La Mercè más discreta arranca con otro pregón polémico

Barcelona celebra su fiesta mayor

A los ediles de Cs y de Bcn pel Canvi no les gustó la reivindicación catalanista de Tortell Poltrona y se marcharon antes de tiempo

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Tortell Poltrona, luciendo nariz de payaso, en el Saló de Cent del Ayuntamiento junto a la alcaldesa Colau

Àlex Garcia

No podía ser de otro modo. Tampoco en su edición más extraña, discreta y empequeñecida. Una vez más el pregón de las fiestas de la Mercè concluyó con su correspondiente polémica política. ¿Recuerdan los abucheos a Elvira Lindo? ¿Y la ceremonia alternativa que le montaron a Javier Pérez Andújar? ¿Y lo que dijo Marina Garcés sobre el 17-A...? Ayer los concejales de los grupos de Bcn pel Canvi y Ciudadanos, Manuel Valls y Luz Guilarte, abandonaron muy indignados el Saló de Cent antes de que Jaume Mateu Bullich, más conocido como Tortell Poltrona, terminara su inesperado pregón.

A Valls y Guilarte no les gustó nada que el payaso leyera una carta que Jordi Cuixart le escribió desde la cárcel, que dijera que el Estado de derecho de este país está tuerto, que los poderes no están de ningún modo separados y sí del todo enganchados, que defendiera a su peculiar manera la lengua y la cultura ­catalanas... “Quienes rechazan la lengua y la cultura de un lugar son como mínimo unos inadaptados”, dijo. “Esto no es un pregón”, tuiteó después Valls. Y, cuando le explicaron todo lo que había pasado, Tortell Poltrona levantó los brazos y dijo que le parecía fantástico.

La frase de marras

“Quienes rechazan la lengua y la cultura de un lugar son como mínimo unos inadaptados”

La verdad es que a toro pasado se veía venir. Los pregoneros de la Mercè suelen adelantar sus palabras unas horas antes de su intervención. Los políticos preparan entonces sus espontáneas reacciones. Pero este año todo resulta muy diferente. Tortell Poltrona no adelantó ni una palabra de su discurso. Al parecer, pudo oírse durante las horas previas en los pasillos municipales de la plaza Sant Jaume, ni siquiera el artista tenía claro qué iba a decir ante las autoridades, y tampoco lo que iba a hacer. A los encargados de protocolo no les hizo ninguna gracia y a los técnicos, tampoco.

Y el payaso apareció junto a la alcaldesa Ada Colau dispuesto a convertir el pregón en un espectáculo circense. Con la mascarilla por debajo de su gran nariz roja y redonda. Y atropellado, a trompicones, por momentos muy gracioso, de la mano de cuatro rumberos que se sacó de la manga, armado primero con un saxo muy pequeñito y luego con un miniacordeón, corriendo sobre las tablas de aquí para allá para desesperación de los encargados del sonido, Tortell Poltrona, además de liarla, cumplió con los requisitos de un pregón. A saber, partir de la propia experiencia, de la historia de uno, para enlazar después con la ­colectiva, con la historia de todos, con lo que nos importa a todos. Todo se lo quiso explicar a su madre, en una carta... Y, a pesar de todo el caos, el pregón de Tortell Poltrona fue un pregón.

Un espectáculo circense

El payaso protagonizó un show inesperado, con rumberos y todo, del que nadie sabía nada

Obviamente todo lo que está pasando tenía que tener un gran protagonismo. A su madre le explicó que están pasando unas cosas muy raras, que durante un tiempo podías pasear con tu perro, pero no con tu hijo..., que los bares abrieron antes que las escuelas, “y yo pensaba que en las barras podíamos explicar a los chavales la historia de España”. “Cómo puede ser que la normalidad sea nueva. Esta normalidad nunca debería haber sido normal. Tenemos que cambiarlo todo”. Y reivindicó a los trabajadores de la cultura, animó a todos a luchar contra el cambio climático, lamentó que los jóvenes no puedan marcharse de su casa por culpa de los alquileres y los sueldos...

Y la alcaldesa quiso recordarnos que en el fondo somos todos unos privilegiados, que la mayor parte de la gente de este mundo lo está pasando mucho peor... Colau quiso hacer del desastre una oportunidad y planteó que precisamentente ahora el planeta ha de hacer frente a todas sus injusticias, “mirar el futuro con mucho atrevimiento”. Y luego los gigantes se pusieron a bailar en el Saló de Cent. Tenían mucho espacio. En lugar de 300 personas ayer apenas se contaban allí unas 70, y además habían retirado los bancos. Afuera, en la plaza, no había nadie. “Esta Mercè no será una fiesta mayor –dijo Colau–, pero será una fiesta de la cultura. La cultura nos necesita y nosotros necesitamos a la cultura”.

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