Receta contra la decadencia

Receta contra la decadencia

Se habla mucho últimamente de si Barcelona sufre una crisis de autoestima que muestra la puerta de entrada a una etapa de decadencia de la capital catalana. Los signos que avalan este estado de ánimo son diversos y no todos tienen un origen reciente en la pandemia o en controvertidas decisiones de la política local, sino que se arrastran de los últimos años convulsos y que Barcelona vivió como epicentro del conflicto catalán. Tarde o temprano, la suma de todos estos factores acaba saliendo y cualquier pequeña noticia negativa o amenaza cae como una losa en un ambiente debilitado por esa incipiente depresión. Vean si no qué sucedió con el lamento del festival Primavera Sound tras darse contra la pared del Consistorio barcelonés y cómo se cortó rapidez una posible vía de agua que hubiera tenido serias consecuencias para la ciudad.

foto XAVIER CERVERA 05/06/2020 vista aerea (desde torre mapfre) de barcelona, con la torre agbar en plaça glories / avinguda diagonal en el centro, y el barrio del poblenou (distrito sant marti) anteriormente, con edificios, viviendas, pisos,...tb parte de vila olimpica; al fondo Collserola ,barcelona

Vista aérea de Barcelona

Xavier Cervera / Propias

¿Cómo se debe actuar ante esta situación? Lo primero es asumir que Barcelona no está en su mejor momento y que ya no es tan atractiva como antes. Lo demuestra el hecho de que ciudades competidoras han olido ese decaimiento y acechan para sacar tajada, sin olvidar que estrategias denostadas por aquí cosechan triunfos en otros lugares y les dan ventaja.

Barcelona no pasa por su mejor momento y pagará muy caro los errores estratégicos que cometa

Por eso es imprescindible acertar en el diagnóstico y aceptar dónde están hoy nuestras posibilidades. Ser realistas y posibilistas evitará que perdamos oportunidades pensando que todavía somos quienes éramos. La cruda realidad es así. Barcelona está menos de moda y ahora juega en la liga del montón. Podemos seguir avanzando y aspirar a volver a la Champions League, pero hoy no estamos ni para disputar la antigua copa de ferias.

No somos igual de atractivos porque hemos sufrido varios accidentes graves encadenados que han dejado una capital por la que medio mundo suspiraba, en una ciudad corriente. Hay quien piensa que, en el fondo, ese era el objetivo de algunas políticas adoradoras del decrecimiento impulsadas en los últimos tiempos.

En estas circunstancias no estamos en condiciones de ponernos estupendos ni de rechazar propuestas alegremente. Nos jugamos decenas de miles de puestos de trabajo, millones de ingresos y millones en recaudación de impuestos de la actividad económica que puede quedar resentida de actitudes ilusas.

Otras ciudades se han dado cuenta y quieren sacar partido. Antes nadie nos tosía y estábamos tranquilos ante una competencia que nos miraba desde muy lejos con admiración. Ahora intentan sacar leña del árbol caído. Incluso el Mobile tiene ofertas dentro de España para ser acogido si un día Barcelona sufre uno de sus desvaríos de antigua grandeza. No está todo perdido ni mucho menos. Pero no nos podemos distraer más ni cometer errores estratégicos que marquen el futuro porque entonces la recuperación será más larga y deprimente.

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