo muy pequeño, personalmente no sufre tanto el machismo como las mujeres que venden ganado.
Judit López Cantalapiedra, en Guardiola de Berga (Berguedà), es una de las encargadas de las redes sociales de esta agrupación feminista. Además de promocionar las actividades de todas ellas, el colectivo difunde temas de interés para las ganaderas, como cursos de formación y novedades editoriales.
“Lo que nos diferencia de otras agrupaciones de mujeres ganaderas es que nos basamos en un ideario de bienestar animal: todos los animales son libres, no hay animales encerrados, estamos todos en la filosofía ecológica y los sacamos a pasturar”, explica. “Hay gente que no se cree que yo llevo 150 cabras al campo. ¿Cómo vas a llevar tú las cabras?, me preguntan”, relata Judit.
Comunidad virtual
Mayoritariamente estas 58 mujeres se comunican de forma virtual y han preferido no crear todavía una asociación formal. “Creemos que no tenemos obligatoriamente que constituirnos en entidad para que por ejemplo la Conselleria de Agricultura nos escuche, porque de hecho tendríamos derecho a que se nos escuche aunque fuéramos solo una, estando en el sector primario”.
Explica Judit López que la autoestima de muchas mujeres a veces se resiente tras decepciones o discusiones machistas: “Suele pasar que aparezca un pastor y diga que quiere comprar unas cabras, pero cuando te pones a negociar, dice que quiere hablarlo con tu marido”. Estos conflictos cotidianos pasan desapercibidos para la mayoría de la sociedad y con la agrupación quieren darlos a conocer y visibilizarse: “Al unirnos, podemos mostrar cómo es nuestra vida”, afirma.
Su desembarco en el oficio tampoco tiene nada que ver con la tradición familiar. Estuvo cinco años viajando por Europa y África en una furgoneta y hacía trabajos agrícolas porque era lo primero que encontraba. Así cuenta sus inicios: “Me quedé embarazada joven, con 25 años; ahora tengo 33 y quería establecerme y crear algo de autoconsumo”.
Empezó con cinco cabras y ocho años después tienen 120 junto a su pareja. Ha podido combinar su trabajo como pastora con la crianza de sus hijas e incluso las ha amamantado mientras sacaba a sus cabras al campo.
Estas sesenta mujeres llevan comunicándose un año y han celebrado ya tres encuentros. Quieren cambiar las cosas en el mundo rural y en sus redes y, explica López, sus planes de futuro pasan por llamar la atención del sector primario y hacer alguna propuesta a Mossos d’Esquadra, al Cuerpo de Agentes Rurales y a la Conselleria de Agricultura.
De hecho, la consellera de Agricultura, Teresa Jordà, se refirió este jueves a la necesidad de normalizar la imagen de la mujer en el mundo rural , al inaugurar la fira de Sant Miquel de Lleida. Así, expresó su deseo de que el certamen recibiera muchas visitas y que sean cada vez más paritarias: “Espero que haya muchos agricultores, y espero ver también a agricultoras y ganaderas y empresarias del sector, que ya hay muchas”.
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