Turkestan cierra 111 años después
Comercio
Punto y final del histórico comercio de alfombras orientales artesanales de la Dreta de l’Eixample debido a la falta de relevos
No, no les doblaron el alquiler. Ningún fondo de inversiones los desahució. Y el Ayuntamiento de Barcelona tampoco les hizo ninguna faena administrativa. Es que la espalda de Juan Sastre ya no está para mover alfombras todo el día. Hace ya unos años que le tocaba jubilarse. De manera que el histórico comercio de la Dreta de l’Eixample Turkestan baja la persiana 111 años después. Hasta finales de año estarán de liquidación.
“Yo estoy contento –dice el propio Juan, desdramatizando, dicharachero, como unas castañuelas–. Me lo he pasado muy bien estos 50 años. He tenido un equipo genial, he conocido a gente fantástica y aprendido un montón de cosas… Pero este mercado cambió, mis hijos se dedican a otras cosas y, bueno, es una ocupación dura y complicada ¡aquí todo está hecho a mano, todo es único!”.
Con este adiós Barcelona pierde una parte de su patrimonio, el del comerciante que sabe de lo suyo
¿Acaso alguien cree que manejarse con la gente que confecciona estas exclusivas piezas al otro lado del mundo se aprende de un día para otro? El comercio de alfombras es tan enrevesado como el de cabras. Que en estos círculos todo el mundo te dice que las suyas son voladoras. Aquí acabas queriendo tanto a tus proveedores como a tus clientes. Y encima hace mucho tiempo que el régimen iraní no facilita hacer negocios.
Y eso es lo que pierde la ciudad, lo que perdemos los demás, porque con el cierre de Turkestan el comercio de Barcelona se queda sin una parte de ese patrimonio intangible tan valioso y tan difícil de medir y de ponderar. Hablamos de un conocimiento atesorado por tres generaciones de una familia. Porque pocas cosas proporcionan tanta paz a la hora de comprar como un comerciante que de verdad entiende de lo suyo y que además le importa.
Este negocio abrió sus puertas en 1913 en la calle Balmes bajo un letrero que ponía Almacenes Juan A. Sastre. Entonces a los barceloneses les fascinaban las esteras, los biombos y los paipáis de China y de Japón. Pocos años más tarde el negocio se trasladó a la rambla Catalunya, y tras superar las diferencias entre padre e hijo adoptó el nombre de Almacenes Turkestan. Luego los Sastre hasta montaron su propia fábrica, y Juan tomó el timón en los 80. Entonces, de su mano, Turkestan dejó la manufacturación y se especializó en la búsqueda de alfombras orientales, y Juan las trajo de Kurdistán, Tíbet, Irán, Turquía, Afganistán, India... Siempre artesanales, con tintes naturales, urdidas a mano, una a una. En el 2015, ya en Roger de Llúria, el negocio deja atrás sus aires de almacén y deviene en galería.
“Sí, se trata de un comercio muy pequeño y muy especializado –abunda Sastre–, y ello supone muchos sacrificios, es cierto, pero a pesar de tantos cambios siempre aparecen encargos. ¿Sabe que montamos las moquetas del Parlament? Y las de muchos hoteles de la ciudad”. Quizás la mayoría ya no mime tanto sus casas como antes, y las alfombras del salón ya gozan no de la solemnidad que disfrutaban en las casas de nuestros abuelos. Uno se conforma con artículos más económicos, sobre todo tras la última crisis del ladrillo. Y luego te encuentras con los resultados de estos procesos, con un escaparate con un montón de souvenirs con forma de joven abrazada a un pene gigante, frunces el ceño y te preguntas qué diantres está pasando con las tiendas de la ciudad.