La pandemia está recrudeciendo los conflictos en torno a los alquileres comerciales. Todo esto se está alargando mucho... Unos y otros tratan de salir adelante, y los intereses se enfrentan.
La hostelera Kate Preston cuenta que estas Navidades la desahuciaron de un restaurante en la Rambla. “Llevábamos diez años pagando 25.000 euros al mes y con la pandemia conseguimos una rebaja del 20%, pero aquello no era suficiente. No logramos ponernos de acuerdo con la propiedad, un gran tenedor, así que pusimos una demanda amparándonos en el principio rebus sic stantibus , porque la caja pasó de 5.000 euros diarios a menos de 100, y comenzamos a pagar únicamente el 30% de la renta”. El latinajo es un principio jurídico que permite cambiar un contrato ante circunstancias sobrevenidas e inesperadas. Últimamente se menta mucho… “La propiedad, sin embargo, nos denunció, por un retraso, y consiguió sentencia antes que nosotros”.
Preston también llevaba otro restaurante en el Gòtic. “Se acabó el contrato y el dueño quiso subir el alquiler 5.000 euros, hasta 17.000. Además, solo nos ofrecieron un 15% de descuento durante la pandemia. Devolvimos las llaves. No vimos buena fe. En su momento hicimos una gran inversión en el local, sus instalaciones estaban fatal, y ahora… Muchos propietarios no entienden que sin turistas estas rentas son imposibles, que el negocio se estropeó para todos, que nada es igual. Es muy grave lo que está pasando en el centro de Barcelona. Hablamos de la destrucción de 25 puestos de trabajo. Tenemos otros seis restaurantes, y ahí intentamos recolocar a los empleados, pero no es fácil”.
Atrapados en el traspaso
La responsable de un histórico restaurante de la Rambla y de otro muy señero en la calle Santa Anna cuentan que los dueños de sus locales la están tratando bien, que tras tantos años no quieren perderla. El alquiler que más quebraderos le trae es el de una coctelería que abrió hace cuatro años en el Eixample. “¿Quién va a una coctelería ahora? Acordamos una rebaja de la renta, pero tengo que devolverla en cuanto consiga traspasar el negocio, así que... ¡lo comido por lo servido! El alquiler de esta coctelería es un agujero sin fondo. Además, únicamente conseguí una oferta, pero con las restricciones se echaron atrás”.
Amit Sharma también subraya que muchos no asumen que el gran negocio terminó, al menos por una buena temporada. Sharma tiene siete tiendas de souvenirs en la Rambla y alrededores, siete negocios que poco a poco trata de reorientar. “Los dueños no nos están tratando bien. Alguno no aceptó hacer ningún descuento y otros admitieron el 50%, pero ni eso es suficiente. Para sobrevivir necesitaría una rebaja del 80%. Y los políticos hacen muchos anuncios, pero en las calles no se notan nada”.
“Las administraciones solo plantean reducciones de las rentas, pero ninguna ayuda para los propietarios –tercia el dueño de varios locales y viviendas en la Rambla y el barrio Gòtic–. Es muy fácil ser generoso con el dinero de los demás. Si eres propietario, tienes que ser como Rockefeller. No importa que tengas hipotecas... y encima igualmente tienes que pagar el IVA, te pague o no tu inquilino. Nosotros le hicimos una rebaja del 80% a un restaurante, y a una óptica unos aplazamientos a tres años vista, y a otro restaurante que nos ocupa dos locales estamos tratando de desahuciarlo. Siempre fue muy mal pagador… Pero también hay propietarios que están apretando a sus inquilinos para que se marchen y les dejen toda la infraestructura que montaron. Y otros están esperando que todos toquemos fondo para venir a comprar a bajo precio. Las tasaciones van a la baja. Porque, a pesar de todo, Barcelona continuará siendo un destino muy atractivo, y muchos ven en esta situación una gran oportunidad”.
El reproche del comerciante
“Algunos dueños de locales no entienden todavía que aquel gran negocio es hoy inviable”
Estas Navidades el responsable del restaurante del Raval La Rubia estaba a punto de cerrar, pensando en otra profesión, en despedir a sus diez empleados. “Pero con el principio rebus sic stantibus logró, aunque sea cautelarmente, reducir su renta a la mitad y tener una oportunidad –dice Eudald Lligoña, su abogado–. Las ayudas planteadas por las administraciones dependen de las restricciones, y llevan a muchos autónomos y empresarios a endeudarse. De no haber prosperado esta petición La Rubia ya habría cerrado. En el despacho tenemos una decena de restauradores recurriendo también al principio rebus ”.
“Ahora –abunda Lligoña– se están renegociando los acuerdos que, muchas veces de un modo verbal, se alcanzaron al principio de la pandemia. La situación es difícil. Muchos, a un lado y otro, está atrapados. Y mucha gente con muchos años en la profesión se está quedando por el camino. Pero los locales seguirán ahí… Nosotros también llevamos un portal de traspasos, y están por los suelos, y los pocos que se hacen se cierran por cantidades irrisorias. Así gente nueva, de fuera del sector, comienza a tomar posiciones. Y los fondos de inversiones ya no se fijan principalmente en viviendas. Ahora comienzan a echar el ojo a los locales comerciales. Están ahí, esperando… Son tiempos muy extraños, tiempos para emprendedores, especuladores y oportunistas”.
Un fondo de inversiones de Singapur está aireando estos días en los círculos inmobiliarios de la ciudad que tiene 300 millones de dólares para comprar naves, locales y almacenes en España, Portugal, Italia, Francia y Alemania. Les da igual. Tampoco les importa si están alquilados. No tienen previsto poner en marcha ningún negocio. Su estrategia consiste en comprar pronto a buen precio y vender en unos años, cuando la economía remonte y las propiedades se revaloricen.
El lamento del propietario
“Muchos se creen que somos como Rockefeller y que no tenemos hipotecas”
La responsable de una pequeña tienda de alimentación en el Gòtic desde hace décadas cuenta que cerrará pronto. “Antes de la pandemia los dueños me dijeron que no renovarían el contrato a pesar de que nunca fallamos…”. Y cuando todo comenzó a derrumbarse le ofrecieron una prórroga de dos años con una subida de la renta de 300 euros al mes. “Conseguí rebajas los primeros meses, pero… No quiero que se publique mi nombre porque todo esto está resultando muy espinoso. Si querían echarme, ¿qué pensaban hacer al terminar la prórroga? ¿echarme cuando regresen los turistas y los precios suban? En todo el Gòtic, hay un montón de persianas bajadas, y solo abren tiendas de móviles. ¡Todo se empobrece! Al final abrirán aquí otra tienda de carcasas... y yo continuaré trabajando en otro local, en otro barrio”.
“La situación es insostenible, peor que el año pasado –lamenta un librero que también suma décadas en el Gòtic–. No puedo afrontar el alquiler y las devoluciones de los descuentos que me hicieron. Ahora trato de renegociarlo todo. Necesito un nuevo contrato, si no… ¿tengo que ir a juicio? Esta librería es mi vida… y ahí al lado abrieron una tienda de semillas de marihuana. Así son los pocos negocios que abren. Estamos perdiendo el comercio más arraigado”.
Lo ilustra un paseo por Canuda, Portaferrissa, Santa Anna, Comtal… Representantes de las entidades de comerciantes de cada calle y de Barna Centre, la del barrio, cuentan que las persianas metálicas abundan cada vez más, y también los carteles de liquidación por cierre, y que buena parte de los pocos negocios que abren son de camisetas supuestamente ingeniosas, souvenirs encubiertos, gafas de sol… Comerciantes de calles secundarias menos atractivas aprovechan la oportunidad para instalarse en vías más principales. “Te ofrecen no pagar unos meses –dice la dueña de un local en Santa Anna–, y luego aumentar la renta progresivamente un año o dos, para abrir tiendas de móviles y de gafas de sol. Así se preparan para el regreso de los turistas. Yo alquilé mi local a una gente que montó una perfumería, por la mitad de lo que cobraba antes del virus, pero todos los meses lo mismo… Yo tuve aquí una tienda. Me apena que el barrio se eche a perder”.
La disponibilidad se dispara y modera los precios
Otra consecuencia de la pandemia es la creciente disponibilidad de locales. Daniel Jiménez, director de comercio minorista en Savills Aguirre Newman Barcelona, detalla que, “antes de la pandemia, la disponibilidad en los ejes de Barcelona rondaba entre el 3% y el 5%. Un eje está sano cuando ronda el 4%”. Sin embargo, ahora, “la disponibilidad en algunos ejes alcanza el 15%”. Ello pone de manifiesto el bajón de operaciones. “Este aumento de la oferta modera los precios, pero aún es pronto para calibrar su evolución debido a las pocas operaciones del 2020”. El inmobiliario confía en que en el segundo semestre aumenten las ventas y los turistas. “La mayoría de los propietarios son conscientes de la situación y flexibles en el cobro. Todos buscamos soluciones que permitan a los operadores superar esta situación y compensen la pérdida coyuntural de rentas con incentivos a futuro, rentas variables, devoluciones directas a futuro o soluciones más sofisticadas”.