Hijo, padre y el fin del mundo
El periplo de Unai y su padre Andoni por el mundo tras las huellas de los felinos amenazados de extinción recuerda por momentos, en su sencillez y grandeza, La carretera de McCarthy, en la que otro padre y su hijo adolescente buscan la salvación tras una hecatombe nuclear. En Panteras , los Canela procuran, además, la de nuestro planeta amenazado, y ahora no es una novela, por el apocalipsis climático. Encuentran el tiempo justo –“te vas a aburrir”, bromea Andoni– para hacernos reaccionar si educamos, con ellos, la mirada para vernos cómo somos: animales todos en conexión evolutiva y frágil equilibrio con el medio. La sintonía con los felinos está en la belleza convertida en experiencia de las imágenes fugaces del leopardo de las nieves o nuestro vecino incógnito: el gato montés.
En pandemia, todos confinados: ¿el Pirineo se regeneraba?
Empecé a filmar Entre montañas casi por pasar el rato en la casa familiar de Castellar de N’hug y una noche vi un gato montés... Llevaba allí toda la vida allí y no lo había visto nunca.
Usted recorrió el planeta filmando Panteras y tenía al felino en casa.
Pasamos semanas de frío y penurias para encontrar al leopardo de las nieves en el Himalaya y, sí, tenía a otro felino igual de apasionante en el jardín. Tan cerca que no lo veía.
Yo soló los he leído en alguna novela.
¿Lo ve? Y están ahí. Y los ignoramos.
Casi mejor para ellos... ¿No cree?
Son criaturas apasionantes. Pero no creo que para salvarlos haya que recluirlos en una reserva. Tenemos que convivir con ellos. Y eso requiere conocerlos.
¿No tenemos ya demasiadas imágenes de casi todo y también de felinos?
¿Usted cree?
¿Apreciará el público tanto esfuerzo?
Es que el valor de lo que filmamos no está en el objeto; en que en la peli haya un leopardo jamás filmado o un gato. El contenido es cómo lo filmamos y explicamos.
¿En qué sentido?
Lo importante es que pongamos la mirada honesta, directa, en la naturaleza y no tanto en el leopardo de las nieves en sí. Y da lo mismo si el documental es en la selva o en el jardín del vecino.
¿Somos animalitos antes y después de todo?
Y tras años con mi padre rodando Panteras por todo el planeta le diría que los humanos son los que me han hecho pasar miedo y con los que me he divertido más.
¿Dan miedo los humanos en la selva?
Nos dio miedo ver a un ranger en el Rajastán, donde perseguíamos a los tigres de Bengala, desenfundar su pistola diciendo: “A veces la gente se pone tonta...”.
Glups...
Y me dio pena ver aparecer al pastor en la Patagonia con un hacha por si aparecía el puma.
¿Una fricada?
Del todo. Pobre hombre. También fueron personas. O más bien, personitas y no animales las que me dieron la mayor alegría de todos los viajes tras felinos.
¿Dónde?
En África, jugando con diez críos a la pelota, o bueno, a un plástico relleno de papeles al que dábamos puntapiés.
¿Fútbol?
Lo que fuera, pero... ¡qué alegría! ¡Qué celebración en cada grito de la vida y de estar allí jugando! Nunca he visto disfrutar –y he disfrutado tanto– con el deporte.
Curioso que se acuerde tanto.
En aquel partido decidí estudiar Antropología, porque el animal más apasionante es el humano.
¿De verdad? He disfrutado mucho viendo a los tigres nadar en Panteras .
Estábamos –es literal– a 50ºC y claro que disfrutaban del agua...
¿Los felinos no odian mojarse?
Sufren el calor como nosotros y gozan del baño igual.
¿Los mata el calentamiento global?
Como a todos nosotros, sí; pero sobre todo están extinguiéndose por la falta de alimentos al invadirles sus hábitats.
El lince es una historia de éxito y recuperación: hoy beben en las piscinas.
Hoy hay más de mil linces en España cuando apenas había 100.
¿Hay un futuro para todos nosotros?
Los demás animales, ya lo decíamos, se adaptan a nosotros y podemos salvarlos de la extinción y a nosotros mismos si reaccionamos y frenamos el calentamiento y aprendemos a convivir sin dañarlos.
¿Dónde pasó más frío?
En India, en la frontera con Tíbet: nuestro termómetro marcaba -20ºC y ahí se quedó porque no tenía más escala, pero hacía mucho, pero que mucho más frío.Perseguíamos un fantasma, una leyenda: el leopardo de las nieves.
¿Cuántos años tenía usted?
Catorce, pero mi padre es un máquina y seguía haciendo fotos y filmando sin comer y sin que le afectara el frío.
¿Valió la pena?
Queríamos fotografiar al leopardo de las nieves y hubo un viaje en que nos perdimos: sufrimiento, diversión, aburrimiento, días y días deambulando para poder avistar al menos uno...
Y no lo llegaron a ver.
En el primer viaje, muy mal; en el segundo, sí; en el tercero, nada.
¿Frío, calor, hambre: qué es peor?
Hambre: insufrible e inolvidable.
¿Son momentos para olvidar?
Yo siento que todo lo malo se suma a lo bueno en la vida y su recuerdo.