La resurrección del Liceu

Opinión

Anteayer se cumplieron 25 años de la resurrección del Gran Teatre del Liceu. Resurrección porque lo que se consiguió en cuatro años y medio tras ser pasto de las llamas fue milagroso. Personalmente no me pareció extraño –el incendio– tras una visita entre bastidores la semana anterior al desastre. Trabajaba entonces en Televisión Española, y con el director general del Liceu, Josep Caminal, habíamos tejido un acuerdo de mecenazgo que permitía compensar a empresas patrocinadoras con espacios publicitarios en TVE y programar la retransmisión de óperas. La primera de ellas sería Don Carlo de Verdi comentada por Terenci Moix. Yo solo había estado una vez en el Liceu cuando, recién llegado a la facultad, unos amigos nos animamos a comprar las localidades baratas que encontramos para Madame Butterfly . Con avituallamiento en la charcutería La Castellana, parada en el quiosco La Cazalla y cierre de fiesta en el Panam’s, ruta habitual de la colonia estudiantil gironina en la zona.

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El Liceu, la primera noche de esta temporada 

Àlex Garcia / Propias

Tras la rueda de prensa almorzamos en el Círculo del Liceu. Terenci estuvo sembrado, narrando todo tipo de amoríos y accesos carnales que, aseguraba, habían tenido como escenario los antepalcos. Detallarlos aquí, con nombres y apellidos, exigiría asistencia letrada. Antes de irnos, Caminal nos invitó a visitar las tripas del teatro desde el último piso. Nos sobrecogió la abundancia de cuerdas, madera y decorados. Más que inflamable, auténtico material explosivo. Las funciones de ópera se desarrollaban siempre con un camión de bomberos a punto y la inevitable reforma estaba bloqueada por la oposición vecinal y la nula disposición institucional a suspender una temporada.

La abundancia de cuerdas, madera y decorados era un auténtico material explosivo

En ese momento, Terenci Moix, provocador, cogió un cigarrillo Ducados, simulando que iba a prenderlo. Un operario se le abalanzó con un extintor en la mano. La visita parecía que continuaría pacíficamente cruzando un puente colgante de madera, como el de la película Indiana Jones , pero el escritor, nervioso, comenzó a zarandearlo. En su día publicó, exageradamente, que le salvaron de precipitarse al vacío los oportunos brazos de un directivo de TVE que no eran otros que los míos. Servicio público.

Pocos días después las chispas de una soldadura daban paso a una escena dantesca solo aliviada por la visión de la Guardia Urbana salvando los cuadros de Ramón Casas Rambla arriba. En apenas 24 horas, alineados instituciones, patrocinadores y propietarios se acordó reconstruir el teatro “ tal como era”, cosa muy catalana, al igual que lo fue programar para su reapertura Turandot , la ópera prevista antes del incendio, como si nada hubiera pasado. Una resurrección. Hay que reconocer que la operación fue un éxito indiscutible que hoy disfrutamos. En el juicio, que acabó con una absolución general, el fiscal afirmó que “la más infecta de las discotecas barcelonesas tiene más seguridad que el Liceu”. Igual salía poco por la noche.

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