Llevaba siete años en preparación. El jueves se votó la resolución en el Ayuntamiento de Amsterdam y ganó el sí. Un sí a prohibir que los barcos de pasaje amarren en el corazón de la ciudad. Los cruceros ya no son oficialmente bienvenidos en la capital de los Países Bajos.
Desde el 2018, la corporación municipal está dirigida por un tripartito formado por los liberales del D66, los socialdemócratas del Partido del Trabajo y los verdes de GroenLinks. De este último partido es la primera alcaldesa de la ciudad, Femke Halsema, cineasta, documentalista y política. Ella y su equipo de gobierno se han conjurado en los últimos años para dar un giro a la percepción internacional de la urbe y a frenar un turismo que consideran desbocado. A la campaña para evitar las indeseadas despedidas de soltero, sobre todo de británicos, se ha sumado la persecución del consumo de cannabis fuera de espacios limitados y se trabaja en una reforma integral del barrio rojo, conocido por su amplia oferta sexual.
La medida no será de aplicación inmediata, pero en el 2024 algunos barcos podrían atracar ya lejos del centro
Los cruceros han entrado también en el proyecto de cambiarle la cara a Amsterdam, ciudad de algo más de 900.000 habitantes que recibe cada año a cerca de 21 millones de turistas. De estos, unos 300.000 llegan en buques de pasaje. Es una proporción relativamente baja respecto al total, aunque el Ayuntamiento los ha puesto en la diana. “Los cruceros contaminantes no se fusionan con los objetivos sostenibles de nuestra ciudad”, indicó tras la votación del jueves Ilana Rooderkerk, líder del D66 en la ciudad. La concejal reconoció que lo sucedido en Venecia ha sido inspirador para ellos.
En el verano del 2021 entró en vigor en veto al tránsito de buques de más de 25.000 toneladas por el canal de la Giudecca, en el centro de Venecia, tras años de protestas de grupos locales y la recomendación de la Unesco, que clamaba por la protección de la ciudad. Ahora, los viajes que hacen escala en la capital del Véneto atracan en los muelles de la zona industrial de Marghera, alejados del centro histórico o han cambiado sus escalas a Trieste.
El alcalde de Marsella, otro gran puerto de cruceros europeo, también dice estar trabajando en reducir la presión de esta industria en su ciudad y movimientos similares se están planteando en Dubrovnik (Croacia) y la isla griega de Santorini. El puerto croata recibirá este año a más de medio millón de cruceristas y esta temporada el destino griego acumula cuatro o cinco megacruceros varios días por semana, algo que los locales, aun viviendo del turismo, consideran inaceptable por desvirtuar totalmente la esencia del lugar.
La votación en el Ayuntamiento de Amsterdam no implica que los cruceros vayan a desaparecer de manera inminente. De momento, 57 escalas siguen programadas en la terminal de pasaje hasta fin de año y hay un centenar previstas para el 2024, aunque para entonces ya se podrían estar contemplando otros muelles para el amarre lejos del centro de la ciudad. Esta estrategia portuaria va en línea con la aeroportuaria. Los gestores de Amsterdam-Schiphol están levantando el pie del acelerador del crecimiento, pasando este ejercicio de 500.000 vuelos al año a 460.000, para reducirlos a 440.000 en el 2024, limitando al extremo la actividad de los jets privados.
Mientras tanto, la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) ha indicado que ya se estaba trabajando en la electrificación de muelles para evitar la emisión de gases durante las escalas de los barcos y está por ver donde se reubican las operaciones de pasaje en el entorno de Amsterdam, donde, indican, el turismo de cruceros aporta a la ciudad alrededor de 105 millones de euros al año.