“Mi única patria es la misma de Rusiñol: el arte y la belleza”

Tengo 64 años. Nací en Torelló y vivo en Rupit. Soy actor. Estoy adoptado por Dolors Toneu, fabulosa mujer. No tengo hijos. ¿Política? Soy liberal y moderado, alejado de fanatismos. ¿Religión? Respeto a creyentes y ateos. Leo, paseo, escribo. Capitaneo Els Joglars

Ramon Fontseré,

Con medidas covid, ¿cómo ve la platea desde el escenario?

Como una nevera medio vacía.

Mejor eso que nada.

Le meto diversión y alegría con la obra Señor Ruiseñor .

¿Quién?

Así llamaba la gente de Aranjuez a Santiago Rusiñol al verle ir a los jardines que pintaba.

¿Por qué ha querido ser Rusiñol?

Por catalán talentoso, creativo, artista, pintor y dramaturgo que mejoró esta vida con su arte y su encanto.

¿Pintaba y escribía?

Y tocaba la guitarra. Y coleccionaba forja y obras de arte. En Sitges abrió el Cau Ferrat como foro de goces.

¿Qué goces?

Esos placeres baratos de la vida: belleza, conversación, mar, cielo azul, sol, alcohol...

¿Y morfina?

Se la recetaron por sus dolores renales, y siguió usándola por gusto. Y la absenta.

Fortísimo destilado.

Lo tenía prohibido, la ocultaba en una lata de leche condensada en su mesilla de noche.

¿Era fiestero?

Era alegre, carismático, con don de gentes. Y poso melancólico: “Sátiro triste”, le describió Pla, pues a veces necesitaba retirarse a solas... para regresar como astro de la fiesta.

Cuénteme esas fiestas.

Llegaban en tren sus ilustres amigos, poetas, pintores, músicos en procesión por Sitges, engalanados, caballos y bailarinas portando dos pinturas de El Greco que compró.

¡El Greco!

Lo valorizaron ellos, Rusiñol y Zuloaga, apasionado amigo y pintor: “¡Por El Greco yo he dado hostias!”, amenazaba.

¿Estaba Rusiñol politizado?

“¿Para qué hablar de política, habiendo un cielo azul?”, repetía. Iba del casino monárquico al republicano o al carca: solo quería hablar, alargar la noche, no irse a dormir.

Un bohemio. ¿En qué se le parece usted?

En que procuro divertirme, sabiendo que la vida es jodida. Aunque de niño no tuve vocaciones... Solo acompañaba a mi padre, que era piloto, cuando volaba en el helicóptero.

¿Helicóptero?

Sobrevolaba la playa de Lloret en verano, portezuela abierta: yo lanzaba pelotas de Nivea y muñequitos en paracaídas. Él volaba bajo, para que yo acertase con los muñecos en los patines con suecas despelotadas.

¿Y lo de ser actor, cuándo fue?

A la vuelta de la mili en Almería, donde aprendí a espabilarme y a conocer personas de este maravilloso país que es España.

¿Qué le gusta más de España?

Todo, su gente, y paisajes, y Granada, y monumentos, y acentos, tanta belleza, tan ricos platos... ¿Por qué los políticos nos dividen?

¿Cómo llegó a Els Joglars?

Vi un anuncio de un casting , en Rupit.

¿La cúpula de Els Joglars?

Un hombre en chirucas me hizo sentir a gusto: Albert Boadella. Qué austeridad, para explicar una buena historia. Con una escena suya aprendí la poesía honda del teatro.

¿Cuál?

Una de Laetius : baile, escenografía, luz, música de Beethoven... ¡Me conmovió! Hace 40 años. ¡Gran artista! Mi maestro, referente y amigo. Le llamo si dudo: es mi tónico.

¿Qué es ser actor?

Lo dijo Marcello Mastroianni: “Es no dejar de ser el niño que quiere jugar”.

Encarnó usted a Pujol.

Astuto, paternalista, como de la familia, y un populista (con idiomas, eso sí).

Encarnó luego a Pla...

Sabio y socarrón, era un enorme prosista, y un filósofo de esas cosas baratas y gratas de la vida, sencillas.

Encarnó luego a Dalí...

Guapo y culto payés ampurdanés, de la tierra, sincero y muy teatral.

¿Qué tienen en común Pla y Dalí?

La entrega pasional a su arte: lo sacrifican todo a su insaciable creatividad. Santiago Rusiñol exactamente igual: agónico y delirando, quería tomar los pinceles.

¿Son sus catalanes favoritos?

Sí, por su lucidez, humor, sensatez, hondura y coraje. Puedo añadir a Sisa.

¿Cómo llegó usted a Santiago Rusiñol?

Heredé un libro de Pla que mi abuelo regaló a mi madre: Santiago Rusiñol i el seu temps , y me fascinó. Cosmopolita, universalista, alegre, amplio de miras, su única patria era el arte y la belleza. Es también mi patria.

¿Se quejaba de algo, Rusiñol?

No tenía esa costumbre catalana actual del victimismo. Rusiñol repetía: “ Soc un home sense calvari”. Era alegre, era “jardinero de sol, la risa con que nos hace amable la vida, ¡Rusiñol!”, escribió de él Rubén Darío.

¿Y qué cree que diría Santiago Rusiñol de la Catalunya de hoy?

Lo que ya dijo: “Amo más un fragmento de Dante, una melodía de Chopin, un cuadro de Velázquez o el Greco, que una ciudad o un pueblo: por encima de fronteras, miserables inclinaciones del egoísmo, está la patria universal de la verdad, la virtud y la belleza”.

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