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La caída de viajeros del transporte público eleva ya la contaminación

Emergencia sanitaria

Inquietud por la lenta recuperación de un pasaje que busca seguridad en el vehículo privado

Vista de la ciudad de Barcelona. El nuevo calendario para reactivar la Zona de Bajas Emisiones, que restringirá la circulación de los vehículos más contaminantes y que quedó en suspenso al decretarse el estado de alarma por la pandemia

Alejandro García / EFE

Las dificultades del transporte público para recuperar pasaje tras la pandemia del coronavirus, ante la persistencia del temor al contagio de miles de los usuarios de metro, bus, tren y tranvía, comienzan ya a provocar un efecto colateral e indeseado: el incremento de la contaminación en Barcelona y su área metropolitana, que se aproxima a grandes zancadas hacia los niveles anteriores a la declaración del estado de alarma. Así lo ponen de manifiesto diversos informes técnicos a los que ha tenido acceso La Vanguardia . Uno de ellos, con fecha del pasado lunes y elaborado por el Consorci Sanitari de Barcelona y la Agència de Salut Pública a partir de las últimas mediciones de NO2(dióxido de carbono), PM10 (partículas contaminantes) y black carbon , advierte de que “la tendencia de recuperación del tráfico está siendo mucho más rápida que el incremento de la demanda de transporte público” y concluye que “esta tendencia tendrá efectos negativos sobre los niveles de contaminación de la ciudad a partir del periodo de nueva normalidad”.

Los datos más recientes de las estaciones de análisis de la contaminación en Barcelona indican que, desde la declaración del estado de alarma, el descenso acumulado es del 56% de NO2, 36% de PM10 i del 58% en el caso del black carbon , respecto a los niveles medios del 2020 previos al confinamiento. Sin embargo, alerta de que en la estación del Eixample, en lo que se refiere a la emisión de partículas contaminantes, en las últimas semanas ya se está superando el límite marcado como referencia por la Organización Mundial de la Salud. El Eixample, el distrito con más población y más actividad económica de la ciudad, es precisamente aquel en el que el Ayuntamiento de Barcelona ha establecido un mayor número de medidas restrictivas del tráfico privado para garantizar la distancia social y, con este pretexto, intentar reducir la polución. Sin embargo, como es perceptible a diario, muchas veces los límites impuestos en determinadas calles van en detrimento de las adyacentes, que suelen registrar un incremento de la intensidad de tráfico.

Vuelta a la normalidad

En el Eixample, algunos niveles de polución ya superan los límites marcados por la OMS

En los días previos a largo puente de Sant Joan, los niveles de tráfico de la semana pasada se situaban en descensos de entre el 16% y el 25% respecto al periodo de normalidad anterior al confinamiento y en determinadas fechas se ha llegado a registrar un tráfico equivalente al 90% de un día laborable precrisis. Por el contrario, la demanda de los diferentes operadores de transporte público, a pesar del incremento progresivo de la oferta, se mantiene en descensos de entre el 60% y el 70% en comparación con las semanas anteriores a la declaración del estado de alarma.

Además de garantizar su sostenibilidad financiera con más recursos de las administraciones que enjuaguen el crecimiento del déficit provocado por la caída de pasajeros, el principal reto del sistema de transporte público en los próximos meses es recuperar la confianza de los usuarios habituales de antes de la crisis.

Nuevos hábitos

Un 35% de los usuarios de metro, bus y tren se plantea cambiar la forma de desplazarse

La Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM) está analizando, precisamente, cómo la pandemia y el posterior desconfinamiento de la población pueden afectar a los cambios de hábitos de la población a la hora de desplazarse. Una primera oleada de una encuesta al respecto, que tendrá continuidad en semanas posteriores, señala que un 10% de entrevistados aseguran que cambiarán de medio de transporte y que otro 25% ven probable hacerlo. La tendencia general, según las primeras conclusiones de este estudio, apunta un menor uso de todos los medios de transporte público en beneficio de los personales (a pie, en bici y patinete) y, sobre todo, de los privados (coche y moto).