La hierba ha quedado muy tocada durante la presente sequía en los parques, jardines, calles y plazas de Barcelona. La falta de riego o la reducción de su intensidad, obligadas por las restricciones de uso de los recursos hídricos aplicadas desde marzo, se deja notar en buena parte de la ciudad. Pese a que las últimas lluvias la han hecho rebrotar en algunos lugares, abundan las zonas con el césped seco, cuando no desaparecido. Pero las hay en las que sobrevive gracias a que se usa agua freática, que está permitida, aunque se emplea en cantidades inferiores a las habituales. En cualquier caso, situaciones como la actual, con escasez de reservas, cada vez más frecuentes, plantean la necesidad de hacer cambios en la gestión del verde en la capital catalana.
De las aproximadamente mil hectáreas de zonas verdes que tiene Barcelona, unas 400 corresponden a césped o plantas tapizantes, como las hiedras. El gerente del Institut Municipal de Parcs i Jardins, Francesc Jiménez, avanza que se “trabaja en un proyecto para la paulatina plantación de especies arbustivas, que son más resistentes y requieren menos agua, en parte de esta superficie”. Pero, precisa, “seguirá habiendo lugares en los que la hierba mantendrá protagonismo”, especialmente en los recintos históricos como la Ciutadella o en otros de nueva creación que incluyen praderas, como Glòries. En ambos ejemplos, el suelo sigue verde porque son áreas que están conectadas a la red freática.
Desde que se aplican las restricciones se ha ahorrado entre un 55% y un 60% de agua en el riego de zonas verdes
Los contrastes saltan a la vista. El parque del Poblenou, junto a las playas, ofrece estos días una imagen que ilustra muy bien lo que está pasando. Conviven zonas con hierba más o menos en buen estado con otras en las que sólo queda tierra. Y todo ello salpicado por arbustos que se han secado. El marrón y el verde se trufan afeando un lugar muy utilizado todo el año, especialmente en verano. Este ejemplo se repite en otros lugares públicos ajardinados. También en muchos parterres de calles y plazas. Sólo los que reciben agua del subsuelo o que están junto a árboles, que sí se riegan, muestran signos de vida.
La Generalitat sólo permite usar agua potable para el riego de supervivencia de árboles y arbustos. Más allá, detalla Jiménez, “si se está conectado a la red freática, esta se usa también para la hierba”. Para el resto de lugares, prosigue, “disponemos de siete cisternas de este último tipo de agua que por las noches son para la limpieza de las calles”.
Barcelona tiene 400 hectáreas de césped y tapizantes sobre un total de 1.000 hectáreas de zonas verdes
La persistencia de la sequía ha obligado a Parcs i Jardins a renunciar a las plantaciones previstas este otoño. Las plantas de flor se renuevan dos veces al año, en mayo y en noviembre, con un refuerzo en septiembre. A raíz del decreto de sequía se ha suspendido la operación de estos dos próximos meses. Para el arbolado hay dos periodos, de octubre a marzo en la mayoría de especies y de abril a junio en las de clima cálido y las palmáceas. En este caso están prohibidas todas excepto las de ejemplares que ya están en stock.
Antes de que se decretasen las restricciones por la sequía, el 20% del riego de espacios ajardinados públicos de Barcelona se hacía con agua freática. Eran unos 0,5 hectómetros cúbicos al año (500 millones de litros). Ahora este valor ha crecido un poco, hasta 0,7 o 0,8 hectómetros cúbicos anuales (700 o 800 millones de litros). En paralelo se ha reducido en un 60% el uso de recursos potables. Así, globalmente, el ahorro hídrico global se sitúa entre el 55 y el 60%, en línea con las previsiones que se hicieron en marzo del 57%.
Las plantaciones de plantas de flor y de arbolado de este otoño se han cancelado
La clave está, por un lado, en emplear menos cantidad de agua y, por otro, en usar cada vez más extraída del subsuelo, no de la red general. En cuanto a lo primero, Parcs i Jardins aplica desde hace años un programa para priorizar especies más resistentes, que requieren de menos riego, que son capaces de aguantar mucho tiempo sin ser remojadas. También de césped. “Hace mucho que lo cambiamos, ya no tenemos hierba de prado inglés”, apunta el gerente de este organismo responsable de las zonas verdes de la ciudad. En los nuevos proyectos se pone grama, un tipo de hierba a base de gramíneas más duro y menos costoso de mantener. En muchos puntos, las últimas lluvias lo han hecho rebrotar pese a llevar semanas que perecía seco, imposible de recuperar. En situaciones como esta, otras modalidades mueren.
Para no tener que utilizar cisternas o camiones cuba que van de un lugar a otro, como se hace con la limpieza viaria y que permite que que el 100% del agua sea freática, hacen falta conexiones con las infraestructuras de bombeo, almacenaje y distribución del agua procedente del subsuelo. “Estas instalaciones no se pueden tener de un día para otro –recuerda Jiménez-, suelen aprovecharse grandes obras de urbanización pra construirlas, como las que se hicieron en el 2004 en el Fòrum y Diagonal Mar, en Sant Martí; en cambio, en otros distritos como Les Corts, Sarrià-Sant Gervasi, Sants-Montjuïc o Horta-Guinardó hay pocas”.
Parcs i Jardins apuesta por priorizar los usos tranquilos en las áreas de hierba que se pueden pisar
En paralelo a estos cambios, es clave la utilización que se hace de las áreas de hierba. Jiménez pone como ejemplos opuestos los antes citados de las Glòries y la Ciutadella. En la plaza, la zona conocida como Gran Clariana, una pradera pensada no sólo para hacer bonito sino también para el disfrute ciudadano, se ha puesto en práctica un nuevo modelo. Se puede pisar, pero con limitaciones. Están prohibidas las pelotas (muchos juegos o deportes dañan el césped) o entrar con perros porque son grandes depredadores al hacer agujeros. “Estamos promoviendo un uso tranquilo –explica el gerente de Parcs i Jardins–, que la gente se pueda tumbar, descansar, leer, sesiones de taichi, yoga... Esto nos ayuda a mantener este espacio en buen estado”.
Caso muy distinto es el de la Ciutadella, que recibe cada año siete millones de visitantes y soporta una intensísima actividad de todo tipo. “La gestión en este recinto es difícil, los céspedes acostumbran a estar muy deteriorados”, valora Jiménez. El aspecto que ofrece este parque estos días es muy desigual. La falta de verde parece que se debe más a ese uso descontrolado e incluso a una falta de mantenimiento en algunos puntos que a la sequía.