‘Reina de las Ramblas’
El teatro Condal (Barcelona) ofrece Ocaña, la reina de las Ramblas , en cartel hasta el domingo 6 de junio. “Es una obra muy completa”, me dice Jesús Ocaña, salpicada de canciones y coplas que Ocaña cantaba ( Ojos verdes, El día que nací yo, Y sin embargo te quiero ...): encarna a Ocaña el actor Joan Vázquez, por lo que ha merecido distinciones al mejor actor (premio Crítica 2019 y premios Teatre Barcelona 2020), con dramaturgia de Marc Rosich y Marc Sambola a la guitarra. El día que se estrenó en un terrado, el actor Vázquez se sentó en las rodillas de una persona del público... sin saber que era Jesús Pérez Ocaña. He visto la foto: ¡qué sonrisa de felicidad ilumina la cara de Jesús ante esta resurrección por el arte!
Quién era Ocaña?
La reina de la Rambla, ¿no sabe?
Yo sí: le vi un día, año 1976.
¡Mi Pepe! Maravilloso artista, pintor, mariquita, generoso, performer y activista queer , divertido, libertario...
Y lenguaraz.
Era auténtico y hablaba sin miedo, y feliz.
Se disfrazaba de colores en la Rambla.
Animaba alegres pasacalles, rúas y bailes, disfraces con lunas y soles, flores y estrellas de papel maché, bengalas...
Maravilloso, pura alegría.
La desgracia fue la chispa de aquella bengala.
¿Qué pasó?
Mi Pepe había ido al pueblo, Cantillana, montó un pasacalles para los niños...
¿Le estimaban en su pueblo?
¡Todo el pueblo fue al entierro! Muchos habían rumoreado a sus espaldas, se habían burlado de él, o insultado... y yo de joven me había pegado con algún vecino capullo.
¿Era usted el hermano mayor?
Éramos mellizos, y sí, yo era el mayor.
Y le defendía, claro.
Y le admiraba: con 17 años pintó una virgen y un carro con la bandera andaluza y la republicana, ¡qué maravilla! Está hoy en el Museo Ocaña que hay en Cantillana.
¿Y José Pérez Ocaña, dónde está?
Enterrado en el cementerio de Cantillana.
¿Fue por culpa de aquella bengala?
Sí, una chispa prendió en los papelitos de colorines del traje que se había hecho pegando él mismo cada tira de papel.
Qué pena...
Ardió el papel, padeció quemaduras: no lo soportó, por su hepatitis mal curada. Murió días después, en el mes de septiembre de 1983. Y todo el pueblo acudió al funeral.
¿Y sus amigos de Barcelona?
Sí, vinieron Camilo, Ventura Pons, Queralt, Alejandro, Solé-Barberà...
¿Hacía mucho que vivía en Barcelona?
Primero me vine yo, a fines de los años sesenta: trabajé en talleres de La Vanguardia , en la Seat, Telefónica... Y mi Pepe llegó en 1971, tras la mili, hace ya medio siglo.
¿Cómo era aquella Barcelona de los 70?
Vibrante, la calle era de todos, y defendíamos ideales ¡y él divirtiéndose! Así era Ocaña.
¿Vivió en la plaza Reial, verdad?
Junto a Nazario, Copi, Llach... Mi José se ganaba el pan como pintor de brocha gorda.
Un currante.
Era una persona tan libre y buena que todos le adoraban: pillastres y señoras del barrio, rateros y obreros. ¡Un ídolo popular! Exponía sus cuadros en la plaza y nadie robaba.
¿Cuándo los pintaba?
De madrugada subía al terrado a pintar, pintar, pintar... ¡Su pasión era pintar! Hasta que salía el sol, que entonces bajaba a Canaletas y se paseaba hasta el final de la Rambla.
Cuadros preciosos, con esas vírgenes...
La Virgen era su fetiche particular. ¿Sabe lo del monasterio y el abad de Montserrat?
No. ¿Qué?
Pintó una Virgen de Montserrat tan poderosas y preciosa que el abad Laplana ¡gritó al verla! Hoy está en el museo de Montserrat.
¿Era Ocaña creyente?
No, pero adoraba las costumbres populares. Los de Cantillana se dividen entre la Virgen de la Pastora y la Asunción: ¡él disfrutaba con esa rivalidad! Y pintaba a las dos.
Ocaña unía a las personas, ¿verdad?
Y también lo hizo en mi familia, donde hay fachas y comunistas: él les reconciliaba. Mi madre decía, pobrecilla: “¡Qué habré hecho yo, un hijo maricón y otro comunista!”.
Ja, ja. ¿Tenían más hermanos?
Un guardia civil, y mi hermana mayor, Luisa, que para mi hermano ¡era su reina!
¿Por qué?
De jornalero, mi Pepe recogía algodón y remolacha, entre muchas puyas. Llegaba a casa triste, y Luisa le fortalecía: “¡Tú eres bueno, tú p’alante como los de Alicante!”.
¡Brava, la Luisa!
¡“Mi Pepe” no se metía con nadie! Él sólo decía: “si todos los mariquitas llevasen en la cabeza una lucecita, ¡todos los pueblos estarían iluminados!”
Cuente alguna anécdota personal.
Ocaña traía un gran ramo de flores para mi esposa, en la clínica tras el parto de un hijo nuestro, ¡y él llegaba con una sola flor! Todas las había ido repartiendo por el camino.
Defina a Ocaña.
“¡Soy una mariquita liberta-taria!”, proclamaba: “¡Eso es más que libertaria!”. Yo, un luchador político serio; él ¡siempre festivo!
Mucho más acertado él, ¿no le parece?
Fuimos juntos a la Modelo: yo por comunista, él por mariquita. Había enseñado el culo en la Rambla, y un guardia urbano le apaleó. Yo quise matar a ese guardia cabrón.
Elevemos una flor a Ocaña.
Y un ramo. Un día supo que un profesor acosaba a un niño de 15 años, y allá fue Ocaña a decirle cuatro cosas: el profesor se esfumó.
Otra flor, y una luna de despedida.
Manuel, gran amigo suyo, tras conversar con él, tuvo valor para dejar el seminario... pero no para vivir fuera: se pegó un tiro con la escopeta. Y mi Pepe vivió por Manuel.