Dalí inauguró la galería de la Llibreria Catalònia

EL ÁLBUM

Gran exposición daliniana para inau­gurar en diciembre de 1933 el nuevo establecimiento Galeries d’Art de la Llibreria Catalònia, propiedad del acreditado empresario cultural Antoni López Llausàs. Había sido escogida por su nuevo director, el pionero del vanguardismo local Josep Dalmau, así rescatado al haber fracasado en su nuevo intento comercial: dejar la sala de Portaferrissa para trasladarla al paseo de Gràcia. Fue el primero en exponer a Dalí y a Miro.

La nueva galería había sido instalada con perfil austero y moderno en la planta baja de la prestigiosa Catalònia, en la ronda Sant Pere, 3.

Presidían dos imponentes óleos surrealistas: L’enigma de Guillem Tell (primera versión de pequeño formato y sin la testa de Lenin) y El naixement dels desigs líquids . Iban acompañados de dibujos, grabados y un objeto, amén de fotografías de diversas obras suyas captadas por el combativo profesional Man Ray, quien lo elogiará en sus memorias.

Dalí asistió, pero sin dejarse llevar por ninguna excentricidad. El todo Barcelona desfiló y no se contuvo en expresar toda suerte de comentarios, siempre respetuosos. Mientras el crítico Magí Cassanyes se confesaba entusiasmado, Just Cabot lo calificaba como “el pseudogenio de Figueres”. El comentario de La Veu de Catalunya reconocía que era uno de los pocos valores internacionales de nuestra pintura.

Unos meses antes, el 23 de agosto, Man Ray había venido a Barcelona para dar su visión del paisaje modernista: Dalí le seleccionaba los edificios que habían de ilustrar con generosidad el extenso y combativo artículo que el pintor había propuesto publicar en la revista Minotaure , emblema y altavoz del surrealismo, con la bendición de André Breton, su líder ideológico.

Si un Breton autoritario había dictado la consigna “la belleza será convulsiva o no será”, Dalí aportaba en su escrito una sentencia con su estilo ina­pelable: “La belleza será comestible o no será”. Me pregunto si estaba pensando en el crocanti, pues alguna que otra fachada había sido ridiculizada por los ninotaires indígenas al encajarlas bajo la categoría de simple pastelería.

Importa reconocer que Dalí fue el primero en defender públicamente un modernismo ya considerado entonces de mal gusto; las estaciones del metro parisiense creadas por Guimard eran destruidas.

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