“A Alá no le importa si eres transgénero”

Tengo 60 años. Nací hombre en Yogyakarta, en Java Central (Indonesia), donde vivo. Soy transgénero y orfebre. He creado la única escuela islámica del mundo dirigida por y para mujeres transgénero. Enseño el Corán a 62 estudiantes transgénero y oramos, y lucho por sus derechos. Soy musulmana practicante. (Foto: Xavier Cervera)

Shinta Rati,creadora de la escuela internado coránica Al-Fatah para personas transgénero

Cuando va a orar a la mezquita, ¿lo hace en el lado femenino o masculino?

Alguna waria (mujer transgénero) se viste de hombre para acudir a la mezquita, otras como yo vestimos de mujer y vamos al lado femenino.

¿Sin problemas?

Fueron precisamente los prejuicios e insultos en el lugar de oración público lo que me llevó a crear Al-Fatah Pesantren.

Una escuela coránica para mujeres transexuales.

Sí, en una casa tradicional javanesa que era propiedad de mi abuela. Mucho tiempo atrás las waria eran aceptadas en Indonesia.

Indonesia, hogar de más musulmanes que cualquier otro país.

Sí, donde la homosexualidad y la transexualidad no son ilegales, pero después de la reforma, en 1998, empezaron a resurgir las organizaciones fundamentalistas islámicas y todo se volvió mucho más conservador.

De ahí su refugio.

Acabó siendo incómodo rezar en mezquitas, mucha gente te repudia, y pensé que sería mejor para nosotras estar juntas que sentadas solas en casa orando llenas de dudas espirituales. Ahora somos una familia.

¿Qué tipo de dudas tienen?

La fundamental es si, siendo transgénero, y en muchos casos ejerciendo la prostitución, somos dignas de Dios, personas aceptadas por el islam o pecadores.

¿Qué les dice usted?

Que a Alá no le importa si eres transgénero sino lo que hay en tu corazón. Fui a hablar con el imán para exponerle la cuestión y me dijo que yo era una persona aceptada y debía seguir orando.

Un consuelo.

Al-Fatah se convirtió en un lugar donde seguir aprendiendo el Corán guiadas por el imán, y un lugar donde rezar a diario sin sentirnos amenazadas o solas en el mundo. Hoy en el centro hay mucha alegría.

¿Encontró apoyos además del del imán?

Al principio, cuando abrimos el centro en el 2008, tuve el apoyo de otros líderes religiosos locales y profesores de universidades islámicas. Pero en febrero del 2016 recibimos un ataque de la Yihad Islámica.

Eso debe dar mucho miedo.

Cerramos el centro, demasiadas amenazas, pero pudimos reabrir gracias al apoyo de gente poderosa del entorno religioso y social.

Muchas waria viven en su centro.

A las waria les cuesta encontrar trabajo, como mucho encuentran de bailarines tradicionales, artistas callejeros que viven de las limosnas o trabajadoras sexuales.

Cuénteme su propia historia.

Nací en un entorno familiar muy musulmán, éramos ocho hermanos, yo soy el tercero y siempre me sentí mujer.

¿Fue un problema?

No, lo aceptaron desde que era pequeño, siempre jugaba con muñecas. A los 18 años ya me vestí como mujer. Pero a la mayoría de transgéneros sus familias les dan la espalda y les echan de casa.

Mal comienzo.

No tienen formación ni acceso al mercado laboral. En el centro también enseñamos inglés, cocina, artes y oficios, para que tengan más habilidades para enfrentarse a la vida.

¿Pero no se les llegó a considerar semidioses?

Los bugis del sur de Sulawesi contemplaban cinco géneros, uno de ellos, los bissu, eran transgénero y considerados semidioses, los que transmitían los mensajes de Dios al rey. Quedan once bissu, la mayoría fueron ejecutados en el año 1965 por musulmanes extremistas.

¿Cómo se financian?

Con donaciones, y también tenemos una fundación en Nueva York que nos da apoyo financiero.

¿Crece el islamismo fundamentalista en Indonesia?

Sí, por eso el Estado ha cerrado al principal grupo: FPI (The Islamic Defenders Front).

¿Qué ha aprendido llevando este centro?

La situación más emocionante que he vivido es cuando tras la peregrinación a La Meca no teníamos nada de dinero para hacer el sacrificio de una cabra o un búfalo como es tradición.

¿Y?

Como no podíamos hacerlo, decidimos leer el Corán entero diez veces y se obró el milagro: al finalizar las oraciones recibimos una donación y pudimos comprar la cabra.

¿De qué se siente más orgullosa?

De poder ayudar a la gente mayor que es transgénero, de darles un funeral y un entierro digno cuando mueren.

Es usted muy considerada.

Y también me siento tremendamente orgullosa de haber cambiado la profesión de muchas transgéneros de prostitutas a peluqueras, masajistas, maquilladoras..., y sacarlas del círculo de la pobreza, incluso tenemos un banco solidario con préstamos sin interés.

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