Hacia la plena igualdad

Tribuna

Hacia la plena igualdad

Cada día es 8 de marzo, pero hoy lo es más que nunca. El día internacional de la Mujer es la expresión de un clamor popular que, con el paso de los años, se intensifica y crece, haciéndose eco de las grandes reivindicaciones históricas del feminismo en torno a la igualdad, como pilar para la materialización efectiva de los derechos humanos y la dignidad de todas las personas.

En las últimas décadas, hemos conseguido grandes avances sociales, económicos y políticos, si bien, todavía, de manera intolerable, los desequilibrios en detrimento de las mujeres continúan presentes en múltiples esferas de la vida. Estos se manifiestan a través de la brecha salarial del 19,9% en Catalunya, que recuerda que las mujeres trabajamos gratuitamente 75 días al año; con una alarmante infrarrepresentación femenina en los órganos de dirección y consejos de administración y con una política de conciliación alejada del necesario principio de corresponsabilidad que lo tiene que presidir.

No se trata de una cuestión de género, se trata de una cuestión de derechos

Asimismo, un dato especialmente preocupante es el que revela la última Encuesta de Valores del CEO en relación a la percepción de los hombres catalanes sobre la causa feminista: uno de cada tres opina que el feminismo ha ido demasiado lejos, creciendo la cifra hasta el 54% entre los ciudadanos de 16 a 24 años. No podemos permanecer impasibles ante esta situación.

Tenemos que repensar como sociedad de qué manera podemos involucrar a los hombres y, en particular, a los más jóvenes, en una mayor sensibilización en el feminismo. No es una cuestión de género, es una cuestión de derechos. Ellos se tienen que convertir en agentes transformadores replanteando el reparto de los espacios, los tiempos, las responsabilidades y el poder. Su complicidad es fundamental para que las mujeres podamos desarrollarnos y progresar en igualdad.

Como dijo la escritora francesa Flora Tristan, “el nivel de civilización al cual han llegado varias sociedades humanas está en proporción a la independencia de que disfrutan las mujeres”. Esta autonomía, entendida como igualdad de género, es hoy un elemento inseparable de una sociedad que aspire a ser verdaderamente democrática y que imprima coherencia, legitimidad y justicia en las bases de lo que tiene que ser un auténtico Estado de derecho. Sin igualdad no hay democracia, y sin democracia no hay justicia.

Esta reflexión colectiva tiene que generar cambios en la educación de nuestros jóvenes y específicamente en su empatía, para que sean capaces de enarbolar la bandera de los derechos de las mujeres en frente del auge del discurso del odio y de los populismos extremistas, siendo fundamental que hagan suyo el enunciado del artículo 14 de la Constitución: todas las personas son iguales ante la ley.

Hace tiempo que las voces del feminismo resuenan con fuerza en las calles, en las universidades, en los centros culturales, en los parlamentos. La igualdad de géneros no busca la obtención de ninguna prerrogativa, sino el reconocimiento de la dignidad como condición inherente de todas las personas. Como decía Mary Wollstonecraft: “no deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino más poder sobre ellas mismas”. Hagamos que eso sea realidad.

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