“Si una cosa te va mal, no permitas que invada lo que te va bien”

Tengo 79 años. Nací en Sevilla y vivo en Nueva York, donde soy profesor universitario en la facultad de Medicina. Vivo en pareja. Tengo 4 hijos, Joseph murió, y 3 nietos. Me preocupa el uso y abuso de mentiras por parte de políticos. La información fiable es esencial para la tranquilidad. Creo en la fantasía humana. (Foto: Dani Duch). 

Luis Rojas Marcos,psiquiatra

Qué le ha enseñado su profesión?

Que tratamos por todos los medios de sentirnos en paz con nosotros mismos. Y la ciencia dice que las relaciones gratificantes de cariño y de solidaridad son muy buenas para conseguir esa tranquilidad.

Sin duda.

Creo que fue una gran decisión por parte de la OMS definir la salud como el estado completo de bienestar físico, psicológico y social. Esa idea nos abre la perspectiva.

¿Hasta qué punto?

Ver el aspecto emocional del dolor físico es muy importante a la hora de tratarlo.

¿Qué dolor eliminaría de nuestra mente?

La depresión, ese sentimiento de impotencia, de indefensión, que para mí es la peor enfermedad porque te quita la esperanza y la ilusión por vivir; pero sin ella estaría creando un ser humano que no es real.

¿Usted la ha vivido?

Sí, pero no llegué a perder la esperanza porque saber lo que es la depresión me ayudó a buscar ayuda antes de llegar al extremo. En la vida he tenido momentos difíciles, como todos. Según los epidemiólogos cabemos
a dos grandes adversidades de media.

Creo que por su profesión y cargos a usted le han tocado más.

Y por edad. A mis 79 años he vivido la muerte de seres queridos, incluida la de un hijo, suicidios, muerte de pacientes y situaciones muy estresantes como el 11-S.

¿Y qué le hace ilusión?

La solidaridad me hace mucha ilusión; el otro día me sorprendí, iba andando por la calle y vi a una señora mayor con dificultad para salir de un taxi. Instintivamente fui a ayudarla, algo que casi todos hubiéramos hecho.

Hay quien solo ve su ombligo, o su móvil.

Le ayudé a bajar, me dio las gracias y me fui a casa. De repente me di cuenta de que estaba alegre, repasé mi día: nada especial, al fin caí en que era el hecho de haber ayudado a aquella señora. Los estudios muestran que la persona solidaria vive mejor la adversidad.

¿Por qué?

Se defiende mejor del pánico porque está prestando atención a otra persona. En esta pandemia con tanta incertidumbre mucha gente descubrió que llamar a la puerta del vecino para ofrecer su ayuda era gratificante.

Pero ¿se puede estar bien aun cuando el mundo a tu alrededor está como está?

Es difícil, pero no ayuda caer en el “yo no puedo hacer nada”. Debes poner el centro de control dentro de ti, solo así puedes valorar la situación y hacer algo para mejorarla.

¿Cómo proteger la autoestima?

El cómo nos sentimos y el cómo nos valoramos es muy importante, y es esencial protegernos, y ahí viene un tema que siempre me ha interesado muchísimo.

Cuénteme.

No nos enseñan a hablarnos. Cuando iba al colegio me decían: “Luis, pide las cosas por favor. Luis, no interrumpas. Da las gracias”, pero jamás nadie me dijo: “Luis, cuando te hables hazlo con comprensión, trátate bien”.

Mejor nos iría.

De todas las opiniones que formamos a lo largo de la vida, la más relevante es la que formamos de nosotros mismos.

Debemos hablarnos con cariño.

Exactamente. Quiérete y bien. A Darwin le dio la respuesta de la felicidad un niño de cuatro años: “Reír, hablar y dar besos”, me parece impecable, ¡ya quisiera yo!

Y yo.

La causa más frecuente de nuestro malestar psicológico es la ansiedad, que es un miedo que no está localizado; y la incertidumbre, que hoy día está tan presente, y que ha roto el sentido de futuro, no saber qué va a ser de ti.

A veces el malestar es difuso.

Háblelo, con su perro también vale, o con el lenguaje de signos. Hablar para comunicarnos con otros o con nosotros mismos contribuye a la cantidad y la calidad de vida. No puedo resistirme a señalar que las mujeres viven más porque hablan más.

¿Podemos entrenar la alegría?

Los malos momentos conviene analizarlos, pero los buenos momentos conviene contarlos y recordarlos.

Para hacerles hueco.

La suma de las pequeñas cosas, los pequeños placeres, que nunca son pequeños, acaban moldeando nuestro buen carácter. Aprenda a compartimentar: si una cosa te va mal, no permitas que invada lo que te va bien.

Hábleme de su vecino.

Grita día y noche. Tiene alzheimer. Y yo no puedo evitar pensar: ¿y si mañana me toca a mí? Lo vemos en las fotografías, la parte del cerebro que piensa ya no está. Muchas personas preferiríamos no vivir así, y los médicos deberíamos ayudar a respetar ese deseo.

Y usted, ¿ya sabe cómo lograr la felicidad?

Mis pacientes siempre me lo preguntan, y hoy por fin tengo respuesta: Dame la lista de parcelas de tu vida que contribuyen a tu bienestar y seguidamente especifica tu plan para cultivarlas y protegerlas.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...