‘El chico más bello del mundo’
Se acaba de presentar en Atlàntida Film Festival en Mallorca el documental El chico más bello del mundo, de Kristina Lindström y Kristian Petri , y que a partir de este mes estará en Filmin. Se trata de la historia del propio Andrésen contada por él mismo, cuya vida estuvo marcada por su papel de Tadzio, el joven adolescente, objeto del deseo de Dirk Bogarde en Muerte en Venecia , basada en la novela de Thomas Mann. La vida de Björn no ha sido fácil, tras el suicidio de su madre quedó a cargo de su abuela, que siempre quiso tener un nieto famoso. Lo consiguió, pero la fama repentina, el precio de su belleza y la manipulación a la que fue sometido siendo un niño acabaron pasándole factura. Él solo quería ser músico. Cincuenta años después, al rememorar su vida relativiza. “Todo se está haciendo más profundo, también mi amor por la vida”.
Todavía le persigue Tadzio?
Tadzio es el tipo de mancha que nunca se va.
En el estreno en Cannes de Muerte en Venecia , Visconti dijo: “Ya no eres Björn, eres Tadzio”.
Pues yo hoy le diría: lo siento Luchino, pero que te jodan. Nunca fui Tadzio, y cada vez más soy Björn, soy bueno conmigo mismo.
¿Qué recuerdo marca su infancia?
La soledad, pero tenía a mi hermana, era su caballero de la armadura brillante, y eso me daba sentido. Mi madre se suicidó cuando yo tenía 10 años. Desapareció.
A los 10 años uno se siente culpable.
Tiene razón, recuerdo un día que mi madre estaba sentada en silencio fumando y bebiendo un vaso de vino, y otro... y pensé: “Cuando sea un chico grande voy a salvar a mi madre”, pero se me adelantó. Ella no podía enfrentarse a la vida, y ahora lo entiendo.
A los 13 años supo que el que creía su padre era en realidad su padrastro.
Fue como... ¡venga, otra más! Siempre quise saber quién era mi padre, había cuatro candidatos. Hoy creo saberlo, era un tipo genial. Murió demasiado pronto.
¿Esa tristeza fue lo que cautivó a Visconti?
Probablemente. Yo leí Muerte en Venecia de Thomas Mann y la descripción del niño se correspondía conmigo. Pero yo no era triste. Todo el mundo tiene un corazón solitario.
¿Por qué le marcó tanto convertirse en el chico más guapo del mundo?
Me cabreó. Luchino era comunista y yo creía que los comunistas estaban del lado de los niños, de la gente normal. No creo que sea éticamente defendible dejar que a un chaval de 16 años que está en medio de una tormenta de hormonas se le exhiba como objeto bello.
¿Le causó problemas?
Vuelves al cole después de la première y te dicen: “Hola, labios de ángel”. No es ético poner el peso de la promoción de una película sobre los hombros de un chaval. Se pasaron, fue excesivo. ¡Venga, Luchino, tío, déjame tranquilo! Estoy hablando de más.
¿Le confundió profundamente todo lo que implicó Muerte en Venecia?
Sí, de repente eres una celebridad, las chicas se te ofrecen. Yo no sé ligar, me he perdido una gran parte de mi formación social, y nunca estás seguro de si las personas te quieren a ti o a tu imagen. Esa incertidumbre pica.
¿Estaba rodeado de viejos verdes?
Sí. Después de la première en Cannes me llevaron a un club gay y las miradas lascivas me incomodaron tanto que me emborraché.
¿Cómo era Visconti con usted?
En el rodaje, todo el personal era gay, no permitió insinuaciones, pero fuera de eso no me cuidó, yo era su negocio, su obra de arte.
¿Qué le hizo la fama?
Quería huir, se hizo muy grande rápidamente. Yo lo que quería era tocar con mi grupo. Y luego lo de Japón fue excesivo, yo no quería ir. La fama me dio una vida muy interesante, pero no tenía herramientas para gestionarla.
Su abuela le convenció para ir a Japón.
Allí grabé temas de pop. Me esperaban con carteles y las chicas me perseguían con tijeras, querían mechones de mi pelo. Era un circo.
¿Ha perseguido el anonimato?
Quiero que me valoren por mi música y no por algo que otro creó.
Debió de ser difícil superar la muerte prematura de su hijo.
Todavía no lo he superado porque fue mi responsabilidad, era una época en la que bebía y me drogaba para mantener a raya la ansiedad, para que alguien viera mi dolor. Llegué a casa y mi mujer me dijo que vigilara al niño, que ella tenía que salir. Me dormí.
Pero su hijo murió de muerte súbita.
Murió por mi falta de amor. Me cuesta mucho hablar de esto.
¿Qué le ha enseñado la vida?
Que Dios existe. Que creces, te preguntas por qué las cosas son como son, buscas y acabas encontrando. Y sigo aprendiendo. Mucha gente joven hoy quiere ser famosa a cualquier precio. Yo he estado ahí y no lo vale. Si llegas a alcanzar la fama, asegúrate de que lo merezcas, de que te lo has ganado.
Después de separarse de su mujer acudió a un terapeuta.
Tres años después despedía a mis demonios que se alimentan del miedo, y no los he vuelto a ver. Pude ponerles nombre, identificarlos.
¿Qué no le permitía vivir feliz?
La infancia, escenarios muy acojonantes que atravesé solo. Descubrí que yo era inocente, ni siquiera sé en qué ansiedad estaba anclada mi madre. Dos o tres personas lo vieron, ¿y qué recibieron a cambio por estar a mi lado? Abuso, porque fui un verdadero jilipollas.
¿...?
¿Hasta dónde me vas a querer haga lo que haga? ¡Qué imbécil!
¿Qué ha perseguido usted?
Creo que por debajo de Dios estaba la música, eso me hubiera hecho mejor padre. La vida cuida de la vida si sabes de qué va la vida, pero yo era un idiota confuso. Espero ser un poquito menos idiota. Sigo aprendiendo.