Una entrevista sobre el amor
Clea, la pequeña de los seis hijos que tuvo Paul Newman, es una mujer encantadora que se entrega sin condiciones a hablar de su padre y se emociona más de una vez. Escribe el epílogo de las memorias de su padre, Paul Newman. La extraordinaria vida de un hombre corriente (Cúpula), resultado de 3.000 páginas de transcripciones de las entrevistas que grabó con su amigo íntimo el guionista Stewart Stern. Cuenta Clea que mientras su padre visitaba a un amigo en el hospital conoció a muchas familias con niños severamente enfermos y decidió crear un lugar donde pudiesen ser niños de nuevo, treinta campamentos y cursos por todo el mundo abiertos a cualquiera... “Esa ha sido mi herencia, dirigir la red infantil Serious Fun, que me hace sentir muy cerca a mi padre, que nunca dejó de intentar ser mejor y mejorar el mundo a su alrededor”.
Ser la hija del hombre más guapo del mundo no debe de ser fácil.
Era un padre amable y cariñoso, le gustaba jugar con nosotras como un niño, nos cocinaba, nos leía... Creo que a mi madre le resultó más difícil con seis hijos, tres del primer matrimonio de mi padre y tres del segundo.
Pero su madre era una actriz famosa.
Para mi madre dejar de lado su carrera para ocuparse de nosotros y ver como las mujeres se lanzaban constantemente sobre mi padre debía ser difícil.
¿Cómo era su relación con su padre?
Era un padre típico, trabajaba mucho pero cuando estaba en casa era muy divertido, volvía loca a mi madre: le gustaba estar con nosotros, nos preguntaba sobre la escuela, y con los años cada vez estuvo más presente, consiguió tener una vida paralela al cine.
Su mejor recuerdo.
Mi padre y yo éramos muy competitivos, él lo hacía con las carreras de coches y yo con la equitación. Se levantaba a las 2 de la mañana y me llevaba a entrenarme pese a su alergia al heno, y no se perdía una competición. Me apoyaba muchísimo.
¿Y el peor recuerdo?
Cuando era pequeña bebía mucho y nos asustaba, no porque fuera violento sino porque temíamos que se hiciera daño; pero él continuaba funcionando, al día siguiente se iba a rodar y nunca llegaba tarde.
¿Ya sabe por qué bebía tanto?
Era muy tímido y reservado, para él vivir la vida de una estrella de cine era difícil y creo que bebía para poder hacer frente a esta situación. Mi madre le dio un ultimátum: O lo dejas o lo dejamos. Y dejó de beber de un día para otro. A medida que se fue haciendo mayor estaba mejor en su piel.
Decía de sí mismo que era un analfabeto y un pueblerino.
Era la única persona que se veía así, se menospreciaba. Tanto mi padre como mi madre leían muchísimo, él siempre estaba intentando mejorar como persona.
No le gustaba ser el guapo de la película.
Lo odiaba. No se sintió satisfecho de sus actuaciones hasta que llegó a los 60 años, quizá en El color del dinero.
¿Cómo era la relación con sus tres hermanastros?
Buena, pasaban largas temporadas con nosotros, en verano estábamos siempre juntos.
¿Cómo vivió su padre la muerte por sobredosis de Scott a los 28 años?
La arrastró hasta el día de su propia muerte.
¿Cambió después de su muerte?
Sí, fue cuando le pidió a su amigo el guionista Stewart Stern que realizara una serie de entrevistas con amigos, familiares, compañeros del ejército, su primera esposa, su psicoanalista y él mismo. Estuvieron 5 años, fue como un examen de conciencia, una terapia. Intentaba entenderse mejor. Creo que fue un proceso muy difícil, pero salió reforzado.
¿Qué cosas le dolieron de ese material?
Lo más duro fue ver que había tenido una infancia tan difícil, un padre alcohólico y una madre que lo trataba como un objeto decorativo. Me impresionó saber que su hermano y él se daban golpes contra la pared.
¿Qué más le conmovió de esas cintas?
Que fuera tan duro consigo mismo, pero la persona que yo conocí cuando ya era adulta era un hombre que siempre estaba para los que quería, que tenía intereses. Tras la muerte de Scott estaba más presente en nuestras vidas y lo trasladó a todas sus relaciones.
¿Qué dijo su psicoanalista?
Todos pasamos por esa psicoanalista a lo largo de los años. Mi padre fue cuando éramos pequeñas, y cuando yo tenía 20 años le pedí que me acompañara a terapia. Fuimos 8 meses juntos y luego él continuó dos años más.
¿Por qué fue con su padre a terapia?
Yo no era una joven fácil, no me estaba comportando bien y necesitábamos sentarnos y hablar. Vino a todas las citas, cada semana, cuando trabajaba volaba para estar presente.
No la quiero poner triste.
Le echo de menos cada día, era carismático y muy divertido, contaba los peores chistes del mundo una y otra vez y se tronchaba. Era la persona más leal que he conocido y daba grandes consejos. Se lo pensaba mucho y al día siguiente te sugería algo.
Sus padres tuvieron una relación muy romántica.
Una vez fui con una amiga a casa de mis padres y al irnos me preguntó: “¿Tus padres siempre son así? ¡Se están abrazando y besando constantemente!”. Llevaban casados más de 30 años, era fantástico verles, quizá por eso yo he tardado tanto en casarme.
Fue un gran filántropo.
Cuando veía una necesidad, ayudaba, era muy generoso, a menudo de forma anónima, quería que ese fuera su verdadero legado.
“Ser una estrella lo desbarata todo para tus hijos”, dijo su padre.
No es fácil tener unos padres famosos, pero viendo los problemas que tienen los niños en el mundo cómo puedo quejarme.