Abrazar la oscuridad
Resulta fascinante la experiencia de sentir cómo nuestros ojos se aclimatan lentamente y cambian a la visión nocturna, escribe en su Manifiesto por la oscuridad (Rosamerón). “La noche es nuestra amiga. Descansamos en la oscuridad, en su quietud y sutil belleza. Nos inspiramos en la noche, más allá de la Vía Láctea y sus lejanas luces. Todavía hay vida en la oscuridad de la noche. Recuperémosla, hagámosla nuestra”. Eklöf, que tiene una empresa de consultoría sobre murciélagos, ecología nocturna e iluminación respetuosa con la naturaleza, es conocido internacionalmente por sus investigaciones sobre la contaminación lumínica. “La bombilla, durante mucho tiempo símbolo de progreso, debe apagarse. Es necesario abrazar la oscuridad para asegurar un futuro brillante”.
¿Cuánta luz es demasiada?
En el 2017 se logró aislar el gen que controla el ritmo circadiano en todas las especies, desde las bacterias hasta el ser humano.
Nuestro reloj interno.
Sí, el de alimentación y sueño; de hecho, todas nuestras células están organizadas sobre la base de estos ciclos naturales.
Noche y día, luz y oscuridad.
Nuestro planeta brilla las 24 horas al día.
La Tierra es una bola brillante de luz artificial. Entre el 2011 y el 2022, la contaminación lumínica en la Tierra aumentó un
9,6% anual. Todo el planeta está en un jet lag permanente.
¿Y cuáles son las consecuencias?
El exceso de luz artificial en el que vivimos ha aumentado el insomnio, la depresión e incluso la obesidad: la hormona que controla el apetito, la leptina, trabaja en conjunto con la melatonina, la hormona sensible a la luz que nos induce al sueño.
Dormimos menos.
Sí, y eso altera nuestros ritmos circadianos, afecta a nuestros ciclos hormonales y al sistema inmunitario. La melatonina se activa con la oscuridad, se ralentiza nuestro ritmo cardiaco y nos baja la temperatura corporal, a partir de ahí se ponen en marcha muchos otros procesos necesarios para nuestro organismo.
El nuestro y el de todos los seres vivos.
Sí, lo mismo ocurre con el resto de animales y plantas. Además, aquellos que tienen hábitos nocturnos se ven desplazados de las condiciones de oscuridad en las que han evolucionado y en las que socializan, se alimentan y se reproducen.
Hemos expulsado a los habitantes de la noche con nuestra luz.
En Suiza han investigado las polillas y los prados en la noche. A causa de la iluminación las polillas no pueden realizar su trabajo y la polinización ha caído un 60%, y eso afecta a todos los ecosistemas y a todo el planeta.
En China polinizan los árboles loshumanos.
Sí, vi esas imágenes: en la provincia de Sichuan varios miles de trabajadores trepaban a los árboles para polinizar las flores, haciendo el trabajo que hubieran hecho las abejas.
Pero ya no tienen abejas.
Un obrero eficiente es capaz de polinizar diez árboles al día. Una pequeña colonia de abejas poliniza cien veces esa cifra. La contaminación lumínica es una de las causas principales del apocalipsis de insectos que estamos viviendo. En algunos lugares, sus poblaciones han descendido un 70% en tres décadas.
La mitad de las especies de insectos son nocturnas.
Se guían por las estrellas y por la luna, la fuente de luz natural más brillante del cielo nocturno, hasta que se encuentran con la luz artificial.
Se arremolinan y mueren agotados.
Incluso los que sobreviven no han conseguido su néctar y transportado el polen de las plantas, no han encontrado pareja y no han puesto huevos.
Es un final triste.
Las tortugas marinas recién nacidas se dirigen hacia tierra en lugar de hacia el mar iluminado por la luna. Engañados por la iluminación exterior, los árboles urbanos permanecen verdes más tiempo que sus homólogos rurales.
Mejor a media luz.
Si restauramos los ritmos circadianos en todos los animales, tendremos ecosistemas más saludables. En las calles podemos poner sensores de movimiento y temporizadores para que las luces se apaguen si no se
necesitan.
Eso es ser una ciudad que piensa.
También se pueden usar fuentes de luz menos dañinas, como la luz roja o amarilla. Hay muchas cosas que se pueden hacer sin tener que apagar las luces por completo.
Eso nos cambiaría hasta a nosotros.
Sí, podríamos ver alguna estrella, algo inusual en las ciudades. Creemos que la luz hace un lugar más seguro, pero los estudios demuestran que la delincuencia no tiene nada que ver con una ciudad luminosa u oscura.
¿Y nadie baja la luz?
En algunos lugares ya se están tomando medidas. Francia adoptó una política nacional que impone toques de queda a la iluminación exterior.
Y triunfa el turismo de cielo oscuro.
Países de todo el mundo que tienen regiones menos contaminadas por las luces de las ciudades ofrecen paseos para observar las estrellas o ver la aurora boreal. Hay algo en la sensación de ser pequeño bajo el cielo nocturno que nos fascina a todos.
¿Y cómo le devolvemos a los animales su noche?
Necesitamos tener algunos lugares con oscuridad total y utilizar corredores y reservas naturales oscuros para el bienestar de los animales y las plantas.