N imby es un acrónimo que en inglés significa no en mi patio trasero ( not in my backyard ). Los anglosajones lo utilizan para describir la reacción de algunos colectivos de ciudadanos que se oponen a actividades e instalaciones que perturban su vida y alteran su entorno. Así, generan nimbismo proyectos como centros para el tratamiento de drogodependientes, prisiones, plantas de generación de energía, antenas de telefonía móvil, líneas de alta tensión, centros comerciales y de ocio, hospitales, el turismo, mezquitas y la Copa del América, entre otros. Hace años, en Barcelona, hasta se generó un nimby contra la instalación de un tanatorio en un cementerio. Nunca he pensado en otro lugar más adecuado.
En Catalunya, tenemos muchos casos de nimbismo , pero el más apremiante ahora mismo es el que se manifiesta contra la ampliación del aeropuerto. El filósofo británico Julian Baggini
–ha publicado, entre otros, el libro El cerdo que quería ser jamón , uno de los ensayos más divertidos de los últimos años– se ha ocupado del nimby . Aunque el término apareció a finales de los setenta, Baggini asegura que es un fenómeno tan antiguo como la civilización. Se conocen casos documentados en la antigua Roma, como el rechazo al barrio popular de Suburra.
La economía de Barcelona, la región metropolitana y Catalunya necesitan un aeropuerto mayor
Según Baggini, en el fondo del nimbismo se encuentran filias y fobias inherentes al ser humano. Por ejemplo, la metatesiofobia, el miedo irracional a los cambios, y la oikofilia, término creado por otro filósofo británico, Roger Scruton, que es el amor al hogar. Ambas se combinan en la oposición a proyectos que implican cambios, especialmente si afectan al medio ambiente. Así, los colectivos nimby se movilizan para proteger algo que aman, que quieren preservar, que forma parte de su identidad y que desata emociones muy profundas cuando se percibe una amenaza.
Por eso, la ampliación aeropuerto se complica, porque el nimbismo genera empatías y si, además, se alía con partidos, la cosa se embarulla aún más porque puede impedir acuerdos, ya sea por convicción ideológica o postureos políticos. Todos queremos hospitales, smartphones y energía eléctrica, pero no a costa de nuestro patio trasero. Se mire como se mire, la economía de Barcelona, la región metropolitana y Catalunya necesitan un aeropuerto mayor. Nadie discute que debe realizarse de acuerdo con la legislación medioambiental de Europa y de donde sea para que tenga el menor impacto sobre el delta del Llobregat, pero no podemos seguir mirando hacia otro lado. Hace ya más de un siglo que alguien decidió instalar en el delta el primer campo de aviación. Desde ese día, se comprometió parte de ese territorio y hay que convivir con ello.
Ahora, en contraposición al nimby , ha aparecido el yimby ( yes in my backyard ), colectivos que defienden las infraestructuras, aunque haya que plantarlas en nuestro patio trasero. El aeropuerto también es cosa del yimbismo .