A ser feliz se aprende
Me cuesta alabar a otros colegas y más si son buenos entrevistadores, como Oppenheimer en la CNN, y... ¡encima, entrevistarlo! Pero hay que reconocerle coherencia, porque él mismo se aplica las recetas para el bienestar que ha contrastado por todo el planeta: 1.ª Lograr que tu país sea próspero y reparta su riqueza (su buen periodismo ayuda); 2.ª y 3.ª Vivir en democracia y combatir la corrupción (abandonó Argentina tras el golpe militar); 4.ª Enseñar “felicidad” (da charlas escolares pro bono); 5.ª Medir la felicidad de todos (lo hace su libro); 6.ª Tener propósito (véase la boda de su nieta); 7.ª Socializar (nos costó dejar de conversar); 8.ª Vivir los espacios verdes (los pidió para la foto); 9.ª No vivir obsesionado por el estatus (él aprende de los nórdicos); y 10.ª Mirar hacia adelante (escribir es creer que alguien te leerá).
Por qué un ensayista serio como usted escribe sobre la felicidad?
Porque, más allá de la charlatanería de autoayuda, progresa la ciencia que, de forma empírica, investiga la satisfacción de los humanos.
¿Y por qué le interesa esa ciencia?
Porque, cuando informaba sobre las revueltas en América Latina y el mundo árabe, estudié las encuestas de satisfacción personal de 137 países y en ellas comprobé que aumentaba el acceso a la tecnología de la mayoría, pero también su descontento.
¿Qué hace felices a los países felices?
Esa era la pregunta que me hice de partida.
Acemoğlu me dijo que son países sin casta extractiva y con instituciones eficientes.
La actitud individual también cuenta: los que se declaran optimistas, según la Academia de Ciencias de EE.UU., viven seis años más de media que los pesimistas.
¿El optimista sólo es un pesimista mal informado?
Martin Seligman, pionero de la psicología positiva, sostiene que sufrimos de una genética heredada de nuestros paleoancestros que en las cavernas fue evolutivamente útil, porque nos disuadía de arriesgarnos en exceso ante los depredadores; hoy nos lastra.
¿Y la inteligencia evolutiva nos ha ido haciendo más prósperos, libres y optimistas?
Para contrarrestar esa tendencia innata al pesimismo podemos ejercitar con inteligencia el optimismo al aprender a interiorizar cuanto hay de positivo en nuestras vidas.
¿Los países pobres –dicen muchos cooperantes– no son también los más alegres?
Solo si se computan todos los “momentos en que te sientes alegre”; y los países latinos declaramos más momentos alegres que nadie.
¿ Acaso la felicidad no son momentitos?
No confunda la fiesta con la felicidad, porque cuando se nos pregunta a la inversa: “¿Cuántas veces te has sentido angustiado, desgraciado, infeliz…?”, también salimos primeros los latinoamericanos.
¿La felicidad es más que la mera alegría?
Es imposible ser feliz sin una renta mínima y cubierta la vivienda, educación, sanidad...
¿Y tras cubrir lo básico –explica la pirámide de Maslow– aspiramos a lo espiritual?
Una vez conseguido ese bienestar primario, el aumento de renta ya va dejando de proporcionar aumento de la felicidad...
¿A partir de ahí la felicidad sigue una función de beneficio marginal decreciente?
...Y constatamos que da más felicidad atesorar experiencias que dinero y propiedades.
Solo el necio confunde valor con precio.
La calidad de las experiencias humanas, además, no depende de su coste.
¿Por qué los jóvenes suelen declarar menos satisfacción que los mayores de 60?
La declaración de bienestar es mayor en la infancia y se va manteniendo hasta que a los 35 cae hasta los 55, en que se va recuperando para superar a la inicial de la niñez en los 60.
¿Los 50 son hipotecas, hijos, divorcios...?
Entre los 35 y los 55 hay que pagar vivienda, educación de los hijos, todos sus gastos y afrontar un trabajo cada vez más exigente y no siempre cada vez mejor pagado.
¿A partir de los 40 los sueños chocan con la realidad y el futuro ya es menguante?
En cambio, a partir de los 60 ya no hay ambición frustrada ni planes y sueños rotos y tal vez hayas aprendido a apreciar lo logrado.
¿La felicidad no consistirá al cabo en un estoico no esperar demasiado?
Los nórdicos están menos obsesionados por el estatus que los países menos felices.
¿Han aprendido que la felicidad depende de lo que yo –y no otros– piense de mí?
En suma: más que conformarte con lo que tienes es aprender a apreciar lo que tienes.
¿Cómo se aprende a apreciar lo propio?
Yo sufrí una grave operación y ahora soy feliz solo porque ya casi no me duele nada.
¿La religión da o quita felicidad?
La gente que va a la iglesia es tan feliz como la que se reúne los domingos a coleccionar sellos. Lo que les hace felices es la vida comunitaria. Y en eso, los nórdicos también nos ganan.
¿No era más amigable el latino?
Dinamarca tiene 6 millones de habitantes y 97 asociaciones filatélicas; México tiene 125 millones de habitantes y apenas 30.
“Societat civil”, decimos los catalanes.
Y otro multiplicador de bienestar es la naturaleza: zonas verdes y aire libre; y, por supuesto, el sexo en toda su diversidad...
¿Y combinarlo todo: sexo en el bosque con filatelia y una buena cuenta en el banco?
Solo se puede en un país seguro: los de Science dejaron 17.000 billeteras tiradas en la calle de varios países: los daneses devolvieron a la policía el 82 %; los españoles el 58 %; los de EE.UU. el 53 %, y los mexicanos, el 18 %...
¿Por qué?
En México nadie da una cartera encontrada a un policía que saben que se la quedará.
¿Sin Estado eficiente no hay felicidad?
En Cuba y otros totalitarismos debes protegerte del Estado para no ser desgraciado.