“No vi a ningún político en las trincheras del Ebro”

Cumpliré 102 años el 19 de octubre. Soy de Barcelona. He sido industrial químico. Me casé y tengo cinco hijos (sesentones) y trece nietos (de 18 a 24 años). ¿ Política? Liberal moderado, catalanista. ¿ Creencias? Soy católico. Aplaudo a los desertores de la violencia y las guerras: aman la vida. (Foto: Víctor-M. Amela)

Joaquim Oller Viladrosa,fue ‘biberón’ en la batalla del Ebro hace 84 años

Hoy es 25 de julio.

Hace 84 años, el 25 de julio de 1938, cruzábamos el Ebro en barca, por Flix.

¿Quiénes eran?

31.ª brigada, 123.º batallón, sección de Transmisiones. Yo era flaco, me llamaban el Ricitos , ¡tenía 17 años!

Ah, la quintadel biberón, claro.

A muchos chicos catalanes de 17 y 18 años nos enviaron a la batalla del Ebro.

¿Recuerda la convocatoria?

La leí en La Vanguardia . Mi padre no daba crédito a que me mandaran a la guerra y exclamó: “¡Menudos sinvergüenzas!”

¿A quiénes se refería?

A nuestros gobernantes de la República y la Generalitat. Y él tenía razón: yo no vi a ningún político en las trincheras.

¿A qué se dedicaba su padre?

Tenía una perfumería en el paseo de Gràcia. Éramos devotos y al partir me dio una medalla de la Virgen de Montserrat.

Pues funcionó: usted sigue vivo.

Después de lo del Ebro, creí más en Dios.

¿Por qué?

Por tantas veces que me salvó de morir.

Cuénteme una.

Mientras dormía, recé en sueños en voz alta. Me avisó un compañero, que era un ángel. Pero hay también demonios.

¿Se refiere a otros compañeros?

Sí, me oyó otro y dijo: “Te denunciaré al comisario, por derrotista”. Eso significaba mi fusilamiento. Rompí a llorar...

¿Qué o quién le salvó?

El sargento Gambín, un buen hombre: “El que se meta con el Ricitos se las verá conmigo”, anunció. Así me salvó la vida.

Otro ángel.

Sí, pero otro demonio era nuestro comisario: fusiló a dos compañeros biberones tras colgarles este cartel: “Soy desertor”.

¿Habían intentado desertar?

Sólo se escabulleron esa noche para abrazar a sus madres en el pueblo vecino. De regreso, al alba, el comisario los detuvo. Y les ordenó cavar sus propias tumbas.

¿Todo esto lo ha visto usted?

Lo he visto. A mí no me ordenaron fusilar.

¿Qué hubiese hecho en tal caso?

Disparar sobre la cabeza, como hizo un compañero, que siempre dudó si mató o no a uno de los dos con su bala.

Cuánta barbarie.

Aquel día yo dejé de creer en la causa republicana y en ninguna otra causa.

Normal.

Yo solo quería mi trabajo en la tienda de mi padre: a mí me robaron mi juventud.

¿Algún otro momento crítico?

Me enviaron a buscar agua al río con una mula cargada de cantimploras. Un avión italiano me ametralló con balas explosivas. Me tiré bajo la mula, que me coceaba.

¿Resultó herido?

Me fingí muerto y el avión se alejó.

¿Sin ser herido? Otro milagro...

Teníamos tanta sed que bebíamos orines y barro. Enfermé de tifus. En el hospital de Valls recuerdo los gritos de dos biberone s con la piel quemada por lanzallamas.

¿Se curó allí?

La enfermera Teresa, que era de Madrid, al ver que me estaba recuperando, me dijo: “Huye, o te devolverán al frente”.

¿Desertó usted?

Sí, llegué en tren a Barcelona, a casa de mi padre. Se asustó: “Nos matarán a todos”, me dijo. Allí pinté este cuadro.

¿Qué representa?

Mis pesadillas. Este cráneo con un casco yo mismo lo vi en el Ebro. Y los biberones fusilados por los jefes, y las explosiones de bombas y balas en sierra de Pàndols...

¿Se emboscó en Barcelona?

En un piso de un amigo, y alguien me delató, fui detenido y encarcelado en Tarragona. Me las ingenié para volver a escapar.

¡Es usted un fuguista, un escapista!

Antes de la guerra fui mago ilusionista en el teatro de Martorell... Vi que habían puesto a un vigilante novato, me cargué de cantimploras y le dije con seguridad: “Ábreme, que me toca ir a buscar el vino”.

Desertor por segunda vez.

Veo esta guerra de ahora en Ucrania y aplaudo a los soldaditos rusos que desertan. Que no les hagan daño, son buenos.

¿Cómo acabó para usted la guerra?

Me escondí en casa, en la Diagonal de Barcelona, y el 1 de abril terminó la guerra y salí a la calle dando saltos de alegría.

¿Se hizo franquista?

¡No! ¡Aquella masacre terminaba! Me abrazaba a todos sin preguntar bando. Me llevé a casa a dos soldados piojosos que vi en la calle, sin saber su bando: me recordaron a mis compañeros biberones , me recordaban a mí mismo en el frente.

¿Qué le pasó a usted después?

Cinco años de mili para Franco, y finalicé estudios de química: fundé una industria de resinas sintéticas. Me casé y tuve cinco hijos. Y les prohibí las armas de juguete.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...